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La anti canción de Navidad

Como todos los años, vuelve a resucitar 'Fairytale of New York', el amargo villancico de The Pogues con Kirsty MacColl.

Diego A. Manrique
'Fairy tale of New York', de The Pogues.
'Fairy tale of New York', de The Pogues.Warner Music

Es de los pocos rituales de Navidad que todavía respeto. Por estas fechas, escucho obsesivamente Fairy tale of New York, de The Pogues con la voz invitada de Kirsty MacColl. Me disculpo alegando motivos profesionales: creo recordar que estrené el video en un programa de TVE, donde más adelante intenté entrevistar al entonces cantante de The Pogues, el indestructible Shane MacGowan. Además, urge paladear Cuento de hadas en Nueva York antes de que los nuevos puritanos consigan vetarla o –cómo se hace en algunas emisoras de las Islas Británicas- cubrirla de pitidos, para tapar el chorreo de insultos que forma parte indisoluble de la canción, incluyendo “faggot” (maricón).

Fairy tale of New York se escapa de los tópicos navideños. Ese era el encargo: confeccionar una canción navideña para todos los públicos pero que no sonara babosa. En palabras de su coautor, MacGowan, retrata a un dúo de veteranos de Broadway en horas bajas, durante la Nochebuena: ella ha terminado yonqui, él se ha convertido en un alcohólico. Sus roles sorprenden: aquí, la tímida Kirsty se revuelve contra el fin de sus sueños; el punki Shane, con su voz cazallera, todavía puede sentirse romántico y pedir intentarlo una vez más en el próximo año. Naturalmente, se trata de algo más que una pelea de pareja: es una reflexión melancólica sobre la cara B de ese hecho esencial del drama de Irlanda, la emigración a Estados Unidos, que precisamente vivía un pico histórico a mediados de los ochenta.

Se hace más evidente en el video promocional de Peter Dougherty, que se benefició del respaldo de la Policía neoyorquina, un cuerpo tradicionalmente irlandés (inserten aquí los chistes sobre la velocidad con que los oprimidos aprenden a convertirse en opresores). Un detalle relevante: la letra de MacGowan imaginaba al coro del NYPD, Departamento de Policía de Nueva York, cantando la balada Galway Bay. No existe tal agrupación pero sí una banda de gaitas y tambores, unos agentes que exigieron lubricante alcohólico cuando llegaron al rodaje. Matt Dillon, ya una estrella tras sus películas con Coppola, tuvo que emplearse a fondo para evitar que los uniformados chocaran con los músicos. Dillon, americano irlandés, había conectado inmediatamente con los Pogues, dónde veía una mezcla irresistible de The Dubliners con The Clash.

También Fairy tale of New York resulta ser una amalgama: una exquisita melodía de piano que desemboca en una pieza festiva, que invita a marcar el ritmo de la batería con los pies. Si solo se fijan en la instrumentación en primer plano –acordeón, mandolina, banjo, flauta irlandesa- y el consiguiente aspecto jaranero, puede que les pase desapercibido el dato de que se trata de un disco de exquisita factura pop, donde la habilidad para la filigrana del productor Steve Lillywhite se benefició de que los Pogues llevaran dos años trasteando con el tema.

A pesar de toda la planificación, Fairy tale of New York no llegó a ser el número 1 en las Navidades de 1987: fue batido por Always on my mind, uno de los trabajos más pedestres de los sublimes Pet Shop Boys. Sin embargo, a la larga se ha convertido en elemento esencial del paisaje sonoro de cada fin de año en muchos países. Quizás sea más universal de lo que parece. Como los propios Pogues: antes de disolverse, avisaron que, considerando sus lugares de nacimiento, eran un grupo más inglés que irlandés. Identidades fluidas, lo llaman ahora.

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