_
_
_
_
_

El final soñado de Haimar Zubeldia

Después de 20 años en el pelotón, el ciclista guipuzcoano cuelga la bicicleta en la Clásica, dónde, cómo y cuando quería

Haimar Zubeldia recibe una txapela de manos de su padre, en el homenaje que ha recibido en la Clásica San Sebastián. Parte de las imágenes del vídeo han sido cedidas por EITB.Vídeo: Juan Herrero | EPV
Carlos Arribas

“Alguien quería que yo tuviese el final soñado”, dice Haimar Zubeldia, que este sábado, al lado de Usurbil, donde nació el 1 de abril de 1977, ha colgado la bicicleta al final de una Clásica de San Sebastián que ha disputado con el dorsal número uno. Ha ganado al sprint el polaco Michal Kwiatkowski, pero el protagonista de la jornada ha sido Zubeldia. Quien pensara que no podría haber Tour, o ciclismo, sin la presencia permanente y silenciosa del ciclista guipuzcoano en el pelotón se equivocaba.

Lo de final soñado lo empezó a pensar Zubeldia unos días antes del Tour, que él no debería haber disputado. Sin embargo, su compañero portugués André Cardoso tuvo un problema de dopaje y Luca Guercilena, el jefe del Trek, su equipo, le llamó, sabiendo que como siempre le salvaría la papeleta. “Soy un privilegiado”, dice. “He podido elegir cuándo y cómo".

Lo de carrera soñada, que es la que ha llevado durante 20 años de profesional, de los 20 a los 40 años de edad, no lo dice en alto el ciclista guipuzcoano. Se lo impide su modestia tan conocida. “Soy de muchas emociones y de pocas palabras”, repite a menudo. “No soy muy hablador, solo hablo para decir algo, nunca hablo por hablar. No pensaba que iba a estar tanto en el ciclismo, ni que se fuera a pasar tan rápido”.

Como su forma de correr, siempre regular, buen escalador y mejor contrarrelojista, y con menos victorias en su palmarés de las que habría merecido, la carrera de Zubeldia ha transcurrido sin altos ni bajos. Como su tono de voz, inalterable y tranquilo, que solo se quebró hace cinco años, cuando unos episodios de arritmias entrenando le hicieron temer. “Fue el peor momento de mi carrera”, dice. “Estuve parado unas semanas y no sabía si podría seguir o tendría que dejarlo todo”.

En su carrera prácticamente solo ha conocido dos equipos. Estuvo 11 años en el Euskaltel y luego, en 2009, pasó al equipo de Johan Bruyneel, a quien ha sobrevivido: el belga que dirigió a Lance Armstrong se retiró del ciclismo en 2012. “De joven, desperté expectativas y hasta llegué a creerme algo, pero no. Soy bastante comedido. Sabía que tenía que seguir mi camino. Yo sabía que trabajando, en cualquier equipo podría hace mi carrera. Crecí en el Euskadi a la par que el equipo, con Mayo”, dice. “Y del equipo más local pasé al más global, con Bruyneel. Di el paso en el momento adecuado, y asumí que tendría otro papel”. Era 2009, el Astana de Bruyneel, el equipo del regreso de Armstrong y el del segundo Tour de Contador. Zubeldia fue el punto de equilibrio del equipo en su territorio favorito, que siempre fue el Tour. Lo corrió 16 veces, más que ningún español, y en cinco ocasiones quedó entre los 10 primeros.

Pero todo este canto a la regularidad, al comedimiento, al no hacer ruido, podría no haber sido posible si un día de Tour de 2003, el quinto de Armstrong, su director, Julián Gorospe, hubiera tomado una decisión arriesgada. “Aquel día en el Tourmalet lo recuerdo como quizás el mejor de mi carrera, y tengo la fotografía grabada en la cabeza. Iba muy bien. Íbamos Armstrong, Ullrich, Mayo y yo…, y toda la afición de naranja aclamándonos en las cunetas”, dice. Hamilton y Vinokúrov, con los que peleaban por el podio, se habían quedado. Mayo y Zubeldia solo se tendrían que haber lanzado a fondo en el descenso con para haber mantenido la ventaja o incluso incrementarla en la subida final a Luz Ardiden, pero Gorospe les pidió prudencia bajando, que tuvieran cuidado y no se cayeran. El podio se desvaneció. Terminaron quinto y sexto en la general. Casi 15 años después, Zubeldia no lamenta la oportunidad perdida. “Si aquel día nos hubiera llegado con más experiencia, sabiendo todo lo que aprendí después, todo habría sido diferente, pero nos vino todo de repente. Acudíamos como un equipo modesto. Hay que ponerse en aquel momento…”

Cuando se le pregunta por el mejor director de su carrera, Zubeldia habla de Bruyneel, que “interpretaba muy bien las etapas, sabía cómo manejar las fugas y cuidaba siempre del grupo, que no se desgastara más de lo debido”. Y cuando se le pide que nombre a un compañero, duda más. “He conocido a muchos ciclistas y de cada uno podría coger un poco, pero con Alberto [Contador], con el que coincidí ya en el Tour de 2009, he hecho muy buenas migas”, dice. “Y, claro, me quedaría también con Markel [Irizar] y con mi hermano Joseba, que también fue ciclista conmigo”.

Zubeldia se retira y se irá a la playa con su familia, con su mujer y sus hijos. “Querría seguir ligado al ciclismo de alguna forma y alguna idea tengo”, dice, “pero lo pensaré con calma. Seguiré el consejo de Ivan Basso, con el que estuve hablando un buen rato el otro día: ‘sobre todo, tómate tu tiempo y no te precipites”. Justo lo que ha estado haciendo sus 20 años de profesional que como un soplo se le han pasado volando.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_