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Día 3. Tormentón

El autor descifra las claves de la derrota de la selección española ante Italia en su tercer partido del Eurobasket

Los jugadores de Italia celebran la victoria ante España.
Los jugadores de Italia celebran la victoria ante España.J.C. Hidalgo (EFE)

Cayó en Berlín una tormenta de triples y España terminó empapada y tiritando. Fue un chasco mayúsculo después de las buenas sensaciones emitidas ante Turquía, donde pareció que el equipo había empezado a carburar. Pero el pasito hacia delante se convirtió en uno hacia atrás que complica mucho el camino hacia la soñada final. Las posibilidades de que España termine bien colocada son ya escasas, aunque teniendo en cuenta que ahora lo que está en juego es la simple clasificación para octavos, igual lo del puesto debería pasar a un segundo plano.

Hace tiempo que Italia dejó de ser la Italia que asustó durante décadas. Aquellos equipos aguerridos, organizados, rocosos y que ponían por delante la defensa sobre cualquier otra cuestión ha dado paso a algo diametralmente distinto. El orden se ha trasformado en cierta anarquía, invitan a jugar a 90 puntos en lugar de 70, su hombre alto de referencia, Bargnani, tiene alergia a la zona y la mejor virtud de todos sus grandes jugadores es común: las enchufan que da gusto.

A priori, o al menos hasta ahora, cualquier invitación a intercambiar canastas le iba de maravilla a España. Muchas veces hemos visto cómo en este debate, eran siempre los contrarios los que terminaban claudicando, pues a España los puntos les salían hasta de las orejas. Esta vez, el pozo se secó antes para los nuestros que para los italianos, que encontraron en Belinelli y Gallinari dos auténticos killers que terminaron por desmoralizar a la tropa española.

Si ya es difícil jugar contra un equipo cuando uno de sus jugadores entra en ignición, hacerlo contra dos iluminados se vuelve tarea hercúlea. Además, que lo hiciesen a base de triples lo hace sicológicamente más complicado, pues valiendo lo mismo, retumba más en la cabeza de los jugadores dos triples seguidos que tres canastas de dos. Aunque visto que ambos jugadores terminaron dando la sensación que eran capaces de meterlas hasta tirando de espaldas y con los ojos cerrados, tuviesen quien tuviesen delante, su defensa, o mejor dicho, su no defensa, invita a una reflexión.

Por segundo partido (y segunda derrota), un cuatro abierto nos ha hecho un roto. Ni Felipe ni Mirotic han aprobado el examen en sus emparejamientos con gente como Beljica o Gallinari. Sufren para moverse lateralmente tan lejos del aro y se quedan enganchados en los bloqueos. Eché en falta un intento de solución, al menos un intento para ver qué pasaba, con gente como Claver o Aguilar.

En el caso de Belinelli, parte de su raíz es común con el caso de Gallinari. En estas ocasiones era el hombre pequeño el que tenía que soportar los bloqueos, y si a la ligereza de nuestra tropa exterior para soportar embistes de los armarios de tres cuerpos, se une las pocas ayudas que recibían de los pívots en el bloqueo y continuación, el cirio estaba montado. Varios de los triples de Belinelli llegaron con un simple bloqueo de uno de sus pívots que les dejó con espacio suficiente como para tirar con cierta comodidad mientras que nuestros hombres altos, sobre todo Gasol, seguían con la jugada a distancia.

Mientras todo esto ocurría y nuestra canasta era taladrada una y otra vez, el juego exterior naufragaba en su intento de echar una mano en la anotación, que dependía casi exclusivamente de Pau Gasol. Comienza preocupar el estado de la pareja de bases madridistas, clave en esta selección. Sergio Rodríguez, como le pasó el día de Serbia, estuvo irrelevante, que es lo peor que se puede decir de un jugador como él y Llull sigue sin encontrarse, ni en la pista ni es su tiro. Sin desmerecer ni mucho menos a Pau Rivas, del que me declaro fan y que lo está haciendo excelentemente, el que su presencia sea tan o más notoria que la de sus compañeros en esa vital posición quizás no es la mejor noticia.

Total, que encajando triples como churros, con pocos argumentos ni defensivos ni ofensivos, unos cuantos jugadores vitales nuevamente desenfocados y un ánimo general mejorable, a España se le ha puesto cuesta arriba el europeo. La cara más cruda de nuestra actual realidad se volvió a mostrar: jugar al 50% ya no nos vale. Con la limitación de ciertos recursos (o falta de abundancia, que es lo mismo pero más positivo) el equipo español está obligado a rendir mucho más si quiere no ya sacar el pasaporte a Río, sino simplemente alcanzar las rondas eliminatorias. Todo lo que sean versiones grises como la de Serbia o Italia, tienen como penitencia una segura derrota. Tengamos quien tengamos delante.

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