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A tu nombre, profesor

Anónimo como había sido durante la vida, viajante de farmacia como fue durante mucho tiempo antes que técnico y coordinador de fútbol base del Futbol Club Barcelona, a Oriol Tort seguramente le hubiera abrumado el acto de anoche en la Ciudad Deportiva Joan Gamper. Tort nunca trabajó para nadie sino que siempre fue un empleado cualificado del FC Barcelona. La inestabilidad del banquillo del Camp Nou le llevó a buscar por los distintos campos del mundo al futbolista universal que igual sirviera para Menotti que para Lattek o Cruyff.

El extravío del fútbol profesional azulgrana llegó a ser tan manifiesto que los entrenadores de la cantera optaron finalmente por marcar su propio camino. Una línea de actuación que tomó como referencia el buen gusto por el fútbol, el mismo que tuvo el fundador del club, Joan Gamper, por el juego de los checos, austriacos y húngaros, y que después encontró continuidad en equipos como el Honved y el Ajax. Nadie interpretó mejor a Pepe Samitier, Ramon Llorens y Josep Boter, precursores del estilo azulgrana, que Laureano Ruíz y Oriol Tort.

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Una piedra angular

Perserveró el Barcelona en su particular manera de entender el juego importada de la entonces Europa del Este y de Holanda y finalmente encontró su mejor marco de expresión en el equipo armado por Johan Cruyff. A Cruyff también se le miraba mal en el Miniestadi, sobre todo porque mandaba a su esposa Dany al palco, escenario en el que se la conocía como la Marilyn, para que controlara las alineaciones que más favorecían a su hijo Jordi. Tort, sin embargo, siempre siguió a la suya, fiel guardián de las promesas, hasta que se convirtió en chófer de Serra Ferrer.

Don para elegir a los mejores

No tuvo un buen final. Una enfermedad se lo llevó por delante a los 70 años en vigilia de la Diada Nacional de Cataluña y en el club ya no estaba para defenderle su amigo Jaume Olivé. Así que se apagó como uno de los pitillos que consumía cada vez que se acercaba a un campo de fútbol. Le mató el tabaco por las muchas caladas que le dio a los cigarros cada vez que descubría a un joven valor para el Barça. Apretaba los labios, se encendía la punta del Habanos y aparecía un niño prodigio. Guardiola jamás habría jugado en el Barça si antes no le hubiera visto Tort.

Extremo jubilado antes de tiempo por un problema de cadera, Tort tenía una especial sensibilidad para captar a los juveniles con talento, de manera que no es extraño que en el Barcelona se le conociera con el nombre de Profesor. Tenía un don para elegir a los mejores y tal bondad que parecía inmortal. Alrededor suyo han crecido figuras capitales en el club como los delegados Carles Naval y Toni Alonso, gente de club, personas que han cuidado su legado de forma admirable y silenciosa, alejada de los focos, de los libros y de la popularidad.

A Tort le preocuparía ahora mismo el ruido y la propaganda que se ha organizado alrededor de la Masia. Nunca presumió de nada y siempre defendió la idea de que a los niños es mejor preservarles de los periodistas. El día antes de que Guardiola debutara en el Camp Nou contra el Cádiz contó a un amigo suyo: "Lo único que pido es que no cometan un infanticidio porque el chaval será un fuera de serie cuando sea mayor. Nunca vi una cabeza más clariviente". Temía que la popularidad estropeara a los jóvenes y apostaba por el laboro silencioso.

Una silla y una máquina de escribir

Ayer hubo mucha gente que se acercó a la ciudad deportiva para salir en la foto, y el club hace bien en presumir del éxito de los equipos inferiores. Nadie reparó, sin embargo, en poner una silla y una máquina de escribir en un rincón para honrar la memoria de Tort. No necesitaba nada más, ni siquiera un contrato, para certificar su relación con el Barcelona. Aunque la idea fue seguramente de Laureano Ruíz y el ladrillo lo puso Josep Lluís Núñez, quien elegía a las futuras figuras del Barça, el que acertaba o se equivocaba en cada decisión, era Oriol Tort.

Muchas de las figuras del actual Barça fueron fichadas por Tort, que no sólo firmaba las altas sino que también concedía personalmente las bajas, un signo más de su grandeza. Hoy sería feliz por ver a su equipo en la cumbre del mundo y al mismo tiempo pediría encarecidamente al club que no les dieran más cancha ni bola a sus chicos, porque les conviene entrenar y estudiar, nada de presumir. El nombre de Oriol Tort obliga mucho. No conviene desmerecerlo ni utilizarlo en vano. Jamás trabajó para nadie que no fuera el Futbol Club Barcelona.

Que lo disfrutes en la gloria, Profesor. La silla y la máquina siguen a buen recaudo. Naval y Alonso jamás lo olvidan, Olivé lo recuerda a cuantos presumen hoy de haber inventado la sopa de ajo, y la cabeza de Guardiola que tu descubriste sigue pensando por todo el barcelonismo.

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