Dos aspirantes, un solo reino
Nadal debuta el miércoles con Gabashvili en Montecarlo, donde Djokovic defiende el título y arranca su asalto al número uno
La escena no escapa a los fotógrafos. Antes de que el martes Novak Djokovic debute en el Master 1.000 de Montecarlo, donde abrumó en 45 minutos a Albert Montañés (6-1 y 6-0), el serbio se sienta a tomar café con la muñeca izquierda vendada. Completado el debut con una cinta de fisioterapia recorriéndole todo el antebrazo, el número dos mundial y defensor del título se niega a comentar su dolencia. El detalle no es menor. Nole asalta en la gira de arcilla el número uno de Rafael Nadal, que hoy (Tdp y C+D, tercer turno de la jornada) comienza su andadura contra el ruso Gabashvili. El español protagoniza ahora el papel de perseguido. Ni la sacrosanta arcilla es ya lugar seguro para él. Aunque manda 13-3 en sus enfrentamientos en la superficie contra el serbio, Nadal solo comanda 4-3 los últimos siete y perdió en 2013 la final de Montecarlo, su templo.
“Cuando Djokovic está bien, como en la final de Miami, Rafa sufre, porque el otro le domina mucho”, valora Emilio Sánchez Vicario, exseleccionador español. “En ese caso hay que esperar a que baje, si no es difícil. Es como Rafa con Roger [Federer], pero al revés”, continúa el técnico antes de introducir en la ecuación del enfrentamiento la variable del cambio de superficie (del cemento de Miami a la tierra de Montecarlo). “Aquí, en tierra, con el buen Djokovic, Rafa también sufre”, dice. “Solo hay que recordar las semifinales de Roland Garros del año pasado, en las que Djokovic tuvo ventaja para 5-3 en el quinto set y tocó la red. Al final Rafa ganó por poco. La gran oportunidad para Rafa es que al otro en tierra le cuesta más mantener ese nivel. No le hace tanto daño. Ahí todo se compensa un poco”.
Tengo que volver a aprender a construir los puntos. Es cierto que es más fácil para mí que para los que empezaron a jugar en dura cuando eran jóvenes. Pero yo también necesito tiempo Rafael Nadal
El escenario es nuevo. Nadal es el tenista que más ha dominado una superficie en toda la historia de su deporte (suma un 93,4% de victorias en tierra; por el 87,1% de Roger Federer en hierba y el 82,7% de Jimmy Connors en cemento). Sin embargo, Djokovic es algo más que un pretendiente con credenciales. Es un tenista que ya le ha ganado tres finales en su paraíso. Uno que ambiciona Roland Garros, el único grande que le falta. El mismo que persigue el número uno amparado en las matemáticas: si el español defiende 5.500 puntos de aquí al final del grande de la arcilla, el serbio solo tiene que responder por los 1.910 de su gira de 2013.
“Necesito tiempo para adaptar mi juego y para encontrar mi ritmo”, reconoció el mallorquín sobre la transición cemento-arcilla. “Tengo que volver a aprender a construir los puntos. Es cierto que es más fácil para mí que para los que empezaron a jugar en dura cuando eran jóvenes. Pero yo también necesito tiempo”.
El tiempo de la preparación ya se ha acabado. Solo queda la lucha por los títulos. Hay dos aspirantes, un puñado de perseguidores peligrosos —David Ferrer, por ejemplo, ganó 6-3 y 6-0 a Chardy; y Grigor Dimitrov tumbó 6-2, 4-6 y 6-2 a Granollers— ... y un solo reino.
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