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“Menuda normativa municipal de mierda”: Robe Iniesta se desata en su concierto en Madrid

El cantante reivindica la figura de Tierno Galván en un recital de dos horas y media en la capital ante 11.000 espectadores

Robe Iniesta durante el concierto de anoche en el Parque Tierno Galván de Madrid. Foto: VÍCTOR LERENA (EFE) | Vídeo: Tato Pérez (EFE)
Carlos Marcos

Y mientras Robe Iniesta cantaba “yo no soy el dueño de mis emociones” cayeron vasos de plástico de cerveza sobre las cabezas de la gente. Alguien los lanzó temerariamente en un acto de euforia, pero nadie se enfadó. Si acaso algunos miraron para atrás, se sacudieron un poco el líquido y siguieron coreando. A lo suyo. 11.000 asistieron al madrileño Parque de Tierno Galván. Repleto. Agotadas las entradas desde hacía semanas en un concierto encuadrado en el festival Madrid Escena. Un ambiente sensacional, la mayoría treintañeros y cuarentones. Y mucho mérito el suyo: la última fase del concierto se centró en Mayeútica, el tercer disco de Robe en solitario, 40 minutos de intrincadas líricas que la gente cantó a voz en cuello. Unas letras sesudas y alambicadas. Dio igual: se las sabían.

Robe Iniesta (Plasencia, 60 años) comenzó el concierto con Del tiempo perdido, una canción de su segundo disco en solitario, Destrozares. Cuando terminó, dijo, con su voz alquitranada: “Buenas tardes, o buenas noches. No sé qué cojones es. Menuda normativa municipal de mierda”. El reloj marcaba las 21.00, la oscuridad estaba por llegar y el músico extremeño se quejaba de que debía comenzar aún con luz natural porque los designios municipales obligaban a finalizar antes de la medianoche. Su ambicioso juego de luces se exhibía mustio ante la claridad del ambiente. Se podía haber solucionado si el espectáculo hubiese comenzado media hora más tarde, pero Iniesta acostumbra a hacer un descanso de 20 minutos en mitad del recital, circunstancia que le obligó a arrancar cuando la capital todavía no había entrado en la tupida oscuridad. La excusa para insultar al consistorio le vino de perlas a un personaje acostumbrado a reacciones iracundas contra el poder. El comentario surtió su efecto y el público le jaleo dejándose la garganta.

El concierto de Iniesta, el tercero en la capital en 10 meses y siempre llenos, encantó a los presentes. Aunque todos los que estaban allí anoche hubiesen dado el sueldo mensual por ver a Extremoduro sobre el escenario. Pero se conformaron con disfrutar de su líder y su grupo de seis componentes. Ocurre con Iniesta que se le adora tanto que se le perdonan deficiencias como las de anoche. Su guitarra apenas se escuchó durante toda la noche y, en general, faltó energía y garra, sobre todo en la primera fase del espectáculo. Quizá fue por falta de potencia en el sonido, pero dio la sensación de que su propuesta se hubiese adaptado mejor a un teatro que a un espacio abierto y festivo. Aun así, el público, generoso, se entregó desde el primer momento.

Además de su puya inicial al ayuntamiento capitalino, el cantante reivindicó la figura del legendario alcalde socialista de Madrid en los ochenta, Enrique Tierno Galván, ya que se encontraba en un recinto que llevaba su nombre. Antes de atacar la rabiosa Tu corazón, de Extremoduro, dijo, recordando la mítica frase de Tierno: “Rockeros, quien no esté colocado, que se coloque”. Olvidó añadir, eso sí, “y al loro”. Cuando cerró la primera parte del espectáculo también se acordó del viejo profesor: “Bueno, vamos con un descanso para hacer esas cosas que hacen los rockeros y que decía Tierno Galván. Hoy lo mismo si viviera ese hombre debería estar en Bélgica. Bueno, haced esas cosas y que no os vea nadie”.

Había entregado una primera parte irregular, con incursiones en el repertorio de Extremoduro —Tango suicida, Si te vas, Segundo movimiento (Lo de fuera)— y con piezas de sus primeros dos discos en solitario. Al concierto le faltaba mala leche, estado de ánimo que sobraba en los tiempos en los que tenía al lado a Iñaki Uoho Antón. Entregó en este primer acto una canción nueva, bastante pop para lo que él acostumbra, que anunció así: “No hay nada como el amor y no hay nada como la primera vez que escuchas una canción”. Tras el descanso la cosa mejoró. La energía de ese disco colosal que es Mayéutica se apoderó del escenario, y el postre sonó a gloria. Las tres últimas canciones fueron una terna invencible de clásicos de Extremoduro: A fuego, La vereda de la puerta de atrás y Ama, ama, ama y ensancha el alma. La guitarra de Iniesta seguía sin escucharse bien y esta circunstancia restaba ímpetu a las piezas, pero qué más da: son canciones tan poderosas que dejaron al público extasiado.

La casualidad quiso que anoche, a 400 kilómetros del parque Tierno Galván, Fito Cabrales con sus Fitipaldis e Iñaki Uoho de invitado llenaran el estadio San Mamés en Bilbao. Inevitable recordar aquella gira de Extremoduro y Platero y Tú con la que comenzó todo. No les ha ido nada mal a ninguno de ellos, aunque vayan por separado.

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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