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PURO TEATRO

Núria Espert: “El teatro es sanador”

“En los momentos más duros de mi vida me he acogido a su protección”, dice la actriz. Quiere volver cuanto antes a 'Romancero gitano'. Y a un drama de Wajdi Mouawad

Marcos Ordóñez
Núria Espert, en 'Romancero gitano'.
Núria Espert, en 'Romancero gitano'.SERGIO PARRA

El desastre del coronavirus pilló a Núria Espert y Lluís Pasqual en plena gira (y en pleno éxito) del Romancero gitano. Para no volver al nubarrón negro, la actriz me habla “de la alegría de viajar con Lorca y de la acogida del público”. Público de España, de Italia, de Sudamérica. “No sabemos cuándo retomaremos las funciones. Todo es profundamente incierto. Como la misma acogida del estreno”, me dice. Le cuento que yo he visto a gente muy joven, para quienes Lorca era una referencia extraña y lejana, fascinada por el espectáculo. Una chica comentaba a su compañera: “Yo no había visto ni oído una cosa así”. “Es que no nos lo imaginábamos”, le decía su amiga. Ríe la actriz: “En las compañías de revista había antes aquel anuncio que decía ‘El éxito ha sorprendido a la propia empresa’. Hubiera servido también para nosotros. Tanto Pasqual como mi hija Alicia como el coproductor, Julio Álvarez, como yo misma pensábamos que el Romancero solo iría a verlo un público que ya lo conocía. Nos equivocábamos. Ninguno pensaba que se convertiría en algo tan popular. Hubo muchos aciertos, como cuando Pasqual decidió poner mis recuerdos de infancia en primer plano. Eran cosas que producían una gran empatía. Luego recordé que en La violación de Lucrecia ya había notado yo público joven en la sala. Y con el Romancero volví a notar aquel eco, aquel revuelo”. Basta repasar su trayectoria para ver que su olfato, su conexión con los jóvenes, viene de lejos: de la elección de directores tan pronto pudo hacerlo. Nombre tras nombre: Víctor García, Lluís Pasqual, Mario Gas, Miguel del Arco. O inusuales estrellas invitadas como Jorge Lavelli o Robert Lepage.

Le pregunto cuándo brota su confianza en un director. ¿Por su capacidad de escucha, por una confluencia de sensibilidades? Y le recuerdo las frases de Del Arco: “No tiene miedo a nada. Puede dudar de lo que le propones, pero siempre dice: ‘Vamos a probarlo’, y se lanza”. “Es cierto”, contesta ella, “y estoy contenta de que sea verdad. Miguel debe ser el que más notas me ha dado. Y me las tomo absolutamente en serio, pero muchas veces al día siguiente hago una función horrorosa porque solo pienso en las notas. No había visto La función por hacer, pero lo de Miguel fue amor a primera vista. Cuando me dijo que Lucrecia le parecía una película de Tarantino pensé: ‘Este es mi hombre’. Me volvía loca, pero es un gran director y un gran hombre de teatro. Y un cielo de persona. ¿Sabes una cosa? Yo creo que todo el que tiene talento suele ser un cielo de persona”.

Lástima que no haya vuelto a darse un montaje con Del Arco. Ni con Lepage. “Con Miguel seguimos buscando el material para juntarnos. Con Robert Lepage lo teníamos todo a punto para hacer Madre Coraje en el María Guerrero, pero una parte de los productores se echó para atrás en el último momento”. Ha dirigido bastante ópera pero, que yo recuerde, poco texto. “Hice tres montajes de texto: La casa de Bernarda Alba en inglés, en Londres, con Glenda Jackson y Joan Plowright; una Medea con Irene Papas, en el Grec, y Contradanza, de Francisco Ors, en Tokio. Pero no me gusta dirigir. Ni ópera ni texto. No pongo el corazón ahí. Como actriz siento que he hecho algo, y por lo general estoy contecta. En la ópera solo estaba contenta cuando había terminado”. Hablamos de un tema eterno: las diferencias entre actores y actrices. Me dice: “Que mis compañeros me perdonen, pero yo creo que nosotras tenemos mejores cualidades para interpretar. Somos más moldeables, sabemos ponernos en peligro. A las actrices nos gusta el riesgo, sorprender y que nos sorprendan. Es paradójico: a un hombre se le pide constantemente que se exponga… que se exponga como una mujer”. Destellos: “¿Dificultades de El rey Lear? Es muy difícil estremecerse con ese personaje. Cuando lo sientes cerca, la dificultad se desvanece. Y sin embargo, no atrapé al Próspero de La tempestad. Pero no era culpa de Lavelli: fue un error de reparto”.

La última vez que nos vimos me dijo que había una obra de Wajdi Mouawad que era de lo poco que le apetecía hacer como actriz. “Se llama Tous des oiseaux. Es tan bella como Incendios. O más. Es una familia donde hay una abuela, unos padres y unos hijos, todos maduros. Y un conflicto y un mensaje absolutamente universales. Me gustó locamente. Tengo unos deseos enormes de que este horror se acabe, y volvamos como podamos, porque el teatro es sanador. En los momentos más duros de mi vida me he acogido a su protección. Primero he de seguir con el Romancero. Y luego he de hablar con Wajdi. Hay unos problemas que espero se solucionen. Espero que todo se solucione cuanto antes”.

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