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El Barça llega a las favelas

La Fundación azulgrana transmite valores como pauta de conducta entre los niños brasileños

Río de Janeiro -
La Villa Carlos Castilho, en el Complejo de favelas del Alemão de Río de Janeiro, donde desarrolla su programa el Barça
La Villa Carlos Castilho, en el Complejo de favelas del Alemão de Río de Janeiro, donde desarrolla su programa el BarçaFundació del FC Barcelona

El 28 de noviembre de 2010 el pequeño Hugo Leonardo Filho tuvo que quedarse en casa. Su madre no dejó que nadie abriese la puerta de la planta baja de dos habitaciones. A escasos quinientos metros de allí, 2.600 hombres de la policía y el ejército se preparaban para invadir el Complejo de favelas del Alemão, en la que se convirtió la mayor operación contra el narcotráfico de la historia de Río de Janeiro. Desde entonces la vida en la ciudad ha cambiado, empezando por el propio barrio. No en vano, el propio alcalde, Eduardo Paes, prometió entonces que firmaría un decreto para declarar aquella fecha como “día de la refundación de Río”.

Un año y medio largo después de aquello, el todavía pequeño Hugo se calza las botas y sale feliz, con una pequeña pelota por el callejón de su casa hacia la Villa Olímpica Carlos Castilho, el complejo deportivo contiguo a la calle por donde aquel día subían los tanques. Hoy mira a ambos lados antes de cruzar y lo que se encuentra es un flujo constante de coches, pero ni rastro de las escenas de guerra que se vivieron a la misma puerta del lugar donde más le gusta pasar el tiempo: el campo de fútbol.

Hoy Hugo es uno de los 250 beneficiarios del programa FutbolNet desarrollado por la Fundació FC Barcelona en el barrio de favelas más paradigmático de Río de Janeiro. Aquí se agolpan, apretujadas en 13 comunidades, 70.000 personas. El marco, de tan abigarrado, parece un decorado cinematográfico: una pequeña pero coqueta ciudad deportiva en el medio de un mar de ladrillo sin revestir, miles de cables cruzados, el ruido de los perros, la gente y la música a la altura de las cometas, que acarician las cabinas del teleférico inaugurado hace un año, tras la pacificación. La Villa tiene ya diez años, cuando el Alemão ya aparecía como el barrio de menor índice de desarrollo humano de Río de Janeiro. En aquel tiempo, cuentan los vecinos, muchas veces los niños no podían usar la piscina porque allí se refrescaban los narcotraficantes. Su salida de la favela permitió que se volviera a nadar en la piscina y para que las otras instalaciones, especialmente el campo de fútbol, alcanzaran otra dimensión de acompañamiento a la deportiva: la social. Ahora varias entidades internacionales, en alianza con las autoridades locales, desarrollan proyectos de inclusión. Hoy cuelga de la puerta de la ciudad deportiva un cartel que anuncia un clínic de la fundación de la NBA y otro con el Festival de FutbolNet de la fundación barcelonista. “Perseguimos transmitir valores como pauta de conducta. Y creemos que FutbolNet lo consigue con los niños, adaptándolo a cada lugar donde lo desarrollamos”, afirma su director general, Josep Cortada, que recita los números de una entidad que para la temporada 2010-2011 presentó un presupuesto de cerca de 6 millones de euros.

Belletti posa con uno de los niños del programa.
Belletti posa con uno de los niños del programa.Fundació FC barcelona

La fundación recibe el 0,7% del presupuesto del Barcelona y además, desde 2010, el 0,5% de los salarios de los integrantes de las cinco secciones profesionales del club. Se multiplican las alianzas con otras fundaciones, pero la niña de los ojos es el programa FutbolNet, que funciona en Cataluña desde el año pasado. Se trata de una actividad de una hora, dos días por semana, durante los meses de colegio en Brasil, para que niños y adolescentes de entre 8 y 16 años utilicen el fútbol como herramienta para desarrollarse como personas en un entorno vulnerable. Siguiendo una metodología pedagógica, los formadores tiran de un manual en el que aparecen reglamentados, por módulos, seis valores: compromiso, respeto, tolerancia, trabajo en equipo, responsabilidad y esfuerzo. Esos son los pilares que Cortada defiende como patrimonio del club, aunque no estén escritos en ningún estatuto: “Van en nuestro ADN”, afirma orgulloso. Y esa carga genética la intentan transmitir sobre terreno, con el juego y las charlas: la vida disfrazada de fútbol. Lo que le gusta a Hugo, al que dejamos con las botas puestas.

