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Hleb, el regreso del ‘pay per game’

El excentrocampista del Barça, que nunca se adaptó al juego de Guardiola, ahora dirige el fútbol ofensivo del BATE y de la selección bielorrusa

Hleb, en un amistoso contra Alemania en 2008.
Hleb, en un amistoso contra Alemania en 2008.Lars Baron (Bongarts/Getty Images)

Casi dos años después, Alexander Hleb (Minsk, 1981) ha vuelto a la selección de Bielorrusia aupado por su buen momento de forma y su liderazgo en el BATE Borisov, la gran revelación de la Liga de Campeones tras sus victorias ante el Lille (2-3) y el Bayern de Múnich (3-1). Su última internacionalidad fue en febrero de 2011 ante Kazajistán (1-1). Para entonces, ya había emprendido el carrusel de cesiones que deparó su oscuro paso por el Barcelona, al que llegó en 2008 procedente del Arsenal previo pago de unos 17 millones de euros.

Nunca se adaptó ni al club ni al sistema de juego de Guardiola, para el que fue una frustración su fracaso. “La verdad es que fue genial vivir en Barcelona y jugar en el Barça con un grupo de jugadores como Iniesta, Xavi o Messi. Me gustó, lo que pasa es que en esos momentos no lo valoré suficientemente. Tenía muchas ambiciones y quería jugar más, me enfadaba y quería más. Por eso tuve algunos conflictos con Guardiola, aunque ahora entiendo que eran tonterías y rabietas de niño pequeño”, reconoció recientemente.

Hleb llegó al Barcelona como un futbolista vertical, capaz de jugar en distintas posiciones del centro del campo y ofrecer soluciones ofensivas distintas. Nada de eso apreció la hinchada azulgrana, que desde su paso por el Camp Nou se hace una pregunta irónica cada vez que llega un jugador nuevo al club: “¿Es un Hleb?”. Cuando perciben que no, suspiran aliviados.

El fichaje de Hleb se recuerda en el club como una de las mayores decepciones de los últimos años. Gozó de oportunidades que no supo aprovechar. Dejó señales evidentes de ser un tipo introvertido, además de ser posteriormente un jugador complicado de recolocar en el mercado cuando las lesiones se cebaron con él.

Stuttgart, Birmingham y Wolfsburgo lo tuvieron a préstamo, pero no levantó cabeza. En este último club alemán, su devaluación llegó hasta el punto de que llegó a firmar un contrato según el cual cobraba por partido jugado. Pay per game, le llegaron a apodar en la Bundesliga, en la que el sindicato de jugadores puso el grito en el cielo por esa relación contractual tan peculiar. Con todo, Hleb es un ídolo absoluto en Bielorrusia. Ayer, a las puertas del hotel de la selección española, del grupo de cincuenta personas que esperaban a los jugadores, más de la mitad llevaban banderas y bufandas del Arsenal, herencia de su exitoso paso por los gunners. Los aficionados buscaban autógrafos de Cazorla y Cesc. Este último tampoco entendió el fracaso de Hleb en el Barcelona.

Ahora, tanto en el BATE como en la selección dirige el juego ofensivo, junto a Bressan, brasileño nacionalizado bielorruso. “Bressan es más creativo y Hleb más vertical, su retorno ha sido muy bueno para el fútbol bielorruso. Parecía que ya no estaba para jugar, pero está mucho mejor de lo que yo pensaba”, aseguró a Efe el español José Pastor, preparador físico del BATE.

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