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La identidad de Gales

El seleccionador Chris Coleman, que pasó seis meses en la Real Sociedad, es un tipo sin doblez con el que emerge el fútbol de su país

Chris Coleman, ante una bandera de su país.
Chris Coleman, ante una bandera de su país.Clive Rose (Getty Images)

Esta semana le preguntaron a Chris Coleman (Swansea, Gales, 1970), por el Brexit. Intentó no ser muy explícito, aludió a la concentración debida a la tarea que tiene encomendada en la Eurocopa y acabó por mirar hacia sus vivencias para barnizar un sentimiento en las antípodas del aislacionismo. “Para mí fue muy importante poder trabajar en el exterior y espero que los técnicos británicos no tengan limitaciones en adelante para poder hacerlo”. El seleccionador de Gales tuvo dos efímeras experiencias lejos de las Islas, una en el Larissa griego; antes, hace nueve años llegó a la Real Sociedad en un momento crítico, con el club de regreso a Segunda División tras cuarenta años entre los grandes.

“Lo veo ahora en la televisión y pienso que a veces el fútbol es justo. Es un gran entrenador y una persona muy legal”, previene Gerardo García León, aquel futbolista multiusos que fue lateral en una final de Liga de Campeones con el Valencia y en el tramo final de su carrera pasó tres años en la Real. Allí llegó Coleman recomendado por John Toshack, que quiso ver en él un sosías que reeditase su fecunda relación con el club. No fue así. A los seis meses de su llegada, Coleman hizo la maleta quince días después la llegada de Iñaki Badiola a la presidencia. Una cuestión de principios. Renunció a dos años y medio de contrato y no percibió indemnización.

El equipo estaba a un punto de los puestos de ascenso y había remontado tras un inicio complicado porque en sus once últimos partidos apenas perdió uno. “Tenía las ideas muy claras y una capacidad de liderazgo muy alta a pesar de no hablar castellano”, recuerda Gerardo García. “Una persona con mucha verdad, el entrenador más honesto que tuve”, apostilla Gaizka Garitano, jugador entonces de la Real, ahora técnico en el Deportivo. Cuando a mitad de temporada el club, aún con los dirigentes que le contrataron, propuso rebajar el salario de los futbolistas en función de si lograban el ascenso alzó la voz en público y les acusó de esconder sus errores enfocando a los jugadores. No hubo recortes.

Es el entrenador más honesto que he tenido, exigente y con carácter Gaizka Garitano, técnico del Deportivo

Coleman dejó rastro de tipo sin dobleces. Todos los lunes publicaba un artículo en el Daily Mail en el que relataba su experiencia donostiarra, la presión que sentía para lograr victorias, como recibió y rechazó una oferta del Bolton pese al desgarro que le producía estar alejado de la familia, su escepticismo porque llegasen al club unos inversores chinos, su agrado por la costumbre española de no jugar en Navidad o como cada semana celebraba con su segundo Steve Kean una particular liturgia consistente en degustar un chuletón, con “uno o dos” vasos de txacoli [un vino blanco elaborado en Euskadi].

“Sano y llano. Siempre de cara”, describe Gerardo García. Tanto que un viernes por la mañana tras no contestar a ninguna llamada y llegar hora y media tarde a un entrenamiento no buscó excusas para evitar una rueda de prensa prevista. “Mi casa todo agua”, explicó. Y apuntó que se le había estropeado la lavadora y había inundado el piso de sus vecinos. Su voz evidenciaba ronquera. “Estoy acatarrado”, se disculpó. A los diez segundos reculó. “Anoche estaba en lugar equivocado en el momento erróneo y tuve una gran pelea con el txakoli”. No sabía mentir.

El club le abrió expediente, pero valoró su franqueza. Cuando se fue dejó esa estela, también la de un técnico solvente. “Le gustaban los entrenamientos cortos, pero intensos. Metía mucho ritmo y supo mezclar veteranos y jóvenes. No hacíamos el típico fútbol británico, le gustaba elaborar”, apunta Gerardo García. “El día a día era divertido, todo con balón. Pero él exigía, tenía mucho carácter. Ya era así cuando jugaba”, dice Garitano.

Coleman había sido un futbolista de larga trayectoria en Swansea, Crystal Palace y Fulham, donde se retiró con 32 años de edad tras dañarse una pierna en un accidente de tráfico. Reenganchó en el equipo de la vera del Támesis como entrenador y en su primer año acabó noveno en la Premier. Cuatro años después le despidieron cuando estaba cuatro puntos sobre el descenso con cinco partidos por jugar. Entre San Sebastián y Larissa pasó dos años en el Coventry en las catacumbas de la Championship. En enero de 2012 se hizo cargo de la selección de su país para continuar el trabajo iniciado por su amigo Gary Speed, que se había quitado la vida semanas atrás. Gales había ganado cuatro de sus últimos cinco partidos con él y había escalado en el ranking FIFA desde el puesto 112 al 48. Coleman dejó su trabajo en Grecia, donde sufría impagos, y cuatro años y medio después de su llegada a la selección la llevó al top ten por delante de España. “Cambió el fútbol galés. Nos dio una identidad”, explicó Gareth Bale ante el inicio de la Eurocopa. En 1958 Gales jugó los cuartos de final del Mundial de Suecia. Uno de los jugadores de aquel grupo recibió en los primeros días de junio una llamada de Coleman. Quería presentárselo a sus chicos. “Ese equipo es nuestra inspiración”, explicó ayer antes de la cita con Bélgica para entrar en semifinales.

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