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Cristiano socorre a Portugal

La estrella, con una asistencia y dos golazos, alivia a los suyos frente a una descarada Hungría en un partido de locura, sin control, desatado hasta el final

José Sámano
Cristiano, Nani y Joao Mario celebran un gol.
Cristiano, Nani y Joao Mario celebran un gol.Max Rossi (REUTERS)

Y resopló Cristiano tras un día de locura, de desenfreno fuera y dentro del campo. De paseo matinal, arrojó a un lago un micrófono que consideró perturbador e incordiante. Ya de corto, reinó en un partido que pedía camisas de fuerza, desatado, con golazos, vaivenes en el marcador, Portugal eliminada más de un rato y creyendo que al final su cruce sería con Inglaterra. Desmentido, un gol postrero de Islandia le cambió el paso y ahora se medirá a Croacia.

Toda una intriga para una trama en la que CR engordó su hoja de servicios particular mientras su selección se convirtió en la primera en clasificarse sin ganar un partido. Y todo a ojos de un portero de 40 años, Kiraly, que juega con lo que hoy sería un pantalón de pijama y en sus años mozos debió ser un chándal. Un partido para no parpadear.

Beneficiada por el nuevo formato de la Eurocopa de 24, Portugal se alivió después de un mal trago considerable. En su peor partido del torneo, respiró por Cristiano, esta vez sí un socorrista de bandera. Hungría —cuánto fútbol de alta escuela evoca su feliz regreso a la élite— le plantó cara con su juego veloz y distendido. Los húngaros ya estaban clasificados, pero, tras muchas décadas de barbecho, ansían victorias de tronío. Los muchachos, y no tan muchachos como Kiraly, de Bernd Storck no se arrugaron ni con cuatro titulares de reservistas para protegerse de una sanción. Plantearon un duelo dislocado y Portugal entró al trapo. Hasta que CR sacó el mazo, hubo más pelotazos de Pepe que fútbol. Poco benefició a los lusos aceptar el envite desabrochado de su rival.

A los veinte minutos comenzaron las tiritonas portuguesas con un trallazo de Gera desde fuera del área. Un futbolista con el que soñaron los herederos de Kubala, Hidegkuti, Czibor y Puskas, pero se quedó en el pelotón. A los 37 años, al menos conserva dinamita en la zurda. Portugal vivía un tormento, con las costuras abiertas de otro jugador al borde de la jubilación, Ricardo Carvalho, de 38 años, al que el exmadridista Szalai, dejaba retratado en combate. El equipo de Fernando Santos tenía a Moutinho, su mejor arquitecto, por un mero apeadero. El único con criterio en la verbena era Elek, un futbolista con tacto.

Salvo Elek, todo el mundo, húngaros, incluidos, quería correr, chocar, brincar, esprintar. Sin riendas, el partido era de casino hasta que se iluminó Cristiano. Su asistencia a Nani para el empate antes del intervalo fue un segundo aire para los suyos. Aún les haría falta un tercero, un cuarto...

Cuando parecía que Portugal tomaba aliento, nada más dejar la caseta para el segundo acto, salió a escena Dzsudzsak, capitán magiar. Pepe despejó con el juanete, Carvalho llegó una hora tarde, y falta para Hungría. Dzsudzak disparó y Andre Gomes, el valencianista, movió el codo en la barrera. La pelota salió en dirección contraria a Rui Patricio. Portugal, otra vez estaba en la lona, con un pie de vuelta a casa. Y no digamos cuando Lovrencsics invadió el rancho de Pepe y Carvalho y su remate se fue por un pulgar.

Taconazo exquisito

Antes de que el ataque de nervios fuera a más, Portugal encontró a su estrella, capital en el rescate. Y con mayúsculas. Porque exquisito fue su taconazo para evitar la custodia de Lang y embocar el 2-2 tras una asistencia lateral de Joao Mario. Un gol para rebobinar y rebobinar. Eficaz, ingenioso y de una pericia técnica extraordinaria. Una belleza.

Cuando parecía restaurado el orden, de nuevo Dzsudzsak sacó a pasear el apellido. Y su zurda, con la que con un zapatazo desde una esquina del área batió a Rui Patricio. Si antes había sido André Gomes quien le hizo una jugarreta a su portero, esta vez fue Nani, que metió el tacón y cambió el vuelo de la pelota. A CR se le llevaban los demonios.

A los cornetazos del astro luso, el primero, y único, en sumarse fue Joao Mario, un producto de ese gran caladero de extremos en serie que ha sido siempre el Sporting de Lisboa: Futre, Figo, Cristiano, Quaresma, Simao... Otra jugada suyo sirvió para que CR cabeceara como un ángel suspendido en la atmósfera y con un golpe de cuello para enmarcar. Otro gol a la altura del autor, del único que conoce que haya marcado en siete fases finales entre Eurocopas y Mundiales. Anillos como solista no le faltan. Con Portugal tendrá que multiplicarse más si cabe. Y casi tuvo que acudir a un tercer rescate cuando Lovrencsics aún se descaró con un tiro al poste. Tan disparatado acabó todo que CR, tras un día de furia, no se enteró de su próximo reto hasta que le chivaron el gol de Islandia y su cita con Croacia. La hora que pedía España. Para Hungría, una resurrección por la que aplaudir. Y, encima, con honores como primera de grupo.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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