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Ensayo general con equipo de Froome en los Alpes

Pinot le gana a Bardet la etapa reina del Dauphiné, controlada por el Sky del líder

Carlos Arribas
Pinot se adelanta a Bardet en la cima de Méribel.
Pinot se adelanta a Bardet en la cima de Méribel.Rafael G. Riancho

Aunque solo un col se llame la Madeleine, hablando de bicicletas todos los Alpes son proustianos inevitablemente, territorio del recuerdo y de Alberto Contador, que sintió una llamada a la que no pudo responder oui. En Méribel, la subida a la que la memoria del aficionado Tour solo asocia la figura de Bernard Thévenet bajo el aroma Luis Ocaña cosecha 73 y el diluvio, se hizo rey el ciclismo populista de siempre de los franceses, el de los corredores del orgullo que para confortar a los seguidores cuyo amor se disputan y a sí mismos atacan y buscan la etapa al día siguiente de haberlo perdido todo. Para organizar su ataque, Romain Bardet, Pili, utilizó a todo su equipo durante toda la etapa; Thibaut Pinot, Mili, se aprovechó de su rueda. Ganó Mili a Pili, que rozó también el maillot amarillo y tampoco lo tocó. Por detrás, frío y controlador, ajeno a Proust, al aire y la luz de los Alpes, a la poesía y a las vacas pastando en los prados esmeralda, y al significado de la Madeleine y su asfalto tan francés de grano gordo, el gigante que ascendieron a ritmo sostenido contra la percusión sincopada de Contador irredento, Chris Froome de amarillo casi Tour aprovechó la etapa reina para seguir con sus pruebas de cara al Tour. Tocaba ensayo general con equipo. Examinó y puso buena nota a Mikel Landa y Sergio Henao, sus escaladores que nunca han corrido el Tour.

En Colombia, en su Tunja, Nairo Quintana retrasa estos días sus entrenamientos para sentarse como espectador analista ante el televisor. El tercer hombre del Tour estudia, toma nota e interpreta. A veces le cuenta lo que piensa a los que con él ven la etapa. El viernes, el día en que Froome le dio fuerte a Contador en su misma cara, Nairo, quien cuando huele o ve los Alpes se siente transportado, dijo que le había sorprendido que el británico se levantara del sillín para atacar, y que se mantuviera buen rato de pie. El sábado, seguramente apreciaría como Wouter Poels, ya clave para Froome en el Tour del 15, y los nuevos Landa y Henao supieron mantener continuo el ritmo más apropiado para su jefe, quien simplemente aceleró en los últimos 800 metros, y de pie sobre los pedales de nuevo, para mantener su liderato y para, de nuevo, poder mirar por el retrovisor a Contador incapaz de aguantar su acelerón.

Al ataque conjunto de Bardet y Pinot, Contador intentó sumarse con su Roman Kreuziger y con su peso específico, para cambiar la carrera, no para simplemente adornarla. En la etapa del domingo, más abierta a ataques lejanos e incontrolables por Laffrey y el Noyer, donde después de que Agostinho le preparara el terreno, Ocaña lanzó el ataque para su llegada triunfal a Orcières-Merlette en 1971, el chico de Pinto, condenado al ataque desesperado, seguramente lo intentará de nuevo. Y de nuevo Froome, el director y su batuta, aprovechará para seguir ensayando ritmos con su orquesta, aunque esta vez, seguramente, será más complicado. Mientras, Nairo, se subirá a un avión. El jueves le esperan los Pirineos, el Tourmalet de la Ruta del Sur, la carrera de su regreso a Europa.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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