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Fútbol, asador y toros para Usain Bolt

El plusmarquista mundial de 100 y 200 metros efectuará el saque de honor que inaugura la Liga hoy en el Santiago Bernabéu

El vuelo de Iberia 3477 procedente de Zúrich y destino en la T4 de Barajas registró este sábado uno de los índices más elevados de campeones olímpicos por metro cuadrado de la historia de la aviación civil. Tres de sus pasajeros han conocido la gloria olímpica, y uno de ellos por triplicado. Entre el pasaje estaban Fermín Cacho, campeón olímpico de 1.500 metros en Barcelona'92; el cubano Javier Sotomayor, que lo fue de altura en esos mismos Juegos, y, en clase business, el nuevo héroe del atletismo moderno, Usain Bolt. Tejanos de color gris, camiseta blanca de su marca patrocinadora y una cazadora ligera con capucha. El jamaicano no había pisado nunca territorio español, pero en los dos próximos días asistirá a un cursillo acelerado de tradiciones folclóricas y culinarias: fútbol, asador y, posiblemente, toros.

La primera jornada madrileña de Bolt comenzó con una muestra de su acreditada sangre fría, la misma que emplea en los instantes que preceden a una gran final. Cuando el resto del grupo con el que había de viajar a Madrid estaba ya esperando el autobús para dirigirse al aeropuerto, el jamaicano cruzó el vestíbulo del hotel sin prisas... para desayunar. Bolt empezó a sentirse a gusto ya en el aeropuerto de Zúrich, donde inmediatamente fue reconocido pese a cubrir su cabeza con la capucha. Atendió a todas las peticiones de autógrafos sin dejar de escuchar su música preferida, naturalmente reggae.

Uno de los seguidores más tenaces resultó ser miembro del personal del aeropuerto y, sin que nadie se lo pidiera, dedicó sus mejores esfuerzos a facilitar las cosas al pequeño grupo, en el que estaba su representante, Ricky Simms, Fermín Cacho, Javier Sotomayor, el mánager español Miguel Angel Mostaza, socio del británico, y un redactor de la agencia EFE. El espontáneo ayudante, de rasgos asiáticos, logró que el contingente no tuviera que guardar cola para el control de pasaportes. Nadie hizo el menor ademán de protesta, al percatarse de la identidad del ilustre viajero.

No es que hubiera multitudes a su alrededor, pero ni un solo momento le faltó compañía, arrastrando consigo a una pequeña cohorte de admiradores, cual flautista de Hammelin. En la primera tienda de gafas que encontró se recreó unos minutos probándose, divertido, modelos y riendo frente al espejo hasta que se decidió por las más llamativas, de montura totalmente blanca, que le daban el aspecto de un buzo. Sotomayor, plusmarquista mundial de altura (2,45), recibió dos satisfaciones seguidas. Mientras esperaba el embarque, aprovechó para pedirle a Usain un autógrafo para sus hijos, María y Javier, y el jamaicano, con exquisita deferencia, le solicitó, a su vez, uno del gran saltador para sí mismo.

En la puerta de embarque, la segunda satisfacción. La encargada de picar los billetes despreció a Bolt, o no lo reconoció, y se dirigió a Soto como si le conociera de toda la vida. Las azafatas de Iberia no se cuentan entre las más entendidas en atletismo, o al menos no dieron muestras de conocer al gigantesco pasajero que ocupó, junto a su mánager, un asiento en la fila dos. Viajar justamente detrás del ser humano más rápido del planeta (9.58 en 100, 19.19 en 200) constituye un honor para cualquier aficionado al atletismo, pero no contribuye, en modo alguno, a la comodidad del viaje. Apenas se instaló en uno de los seis asientos de primera clase, se arrellanó y retrasó su asiento todo lo que daba el mecanismo a fin de poder estirar sus larguísimas piernas, esas que desarrollan en pista una velocidad de 45 kilómetros por hora. Visto desde el asiento de atrás llamaba la atención su enorme envergadura. Las manos, cuando se descuidaba, se arrastraban por el suelo.

La aeronave arribó a Barajas a la hora prevista, las 14.00, y tan pronto como Bolt abandonó la cabina, una guardia pretoriana de seis miembros lo rodeó para escoltarlo hasta la sala de recogida de equipajes. Seis agentes de seguridad sobre cuya altura se destacaba la cabeza de Usain, un hombre de 1,96 metros de estatura. En la amplia sala lo esperaba Emilio Butragueño en representación del Real Madrid, la entidad que le ha invitado, por sugerencia de Mostaza, a presenciar esta misma tarde el primer partido de liga, contra el Deportio.

Bolt conoce casi a la perfección al equipo blanco, aunque no le han llegado las últimas noticias. Cuando le fue mostrada una foto de la plantilla en el periódico del día, inmediatamente preguntó por qué no estaba Robben, recién traspasado al Báyern Múnich. Una vez que recogió el equipaje, salió escoltado para, aconsejado por Butragueño, atravesar a toda velocidad -y es capaz de desarrollar una muy alta- la masa de cámaras de televisión, fotógrafos y periodistas que lo esperaban a la salida. Se introdujo en el ascensor y desapareció camino del Comité Olímpico Español, donde recibirá un breve homenaje.

El programa de Bolt en su primera visita a España incluye, hoy mismo, una comida en el Asador Frontón, el partido en el Santiago Bernabéu, cena de honor en el propio estadio y algún espectáculo musical por la noche. El domingo ofrecerá a las 11.00 una rueda de prensa en el propio Bernabeu y por la tarde Miguel Angel Mostaza se propone llevarlo a los toros en las fiestas de San Sebastián de los Reyes, aprovechando que torea su amigo Miguel Abellán. El lunes Usain Bolt viajará a Londres para permanecer unos días en casa de su mánager y después se dirigirá a Bruselas para competir, el 4 de septiembre, en la última reunión de la Golden League.

Usain Bolt, en la T-4 del aeropuerto de Barajas.
Usain Bolt, en la T-4 del aeropuerto de Barajas.EFE

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