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HISTORIAS DE UN TÍO ALTO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los Lakers y la infidelidad

Ante la magistratura cotilla el jurado determina que Nick Young es culpable por mentir y engañar a su prometida. Cualquier equipo de la NBA debería evitar contratarle

Nick Young.
Nick Young.Richard Mackson (USA Today Sports)

La semana que viene empieza lo serio de la NBA: los ‘playoffs’. Entonces tocará hablar de si los Golden State Warriors se están quedando sin combustible emocional, si los Cleveland Cavaliers están uniéndose justo a tiempo para afrontar las eliminatorias, o de si la mejor temporada regular de los San Antonio Spurs es una garantía para ganar el anillo.

Pero eso será la semana que viene. Aún tenemos tiempo para cotillear.

Con la interminablemente horrible temporada de Lakers a punto de acabar (por fin), hace un par de semanas se filtró un vídeo del escolta del equipo, Nick Young, confesando una aventura de la que su prometida, la rapera y/o estrella del pop Iggy Azalea, no tenía ni idea.

Más allá de su irrupción en las cavernas de Internet, la historia se centró en la fuente: ni más ni menos que el escolta novato D’Angelo Russell, que grabó la confesión espontánea de su compañero sin que éste lo supiese. Todo el mundo se puso a analizar cómo Russell había sido condenado al ostracismo por sus compañeros, aislado del equipo como si se hubiese contagiado con el Zika.

Los deportistas tienen fama de ser infieles probablemente porque, a menudo, lo son. Mi sorpresa era que cuando se lo contaba a personas ajenas al deporte, su única respuesta era encogerse de hombros. “¿Qué esperaba?”, parecían querer decir

Pero lo raro, al menos para mí, es lo poco que se ha hablado de que Young es, bueno, un mentiroso.

Hace un tiempo, en una pretemporada con los New Orleans Hornets, subía al hotel con otro jugador. Mientras nos despedimos pude escuchar una voz femenina saliendo de su habitación. Por lo que me habían contado, él estaba casado y su esposa seguía en su casa en Nueva Orleans.

Obviamente no fue el único jugador al que vi echar una cana al aire. De hecho, los atletas profesionales tienen fama de ser infieles y si la tienen es probablemente porque, demasiado a menudo, lo son.

Mi sorpresa era que cuando se lo contaba a personas ajenas al deporte, su única respuesta era encogerse de hombros. “¿Qué esperaba?”, parecían querer decir. Y aunque por un lado tenían razón, lo que hace un hombre en su cama es asunto suyo, por otro está lo que nos dice el sentido común.

Las grandes empresas, los grandes negocios, los grandes equipos tienen en común que todos se basan en la confianza. Y pocas traiciones pueden compararse con engañar a tu esposa (o a tu prometida). Y aunque eso no quiere decir que alguien infiel sea automáticamente un pozo de escoria o que esa infidelidad signifique una ruptura de cualquier tipo de crédito, lo cierto es que, en mi experiencia, la correlación parece ser bastante alta.

Tampoco estoy diciendo que debamos alabar lo que hizo D’Angelo Russell, su grabación probablemente sería desestimada en cualquier juzgado. Pero no estamos ante cualquier tribunal sino ante la magistratura cotilla y aquí el jurado determina que Nick Young es culpable. Es un mentiroso, un infiel y cualquier equipo de la NBA debería ser consciente de que debería evitar contratarle.

Al menos, quiero decir, si están interesados en alcanzar los próximos ‘playoffs’. Los mismos de los que ya hablaremos. La semana que viene.

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