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Las artistas se niegan a perder la memoria de las mujeres

Un grupo de mujeres trabaja desde 2014 por la recuperación de un relato feminista y lo incorpora al relato histórico ofical

Fotografía de los migrantes armenios, que ha rescatado la artista Silvina Der Meguerditchian.
Fotografía de los migrantes armenios, que ha rescatado la artista Silvina Der Meguerditchian.

Las Women Mobilizing Memory, aunque constituidas como grupo hace cuatro años, lleva más de dos décadas luchando por su derecho a reivindicar una revolución simbólica contra el relato normativo que perpetúa el canon patriarcal. Este grupo de mujeres con el que nos encontramos en la facultad de Filología de la Complutense, reunidas para celebrar los encuentros de la Asociación de Estudios de la Memoria (MSA), trabaja para que la dominación deje de tener legitimidad en los museos, para que asumamos que lo natural no es el sometimiento. Para que la academia se expanda e incluya un “nosotras” con voz propia, independiente, libre. Una voz sin someter.

Marianne Hirsch, profesora de Literatura comparada y estudios de género en la Universidad de Columbia y creadora del término “postmemory”, una memoria de segunda generación que condiciona la narrativa de los herederos de la memoria traumática, que no pueden comprender ni recrear por completo. Por ejemplo, los nietos de los supervivientes del Holocausto o de la Guerra Civil española. La autora de La generación la posmemoria (traducido por Editorial Carpe Noctem, 2015) asegura a este periódico que quienes mantienen tradicionalmente la memoria son las mujeres. “La visión feminista reconoce y recupera las pequeñas historias para incluirlas en la narrativa tradicional y académica, la patriarcal. Son las historias que no se han podido contar, historias de mujeres que no han aparecido en los libros de Historia”, dice. Se reconoce como una infiltrada en la academia, que la expande con ideas como la solidaridad y la colaboración.

“En estos momentos, nuestra historia corre más peligro que hace una década por la emergencia de los nacionalismos y la extrema derecha. En EEUU, el aborto será prohibido y la violencia de género es cuestionado por los discursos sexistas, por eso los trabajos y el compromiso de las artistas son más importantes que nunca. Porque son resistencia y reacción contra la llegada de estas fuerzas”, dice. Con esa intención surge Women Mobilizing Memory, un cruce de feminismo, historia y memoria, que muestra cómo el rescate de las historias violentas puede generar un punto de esperanza para el futuro. Miran a la cara a la vulnerabilidad y la violencia, y plantean un nuevo relato que pretende acabar con las múltiples formas en las que la categoría “mujer” se construye como subordinación.

Armarios ocultos

El relato feminista incorpora nuevas maneras de hacer memoria, desde los pequeños gestos a la atención del cuerpo. Desde los objetos perdidos a los relatos anónimos. “Necesitamos que las mujeres cuenten sus historias fuera de casa. Es como abrir el armario y mirar”, cuenta la artista Deborah Willis. “Sabemos que hay historias ocultas en nuestros armarios, que ocultan identidades. Debemos abrirlos como un acto político, desde experiencias diversas y diferentes”, añade. Parte de ese armario está en sus fotografías. Las expone en una pequeña sala del edificio donde se celebran las conferencias de MSA, junto a los trabajos de Silvina der Meguerditchian, Susan Meiselas, Mirta Kupferminc y Lorie Novak.

Todas coinciden en la importancia de dar presencia a la memoria invisible, para contrarrestar la historia oficial. “La mirada feminista es más personal y subjetiva. Tenemos en cuenta el cuerpo para hablar de nosotras mismas, por eso no tememos hablar de nuestros dolores”, cuenta Lorie Novak, que expone una crítica del uso de la mujer en los medios de comunicación. Silvina der Meguerditchian también parte de la presencia de ellas para recuperar la memoria de las trabajadoras armenias (y su soberanía y libertad) antes del genocidio (1915-1917).

No son las únicas mujeres en el MSA que cuestionan las interpretaciones dominantes para que emerja el mundo ocultado. La dramaturga Laila Ripoll y la artista María Ruido también participan. Las artistas programadas actúan para hacer visible un mundo donde lo personal es político, porque aislar lo privado de lo público es asfixiar y ocultar las desigualdades del sistema, los daños y las violencias. La memoria es otro camino para romper con la invisibilidad de las que hasta ahora han sido consideradas vidas secundarias. Marianne Hirsch comenta que es en la esfera política donde todos somos iguales y para ello hay que transitar de lo personal a lo político, para lograr la salida de las mujeres de un modelo de sumisión jerárquica. Sin perder la memoria.

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