Con 12 años ya ha repetido curso. Pero en los dos últimos años ha mejorado exponencialmente su escolaridad y en los últimos meses, dice su madre, Vania, de 29 años, su comportamiento es ejemplar. El propio Hugo tiene la lección bien aprendida. Cuando se le pregunta qué le aporta FutbolNet, no duda: “He aprendido a guardar respeto al compañero o al otro equipo, y fuera del fútbol, a mi familia. ¡Ah! Y también a no faltar a clase y a jugar siempre dentro de las reglas”. Hoy Hugo va a una de esas clases o sesiones. Todos se reparten en equipos y escuchan atentamente a la formadora. Se llama Diane Sousa y su vida podría ser la de cualquiera de ellos. Con 19 años y un aplomo de 40, cuenta que en su infancia era discriminada por querer jugar. Y contra eso lucha a través del fútbol: “Es la única arma que permite tener a 22 personas jugando en un campo y miles de millones viéndolos por una pantalla, así que está claro que tiene un poder enorme”, comenta.

El programa FutbolNet en el barrio más paradigmático de Río tiene 250 beneficiarios

Eso mismo pensó una ONG colombiana hoy asociada al Barcelona para el proyecto. Fútbol por la paz nació en Medellín tras el asesinato del futbolista Andrés Escobar tras el Mundial de Estados Unidos de 1994. La tragedia despertó la indignación pero también abrió nuevos caminos a la paz, como lo demostró esa ONG. Para sus integrantes todo se reducía a un principio lógico: si el fútbol es un motivo tan poderoso como para matar, también tiene que serlo para ayudar a la gente. Y así inventaron el football3, que aplicaron en Medellín y que hoy se sigue al dedillo en FutbolNet. Consiste en dividir la sesión en tres tiempos: uno para establecer las normas, otro para el partido, mixto y sin árbitro, y un tercero para evaluar lo que se ha hecho. Todo bajo un reglamento que se inventa en cada partido y que ayuda a modificar comportamientos y enterrar prejuicios.

Aprendo a respetar al compañero, al rival y a la familia” Uno de los participantes en el programa

La favela es un hervidero de chavales el día del Festival FutbolNet. Acuden a verlos autoridades brasileñas y también españolas. La Infanta Elena está presente como responsable del área de acción social de la Fundación Mapfre, que forma parte del proyecto. Y aparece Juliano Belletti, ex jugador del Barça, que se mete en uno de los partidos en juego. Mientras, un grupo de niños se agolpan ante las rejas de la cancha, donde están colgados los horarios de partidos: muchas cabezas con crestas de mohicano al estilo de Neymar, el último ídolo brasileño, se hacen hueco para ver a qué hora juegan sus equipos, cuyos nombres no dejan lugar al equívoco: Europa Juniors, Barcelona, Nike, Adidas y, sí, Real Madrid. No es casualidad que uno de los mayores esfuerzos de los formadores sea el evitar que los niños crean que FutbolNet es un laboratorio de cracks con billete de ida a Europa.

Aunque allí delante esté un campeón de Champions, con gol incluido en la final de París en 2006, porque, se les insiste, Belletti ha llegado a la elite por talento pero también por esfuerzo. La preocupación la describe así el propio director de la fundación: “El Barça es un imán, pero hay que hacerles entender que no estamos aquí para buscar al nuevo Neymar o el nuevo Messi, sino para transmitir valores. Nosotros tenemos la obligación de rebajar expectativas. Y a la vez conseguir que esto ayude a cambiar la vida de los chavales: reducir el fracaso escolar y la violencia”, asegura Cortada, que sueña con ampliar el programa a las 15 Villas de Río de Janeiro antes de 2016.

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