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El genio que murió sin testamento

El creador italiano dejó un enorme legado artístico que no ha tenido continuación en las nuevas generaciones de cineastas

Federico Fellini con Marcello Mastroianni en Roma en 1962. En vídeo, su obra en 8 películas (y 1/2).Vídeo: Archivio Cicconi Getty Images / EPV
Gregorio Belinchón

El último trabajo audiovisual de Federico Fellini (Rímini, 1920 - Roma, 1993) suma seis minutos 10 segundos, y no se filmó para el cine: son los tres anuncios que dirigió en 1992 para el Banco de Roma, y que ilustraban el arrepentimiento de un hombre por unas aventuras extramatrimoniales soñadas. Un claro resumen de la personalidad del cineasta, cuya carrera se basó en una enorme extravagancia barroca gracias a extraordinarios diseños visuales y a su pulsión por lo onírico ("los sueños son la única realidad", aseguraba), y un amor al ser humano. Fellini perteneció a una generación de artistas desaforados en la vida y en su carrera, como Orson Welles, Sergio Leone o John Huston, que los anglosajones definen como bigger than life, personajes que hoy no tienen casi parangón.

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Fellini no tuvo herederos artísticos. Pero su obra se puede rastrear en las influencias de otros creadores. Como los italianos Matteo Garrone y Paolo Sorrentino. El primero abraza el fellinianismo en Reality y El cuento de los cuentos y muestra parte de ese cariño por los personajes en Dogman. Por su parte Sorrentino agradeció el Oscar, entre otros, a Fellini. Y desde luego, las fiestas salvajes y decadentes del filme por el que recibió el premio, La gran belleza, son hijas de la Roma que retrató su maestro. Lo mismo valdría para Silvio (y los otros) e incluso para la serie El joven Papa. Roberto Benigni, que como actor trabajó en La voz de la luna (1990), el último largometraje de Fellini, no ha logrado como director acercarse a Fellini, a pesar de sus intentos.

El español Jordi Grau, amigo de Fellini, tampoco recogió en su filmografía el legado de Fellini. Sí lo ha hecho el eslovaco Juraj Jakubisko, habitual en los festivales de cine en los setenta y ochenta, y cuya La abeja milenaria (1983) ilustra la saga de la familia Pichanda y sus tres generaciones de albañiles (desde 1887 a 1917) creando un paralelismo con una comunidad de abejas en una colmena. La última película de Jakubisko, La condesa de sangre (2008), en cambio, se encauzaba en un sentido opuesto.

Otros creadores también podrían parecer fellinianos por sus momentos pasados de tono. David Lynch o Emir Kusturica se han acercado a la desmesura visual del italiano, aunque procedentes de mundos muy alejados de Fellini, como el surrealismo. En cambio, Álex de la Iglesia ha sabido sublimar temas y pinceladas formales del maestro, absorbidas de filmes como La Strada, en películas como Muertos de risa y Balada triste de trompeta, probablemente la película más felliniana no rodada por Fellini. Hay locura, payasos, extravagancia, sexo, violencia, desaforamiento y personajes absolutamente humanos y carnales. Y si Fellini era un creador muy italiano, De la Iglesia crea un fresco muy español que pasa por la Guerra Civil y acaba en la cruz gigantesca del Valle de los Caídos.

Para poder comparar y recordar, tanto la Filmoteca Española como la Filmoteca de Catalunya están proyectando sus películas. La de Catalunya, además, expondrá desde febrero una docena de dibujos de Fellini y una serie de litografías creadas por David Lynch para homenajear al cineasta. 

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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