De cómo la pandemia le ha hecho un regalo de reyes al torero Juan Ortega
Autor de la ‘faena del año’, se medirá con Morante de la Puebla el 12 de octubre en Córdoba
“Es la ilusión de mi vida”, dice el torero Juan Ortega (Sevilla, 1990) el día después de que se anunciara oficialmente que el 12 de octubre hará el paseíllo junto a Morante de la Puebla en la plaza de Córdoba. Reconoce estar emocionado y exultante “porque el maestro de La Puebla es uno de mis espejos, y se hace realidad el sueño de todo el que quiere ser torero: alternar con una gran figura”.
Ortega insiste en dar las gracias a Morante “por su generosidad”, al empresario José María Garzón (“por su valor e iniciativa”) y a las circunstancias (“la suerte, en definitiva”) que sucedieron el 30 de agosto en Linares y que han desembocado en ese estado de felicidad que ahora disfruta. “Gracias a la pandemia, lo que son las cosas, el mundo taurino estaba pendiente de esa tarde de Linares, transmitida, además, en directo por televisión, y la que hubiera sido una corrida más, sin mayor trascendencia, se convirtió en el festejo más importante de mi carrera”, asegura el torero.
La suerte fue más allá: su primer toro no sirvió; el cuarto, que atisbó buenas condiciones en su embestida en el capote, se partió un pitón y fue devuelto. Y antes de que Juan Ortega fuera presa del desánimo salió un sobrero de Parladé, con las fuerzas justas e infinita nobleza, con el que el torero cinceló la que ha sido calificada como “la faena del año”.
No había acabado el festejo y las imágenes ya habían alcanzado todos los rincones taurinos; el impacto de Ortega lo erigió en el torero de moda, y pronto apareció el cartel soñado, junto a Morante y Aguado, que el empresario Garzón hizo realidad. Al final, por razones algún día confesables, Aguado dijo que no, y se hizo oficial el mano a mano que hace tan feliz a un torero modesto, que tomó la alternativa en Pozoblanco en 2014, ha toreado poco, estaba anunciado en la cancelada Feria de Abril de este año para pisar por vez primera al albero maestrante, y aunque ya ha dejado buen sabor en Madrid, aún no había dado un aldabonazo para mostrar sus verdaderas credenciales.
Y aquí está, sentado en una cafetería sevillana, feliz, con semblante serio y meditabundo, en actitud de hombre sereno y reflexivo, que quizás esconde una innata timidez no exenta de humildad y amor propio.
“Torear con Morante de la Puebla es la ilusión de mi vida”
“Recuerdo que la corrida de Linares la viví como algo íntimo; éramos pocos, y mi familia y los amigos más cercanos estaban repartidos por toda la plaza. Ver a mi padre y a mi madre llorando mientras yo daba la vuelta al ruedo es de las emociones más fuertes que he sentido en el mundo del toro. Vi tanta alegría en las miradas de personas con las que no tenía ningún vínculo afectivo, que a mí también se me saltaron las lágrimas”, rememora.
“Sí, efectivamente, ha habido un antes y un después de la corrida de Linares”, prosigue el torero. “La verdad es que ha habido tres toros que han marcado mi vida; el primero, un eral, en una novillada sin caballos celebrada en el pueblo onubense de Almonaster la Real, con el que me convencí de que podía ser torero; un ejemplar de Valdefresno, al que corté una oreja en Madrid en 2018, que me permitió expresar mi concepción del toreo, aunque sin redondear, y este de Linares”.
Pregunta. Pero ha cumplido seis años de alternativa y todavía…
Respuesta. “Es cierto, y no culpo a nadie. He tenido oportunidades que no he sabido aprovechar. Estaba preparado, pero quizá me faltaba la plena convicción de lo que podía hacer a un toro. Es ahora cuando considero que estoy en un punto de madurez. Antes no me salía, no era capaz de interpretar mis sentimientos”.
P. Habría que concluir, entonces, que la responsabilidad de que no haya despegado es fundamentalmente suya.
R. “Sí. Me faltaba oficio, confianza, expresión…”
P. Hasta que apareció en su vida el torero Pepe Luis Vargas.
R. “El maestro ha sido uno de los puntos de inflexión en mi carrera. Él me ha enseñado el toreo, a coger los trastos e interpretar lo que bullía en mi cabeza. Yo tenía unas condiciones, un concepto y una forma, pero era incapaz de hacerlo realidad”.
El padre de Juan, Jacinto, se acaba de jubilar como ingeniero de montes, pero su vocación por el medioambiente no ha podido ocultar una verdadera pasión por los toros. Su hijo confiesa que esa es la causa primera de que él sea torero.
-“Mi padre es el principal ‘culpable’, sí. Siendo un niño acudía con frecuencia a la ganadería que un tío abuelo tiene en la provincia de Jaén, de modo que he convivido con el toro y la profesión toda mi vida. Pero no recuerdo que exista un momento en el que yo tomara la decisión de ser torero. Creo que soy producto de una educación, de un ambiente…”
“Reconozco que he tenido oportunidades que no he sabido aprovechar”
P. Pero usted ha estudiado Ingeniería Agronómica.
R. “Sí, y lo hice, sobre todo, por tener a mi padre contento; de hecho, terminé la carrera pero no la he ejercido nunca. Es una historia larga, pero se explica en dos palabras: en casa me dijeron que me ayudarían con la condición de que estudiara una carrera, y pronto comprendí que era una actitud muy inteligente por parte de mis padres. No me emocionaba estudiar, pero ambas partes hemos cumplido nuestro compromiso”.
“Y así, hasta hoy: mi carrera va adelante poquito a poco, pero con paso firme…, concluye.
De hecho, este año estaba anunciado por vez primera en La Maestranza, pero la pandemia lo ha impedido.
“Nunca se me olvidará la fecha del pasado 22 de abril, pero no ha podido ser. Me desperté con la esperanza de que hiciera un día de perros, y que pudiera decir ‘de lo que me he librado’, pero qué va… amaneció un día luminoso”, señala. Y cuando menos lo esperaba, llegó la tarde de Linares.
P. Por cierto, Juan, ese toro de Parladé era simplemente noble, y en una ‘faena del año’ deben sobresalir los dos protagonistas…
R. “Le faltó celo, es verdad, pero cuando un toro no rehúye la pelea, aunque se pare, yo le concedo mucho mérito”.
Afirma Ortega que salió al ruedo muy responsabilizado, y trató de hacer el toreo como le gusta: con tacto, con sencillez, con mimo, sin brusquedad, despacio. “Me gusta interpretar el toreo como algo bello, sensible, natural, armónico…”
P. Y el 12 de octubre, Morante…
R. “Es un orgullo que el día de mañana yo pueda decirle a mis nietos que un día toreé un mano a mano con Morante de la Puebla. Pero saldré a ganar la pelea, por supuesto”.
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