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“Adiós, vieja Inglaterra, adiós”

La música de esta canción del libro de Jonathan Coe acompaña a los personajes en la huida del país que se va

Juan Cruz
Jonathan Coe, William Boyd y Paul Preston.
Jonathan Coe, William Boyd y Paul Preston. schiammarella

En El corazón de Inglaterra (Anagrama, 2019) Jonathan Coe (Birmingham, 1961) hace sonar esta canción: “Adiós, vieja Inglaterra, adiós, / Y adiós a algunos cientos de libras / Si el mundo se hubiera acabado cuando era joven / Nunca habría conocido estos pesares / Antaño bebía lo mejor / El mejor brandy y el mejor ron / Ahora me conformo con un vaso de agua fresca / Que fluye de ciudad en ciudad”.

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Esa música acompaña a los personajes en su huida del país que se va. Aquí está el novelista, en un bar de Sloane Square, poco antes de que el Brexit cumpliera su plazo. Esta novela suya es la mejor para entender la despedida. Él la escribió “para entenderme mejor entendiendo mejor a mi país”. Esto no ha acabado. “No es más que el principio de un periodo muy doloroso de autoexamen británico”.

Algunos, como él, han soñado que este resultado pueda revertirse alguna vez, “pero eso ya no va a ocurrir, aunque la discusión prosiga”. El corazón de Inglaterra mantiene la contención melancólica que cubre la rabia. “Me aguanté 44 capítulos sin decir qué pensaba del Brexit. Y dejo que sea Benjamin [el personaje decisivo] quien lo diga en dos palabras, Fuck Brexit! [¡A la mierda el Brexit!]”. De momento se ha derrotado la fantasía “de que Inglaterra es un lugar abierto, tolerante, progresista, y de momento ha ganado la batalla una Inglaterra diferente”.

Quizá, señala Coe, intacta su taza de té, “tengamos que volver a juntarnos como nación, volver a hablar. Farage, el líder ultra que condujo al Brexit a una locura verbal, dijo en el Parlamento Europeo que los británicos están cansados del matonismo de la UE. “Eso me avergonzó de mi país, que se diga que es una nación muy débil mangoneada por la UE. Eso no es patriotismo. Esta gente está haciendo algo que no es nada británico: sostienen una discusión violenta sobre ideas abstractas, cuando se supone que somos una nación que no cree en las ideas abstractas”.

Para él, el Brexit “está impulsado por el ala más xenófoba de la clase dirigente británica. Quieren tener razón y quieren estar enfadados”. Su libro termina con una secuencia de palabras que incluyen hogar, fruto, fe, futuro, bebé, Brexit, incierto, inescrutable… “Porque tiene que ver con la esperanza, el futuro y la incertidumbre”. Para él, este es el primer capítulo del libro por venir.

Azares de la desgracia

En otro lado del mismo barrio acaba de terminar Trío, su último libro, William Boyd, escocés nacido en Ghana en 1952, cuya última novela es El amor es ciego (Alfaguara, 2019), que gira en torno a los azares que convoca la desgracia. Este del Brexit es un azar desgraciado para él. “Y para los que creen en Europa como destino… Sobre todo, para los jóvenes, que tienen todo el derecho del mundo a sentirse desposeídos y a estar enfadados. Es una situación terrible y habrá que esperar a ver qué ocurre”. El sol da en sus ojos, alterna la jovialidad con la pesadumbre, como en sus libros aparecen “la buena suerte y la mala suerte”. El Brexit ha sido “un auto de fe, como una fantasía de la independencia británica, sin conexión alguna con el mundo real. Espero que esta fantasía de la soberanía de la nación, toda esa basura, quede reemplazada por algo más pragmático, fuera de los eslóganes dirigidos a paralizar el intelecto”.

Ahora él trata de ser “lo más europeo que pueda”, soportando la situación “inimaginable de tener como primer ministro a un mentiroso”. ¿Y qué es un europeo, William Boyd? “Una conciencia cultural compartida, de historia común, algo de lo que careces cuando visitas China, Japón o Estados Unidos. En Lituania, España o Italia tengo la sensación de estar en casa. Crucemos los dedos. Seamos Europa”.

En su despacho de la Fundación Cañada, Blanch Paul Preston, el más activo de los hispanistas, un apasionado maestro de la historia, comenta con su equipo los eventos que alejan a Inglaterra de la vieja Europa… Él siente “rabia, humillación y tristeza. A base de mentiras han convencido a la gente a hacer algo que va contra sus intereses. ¡Personajes como Farage y Johnson se declaran campeones del pueblo contra el establishment!” La historiadora María Jesús González, Susana Grau y Beatriz Mirete, compañeras suyas en Cañada Blanch, añaden adjetivos a la humillación que define Preston. Como en Coe o como en Boyd, revolotea en el juicio que les merece esta despedida de Europa la omnipresencia de la mentira “como argumento del voto”.

En El corazón de Inglaterra esa es la música que suena, mientras los personajes buscan luz y lágrimas en la niebla.

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