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Messi rompe la maldición

Pese a la negación de espacios en Stamford Bridge, La Pulga logra acabar con su sequía ante los ‘blues’

Jordi Quixano
Messi e Iniesta celebra el gol del empate en Stamford Bridge.
Messi e Iniesta celebra el gol del empate en Stamford Bridge.Chris Brunskill Ltd (Getty Images)

Aunque su historia no es demasiado extensa, al menos en cuanto a laureles, en el estadio del Chelsea se conserva todo tipo de recuerdos, como los cuadros de los jugadores que marcaron época que decoran los muros de ladrillo de las calles aledañas, fotos en blanco y negro de momentos históricos por los pasillos de Stamford Bridge e, incluso, pancartas que colgaban los aficionados de “Zola el pequeño mago”, “Super Frankie Lampard, la leyenda Drogba” y, claro, el “Imperio de Roman” (Abramovich). No había en las gradas, sin embargo, una referencia a Eden Hazard, el inventor blue, el compositor y director de orquesta, el mediapunta (anoche de falso nueve) que determina el pulso del Chelsea. O, lo que es lo mismo, el Messi del Barça.

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Un vacío que el tiempo seguro arregla, porque, como se vio sobre el césped, si el conjunto londinense tiene extra de guindilla es por él. Así, en un duelo con más ritmo que fútbol, con más imprecisiones que festejos, Hazard pidió la pelota y el protagonismo como hizo Leo, que de una vez por todas demostró que no hay kriptonita para su fútbol, tampoco rival ni estadio que se le resista. En su noveno encuentro ante el Chelsea, Messi hizo su primera diana a los ingleses.

Las dos primeras ocasiones de gol explicaron la trascendencia de ambos dieces. Primero fue el Barça, que robó el balón tras el saque inicial y tocó el esférico durante dos minutos hasta que le llegó a Leo y se marcó un eslalon para centrar al área chica, donde no apareció el receptor exigido. Para el Chelsea fue similar, pues Hazard sisó el balón y lo repartió de lado a lado hasta que lo volvió a domar en el balcón del área y soltó un disparo que resultó en un sombrero para el larguero. Advertencia que se repitió para incomodo de Ter Stegen y que evidenció que por más que fallara la puntería —bien lo sabe Willian, que hizo dos postes con dos derechazos de arrea— el plan de Conte funcionaba y Stamford Bridge volvía a ser un paraje árido para Messi, quizá el único estadio y rival que se le resistían.

El peligro de las contras

Tampoco resultó un escenario sencillo para Valverde, que reprobaba con la mirada y el gesto con demasiada frecuencia. No le preocupaba el ataque, asunto de inspiración, sino la transición ataque-defensa porque le revolvía el estómago que los jugadores de banda no cerraran cuando el esférico estaba en la banda contraria, lo que facilitaba la contra del Chelsea y las apariciones de Hazard porque disfrutaba de más espacios.

Pero para negar espacios y líneas de pase, para jugar como un bloque, estaba el Chelsea de Conte. Y Messi, que rezongaba y hacía el molinillo con los brazos, que extrañamente en él transmitía sus sentimientos, se chocaba irremediablemente contra el tabique azul. Sí que puso un centro que Paulinho no completó por poco, sí que trazó un par de jugadas homéricas en las que descontó a cuantos rivales le salían al paso (menos al último) y sí que acumuló balón en zonas poco determinantes. Pero no parecía que fuera a salir triunfante hasta que Iniesta, al más puro estilo Alba, le asistió para que lograra un empate que vale oro. Tablas, en cualquier caso, porque Hazard también dijo la suya al asistir a Willian, que en su tercer disparo hizo diana.

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