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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El deporte de morir

Accidentes como el de Carral ocurren cada cierto tiempo en el mundo del Rally, un deporte periódicamente mortal

España se ha puesto a llorar. A mirar la escalofriante aparatosidad de las imágenes del rally de A Coruña (el morbo cercano de unos vídeos que siempre funcionan entre la audiencia) y luego, ante el fatal desenlace, a lamentarse sobrecogida. Ocurre cada cierto tiempo, es la monotonía aceptada y desatendida, casi fomentada, de un deporte periódicamente mortal.

Como esta vez los medios se han animado a contar la tragedia, incluso a llevarla a sus portadas, la conmoción ha sido mayor. Hasta el presidente del Gobierno, y su brazo deportivo, el Consejo Suerior de Deportes, se han arrancado con emotivos tuits de condolencia. Tal vez, una manera de sortear el remordimiento de mirar durante tanto tiempo hacia otro lado, de la pasividad mostrada en dramas similares (Tenerife en octubre; hace un año en Cantabria...).

Hay deportes mucho más arriesgados para quienes lo practican, pero ninguno, ni de lejos, con tanto peligro para el espectador. Casi siempre por su propia imprudencia (o la de sus padres). Episodios de temeridad comprendidos y consentidos por quienes vigilan, también por quienes comparten el vicio de sentir tan de cerca el riesgo y la velocidad. Pero ni siquiera hace falta. Basta un simple error para que la física demuestre una y otra vez que, incluso obedeciendo las recomendaciones de seguridad, el hombre, la mujer y el niño están en abrumadora desventaja frente a un auto que circula a su lado a toda potencia. El rally mata. Es una evidencia, por más que las autoridades, los periódicos y los aficionados se desentiendan. Un suicidio consentido.

Carral nos ha puesto de nuevo a llorar. Pero nadie hará nada. La estadística es tan terrible como la indiferencia que la acompaña. Los hooligans de los rallies, que son multitud, se declararán ofendidos por quienes cantan la cruda realidad; los llenarán de insultos y amenazas: cuidado con acercarse. Los periodistas del sector agacharán en silencio la cabeza. Los que mandan se recogerán. No pasará nada. Mi más sentido pésame, qué se le va a hacer y a otra cosa. Hasta que dentro de unas semanas otra maldita curva nos llene de pena. Hasta que el rally vuelva a matar.

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