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Vera Caslavska, la gimnasta que desafió a la URSS

La checa reinó en Tokio 64 y México 68 y atesoraba 11 medallas olímpicas

Amaya Iríbar
Vera Caslavska con las cuatro medallas de México 68.
Vera Caslavska con las cuatro medallas de México 68.STF (AP)

Vera Caslavska fue una gimnasta tan notable como Larisa Latinina o Nadia Comaneci. Sus siete títulos olímpicos, entre ellos los que la coronaron como la mejor gimnasta en los Juegos Olímpicos de Tokio 64 y México 68, la igualan a las mejores especialistas de su deporte. Pero la checa, que ha muerto de un cáncer de páncreas a los 74 años en su Praga natal, pasó a la historia como algo más, como la mujer que osó desafiar al enorme poder soviético con un simple gesto. En las finales por aparatos de México 68, cuando sonaba el himno de la URSS y se izaba la bandera de la hoz y el martillo para honrar la victoria de una de sus rivales, Caslavska bajó la cabeza, como apesadumbrada, con la mirada perdida. Fue su forma de protestar contra la invasión de su país unos meses antes (y contra los jueces), y una de las imágenes de aquellos Juegos.

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A Vera Caslavska se la recuerda por su enorme moño rubio, su enorme sonrisa y sus ejercicios impecables en todos los aparato. Y por el montaje de suelo de México 68 que, a ritmo de música mexicana, la convirtió en la gran favorita del público. La novia de México, la llamaron.

La checa, nacida el 3 de mayo de 1942, marcó una era de la gimnasia. Si la soviética Latinina reinó en Melbourne 56 y Roma 60, la checa heredó su dominio en Europeos, Mundiales y Juegos Olímpicos. Sumó 11 medallas olímpicas, entre el debut de Roma 60 (plata por equipos), Tokio 64 (oro individual, en salto y barra de equilibrios y plata por equipos) y México 68 (oro individual, en salto, paralelas y suelo y plata por equipos y en la barra). Es la única gimnasta de la historia que ha logrado ganar, en citas olímpicas diferentes, todos los títulos individuales.

México fue el escenario de una de sus más grandes actuaciones y también, el de su boda con otro deportista de élite, el mediofondista Josef Odlozil, plata en el 1.500 de Tokio 64. En la Catedral de México se casaron en una ceremonia multitudinaria, como las estrellas mundiales en las que se habían convertido, poco después de los Juegos que marcarían también la retirada de la gimnasia de Vera Caslavska.

La vuelta a casa no fue fácil. Marginada por el régimen por sus ideas políticas, Vera Caslavska no recuperó visibilidad en su país hasta la llegada de la democracia, cuando Vaclav Havel la recuperó para su Gobierno como asesora. Durante años ni pudo viajar fuera del país ni ejercer como entrenadora o juez.

La tragedia personal también marcó la vida de Vera Caslavska. Separada de Odlozil a finales de los ochenta, este murió como resultado de una pelea con su hijo Martin tras permanecer un tiempo en coma. Su hijo pasó unos años en la cárcel.

El drama de su vida no impide recordar a Caslavska como lo que fue, una de las mejores gimnastas de la historia y una de las grandes estrellas olímpicas. Su ejercicio de suelo de México, sus poses perfectas en la barra de equilibrio, sus giros en las paralelas, su sonrisa y su cabeza agachada en el podio.

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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