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CICLISMO | VUELTA A ESPAÑA

Valverde salda su deuda consigo mismo

El ciclista murciano, habitualmente volcánico, ganará hoy su primera Vuelta con una actitud cerebral

Setenta, noventa, cien por cien. Los cálculos de Alejandro Valverde se cumplieron. El ciclista del Caisse D´Epargne iba evaluando sus posibilidades a medida que agotaba los escollos que le proponía el recorrido. Ayer pasó el último. Quedaron por delante los que tenían que quedar, pero será él quien luzca hoy el último maillot oro de la Vuelta (el año que viene será rojo), una curiosidad más en su anecdotario de la primera grande que incluye en su palmarés. Samuel Sánchez cumplió su objetivo de ser segundo y Evans el suyo de ser tercero, en detrimento de Basso. Y David Millar el suyo, de ganar la contrarreloj de Toledo, en ausencia de Fabian Cancellara, el jerarca, el intratable, que hace días decidió que su preparación para el Mundial había concluido y cedió los trastos a su segundo, el británico Millar, que supo medir la contrarreloj, ir de menos a más, regular el trazado, que incluía algunos repechos. Gracias, Fabian, debió pensar, celebrando su ausencia.

Esa fue una carrera. La otra tenía algunos asuntillos pendientes Difícil era que Samuel Sánchez pudiera reducirle a Valverde 1,26m en apenas 30 kilómetros. El líder del Euskaltel estaba más preocupado por defender su "plata" frente a Cadel Evans, que venía como un caníbal escalando las posiciones que el famoso pinchazo de Monachil le robó en el momento más inoportuno. Samuel es un tipo que se crece en las partes finales, como ya demostró hace dos años en la contrarreloj de Villalba que le afanó a Menchov y compañía. El asturiano no defraudó, pero la diferencia era insalvable respecto a un Alejandro Valverde que desde atrás iba avistando el horizonte, midiendo sus fuerzas y sin sentirse amenazado en ningún momento. Su único problema sólo podía ser una avería mecánica, un incidente, una desgracia. Era él y su circunstancia y la circunstancia le dejó en paz, feliz con un éxito que por fin le sitúa entre los grandes del ciclismo y le saca la espina de ciclista gaseoso en las grandes vueltas, de tipo poco fiable en los momentos señalados.

Valverde ha sabido correr con cabeza. Supo resolver su momento malo en La Pandera y cada reto que le han (o se ha) impuesto ha respondido con solvencia, alejando el fantasma del ciclista del mal día, del tipo despistado capaz de arruinar sus méritos con alguna actitud insospechada. "Todos tenemos días malos, pero he sabido llevarlo", afirmaba el murciano con un aire de tranquilidad que le alejaba de la euforia de ganar su primera gran vuelta. El ciclista insospechable, con aires de clasicómano, temeroso de su mal día, el que hace comerse las uñas a su director, se mutó en esta Vuelta en un ciclista cerebral, capaz de renunciar a los triunfos parciales por el triunfo final y de esquivar la adrenalina en favor del cerebro para resolver los ataques de pánico.

La contrarreloj de Toledo fue su último trámite, el que resarció a Millar del fielato de Cancellara, el que ascendió un eslabón a Samuel Sánchez en el podio, el que le otorgó algún mérito a Cadel Evans, eterno meritorio sin premio. Y la que canceló la deuda de Valverde con la Vuelta. O quizás consigo mismo. Ahora ya piensa en siguientes empresas. "El Tour y el Mundial son dos objetivos razonables", afirma.

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