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Ferrer, un metrónomo

El español tumba a Hewitt y jugará los octavos por décima vez en los últimos diez grandes, algo solo logrado por Federer y Djokovic

J. J. MATEO
Ferrer, durante su partido contra Hewitt.
Ferrer, durante su partido contra Hewitt. JASON SZENES (EFE)

“¡Vamos!”, grita en perfecto castellano el australiano Lleyton Hewitt. Queda mucho del viejo Rusty en este tenista de 31 años que solo ha ganado 13 partidos en 2012. Está ese feroz espíritu indomable, a la vez provocativo y admirable, que le hace jugar por encima de las posibilidades de sus piernas. Están esos maravillosos golpes al contraataque, cambios de dirección endemoniados que vuelan pese a las operaciones que zurcen su cadera. Y está, claro, esa cara roja de diablo, la marca de un tenista que fue y es un eterno defensor de causas perdidas, un infatigable cazador de remontadas, y que en la tercera ronda de Nueva York estira hasta las 3h 12m a David Ferrer, el número cinco del mundo, que le vence por 7-6, 4-6, 6-3 y 6-0. El español tumbó al número 125 y se metió en los octavos de final de un grande por décima vez consecutiva. Todo un metrónomo competitivo.

El dato resume las frustraciones de una carrera en la que los sudores no han ido en paralelo a la recompensa de los trofeos. En las últimas diez citas del Grand Slam, todas las disputadas desde Roland Garros 2010, solo tres tenistas han jugado siempre octavos: el suizo Roger Federer, que en la madrugada del sábado eliminó por 6-3, 6-4 y 6-4 a Fernando Verdasco; el serbio Novak Djokovic, que ayer se deshizo por 6-3, 6-2 y 6-2 del francés Julien Benneteau, y Ferrer.

Corretja cuenta con él para la Copa Davis, donde la participación de Nadal está en duda

El número uno mundial y el número dos se han repartido cinco grandes en ese tiempo. El alicantino, pese a mantener una regularidad de la que no pueden presumir ni el británico Andy Murray ni Rafael Nadal, por ejemplo, no ha ganado un torneo del Grand Slam y tampoco ha disputado final alguna en los de la máxima categoría: en ese periodo se asomó a las semifinales del Abierto de Australia 2011 y de Roland Garros 2012.

“Es difícil ganar porque hay jugadores muy buenos. Los cuatro primeros, aunque no esté Nadal, marcan diferencias. Son muy regulares, muy estables y tenísticamente son mejores que los demás”, advirtió Ferrer en una rueda de prensa en Nueva York, la ciudad que le vio alcanzar su primera semifinal grande (2007) y en la que se enfrentará por un puesto en los cuartos al vencedor del duelo entre el francés Gasquet, al que domina por 7-1 en los enfrentamientos particulares, y el estadounidense Johnson, el número 245. “No estoy a mi mejor nivel. Me siento cansado”, avisó.

Observado desde la grada por Àlex Corretja, el seleccionador español, que está deseando contar con él para las semifinales de la Copa Davis que España disputará dentro de dos semanas contra Estados Unidos, en la que cada vez es más improbable la participación de Nadal en los partidos individuales, Ferrer eliminó a su “ídolo”, el campeón de 2001 y ex número uno, el único tenista del que tiene una camiseta firmada. Entonces, levantó los brazos. Extasiado, miró a Javier Piles, su técnico de siempre. “¡Vamos!”, gritó, sin ninguna ironía. A los 30 años, su apuesta por conseguir algo grande sigue viva.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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