El disco que lo cambió todo para Raimon cumple 50 años
‘Per destruir aquell qui l’ha desert’ supuso una inflexión sustancial en la composición del cantante y en la difusión de la poesía medieval catalana
En 1970 llegó a los expositores de las tiendas de discos Per destruir aquell qui l’ha desert (Para destruir al que le ha desterrado), un elepé de Raimon (Xàtiva, 80 años) editado por el sello Discophon con una enérgica portada del pintor Antoni Tàpies y 12 canciones que marcarían un antes y un después en el cantante. Anticipaba ese cambio un sencillo con Veles e vents (Velas y vientos), una composición del poeta medieval Ausiàs March, y De nit a casa, una canción sobre la angustia de las detenciones nocturnas en la dictadura. Si hasta ese momento sus composiciones se sustentaban en la sobriedad de la guitarra y, por lo general, en acordes raspados, el nuevo trabajo abriría un horizonte armónico y estético expansivo.
El musicólogo Antoni Batista, autor de varios libros sobre el cantante, señala en Raimon. La construcció d’un cant (RBA), que Veles e vents, el primer poema de March al que puso música el cantante, supuso “un salto cualitativo importantísimo”. La expresión lírica del poeta medieval, los decasílabos con cesura entre la cuarta y la quinta sílaba que antes había utilizado Ramon Llull, “cambia su manera de cantar, de entender la instrumentación”. Incluso la forma de escribir algunas de sus más representativas canciones futuras, como T’he conegut sempre igual, Com un puny o Andreu, amic, que compondría sobre esa estructura métrica.
Ese cambio desemboca en lo que Batista define como “la liberación de la guitarra” como instrumento cardinal y abrió al cantante a “arreglos musicales en sintonía con su producción melódica, ya de corte camarístico, ya sinfónico, ya sinfónicocoral”. Desde “la música del grito” de Al vent, Raimon mostraba "una evolución melódica, de sonidos graduales”. A ese tránsito habían contribuido el compositor y pianista de jazz Lleó Borell, el director coral Enric Gispert y el también compositor Josep Soler, quienes, según Batista, ponen Veles e vents “en formato de cámara”.
El musicólogo señala a Soler como responsable del “delicioso contracanto del poema de Ausiàs March, que prolonga la melodía de Raimon con timbres bien temperados de viento y cuerda”. Con el tiempo, esa línea marcada hace 50 años por Raimon se iría enriqueciendo con las aportaciones de otros músicos como Michel Portal, Antoni Ros Marbà y Manel Camp. Las constantes prohibiciones, sin embargo, no permitieron al cantante disponer para los directos de un grupo de músicos estable que reflejara en todos su registros esa evolución, sin otra salida que la austeridad de la guitarra, si bien Raimon defiende que nunca la ha dejado “del todo”.
Per destruir aquell qui l’ha desert, título tomado de un decasílabo del autor de Veles e vents sobre un rechazo amoroso, incluía en su cara principal cinco poemas de dos poetas medievales valencianos (Ausiàs March y Jordi de Sant Jordi) y uno del franciscano mallorquín Anselm Turmeda.
Raimon subrayaba en este trabajo su envite por el Siglo de Oro mediterráneo y su predilección por March, lo que constituiría una insignia en su trayectoria. En ese momento el poeta no existía para la historia de la literatura española, aunque había influido a Garcilaso de la Vega o había sido traducido por el Marqués de Santillana y Francisco de Quevedo. El cantante lo había descubierto en 1959 con motivo de los actos que organizó la Universidad de Valencia en el quinto centenario de su muerte y el filólogo Miquel Dolç lo había enseñado a leer correctamente los decasílabos para aquel acto conmemorativo.
Rescate del poeta
Desde 1967, recuerda ahora, había estado haciendo “una lectura más atenta” del poeta y tratando de poner música a Veles e vents. En 1969, finalmente, lo logró y se la cantó a Salvador Espriu. “Tras escucharla, me dio las gracias en nombre de Ausiàs March”, relata entre risas. El disco rescató a March del olvido y la ignorancia y hoy está considerado el poeta más emblemático de la literatura catalana medieval. Veles e vents, pieza que eligió el solvente medievalista Martí de Riquer para su funeral en 2013, ha sido una de las más aplaudidas en la carrera del cantante.
Raimon había dado un arriesgado quiebro en su trayectoria, una apuesta que su nueva discográfica compartía, pero puede que comercialmente no entendiera. Incluso el ensayista Joan Fuster, tras elogiar su trabajo, advirtió a Raimon de que era un camino que podía apartarle de su público. La dictadura, sin embargo, no percibió ese cambio y en varios recitales prohibió tanto el poema Desert d’amics, de Jordi de Sant Jordi, como Elogi dels diners, de Turmeda, así como algunos de los de Ausiàs March, siempre surgidos del combate interior del poeta entre su temperamento amoroso y las estrictas normas escolásticas. Para los desconfiados censores, esas expresiones individuales del siglo XV siempre tenían una transposición colectiva contemporánea de oposición al régimen.
Raimon considera que en aquel momento su imagen, pese a que ya tenía una dimensión internacional (ese mismo año cantó en los EE UU y Francia), estaba muy ceñida a la del “cantante antifranquista” y “el disco desentonaba” para quienes lo querían “reducir al museo de la resistencia".
Con todo, Per destruir aquell qui l’ha desert era la plasmación de un camino iniciado en 1965 con el disco Cançons d’amor, al que siguió un año después Cançons de la roda del temps (los poemas del ciclo vital del hombre del libro El caminant i el mur, de Espriu), en los que rompía los moldes que lo encasillaban. Per destruir aquell qui l’ha desert proyectaba a Raimon en toda su amplitud posterior. “¿Cuántos años dices que hace? ¿Quince?”, bromea medio siglo después por teléfono desde su casa en Barcelona, donde trata de sobrellevar el confinamiento por el coronavirus.
Babelia
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