Agnès Varda se despide del cine
La mítica directora de la Nouvelle Vague realiza en 'Varda by Agnès' una declaración de amor a las películas, de las que se retira para centrarse en las instalaciones artísticas
Se acabó. Agnès Varda se retira a los 90 años del cine. Dice que ahora se centrará en las instalaciones artísticas, disciplina a la que también lleva años dedicada. La madrina de la Nouvelle Vague ha decidido que su última aportación a la gran pantalla sea el documental Varda by Agnès, una lección de cine, un repaso a su vida artística usando para ellos las conferencias que ha dado en los dos últimos años por medio mundo, porque también se retira de estas charlas. "Nunca quise decir nada, pero para quien le interese, ahí queda"; cuenta en su rueda de prensa en la Berlinale. donde el filme se ha proyectado fuera de concurso.
Ganadora del Oscar honorífico en el mismo año en que compitió al Oscar a mejor documental con Caras y lugares (2017), su anterior obra, la realizadora belga incide en que Varda by Agnès ya muestra su cambio de orientación profesional: "Si se fijan, se divide en dos partes, la del siglo XX y la del XXI. En la primera soy más bien cineasta, en la segunda, artista". Recibida con una estruendosa ovación en la sala de prensa, donde arrancó recordando: "No soy una leyenda, aún estoy aún viva", y subrayó: "Nunca he hecho películas políticas, sencillamente me he mantenido en el lado de los trabajadores y de las mujeres".
Varda cuenta en pantalla que si ha tenido una larga carrera ha sido por sus tres pilares para hacer cine: "Inspiración, creación y compartir el resultado". Confiesa que para filmar "se necesita paciencia", y que siempre ha sacado la cámara a la calle "porque nada es banal si se filma con empatía y amor". Durante dos horas recuerda cómo pasó de la fotografía a la realización cinematográfica, cómo sobrevivió no cayendo en trampas como el cambio de género o grandes presupuestos: "Siempre supe que mis aciertos llegarían observando a la gente, mostrando su lado más especial, interesante. Nunca peleé contra mis instintos". Para ello desconstruye y explica algunas de sus películas, como Cleo de 5 a 7 (1962), La felicidad (1965), el documental sobre los Black Panthers -realizado en 1968 cuando ella y su marido, Jacques Demy, vivían en Los Ángeles-, Una canta, otra no (1977) o Sin techo ni ley (1985), y el porqué de sus 13 travellings y cómo los ideó. Con sus enseñanzas, el espectador descubre que Varda deja muy poco al azar, que todos sus planos fueron muy ideados bien en rodaje bien en montaje.
Para la cineasta, "las películas no detienen el tiempo, sino que lo acompaña". También habla de dos elementos que le inspiran: las playas -siempre, a lo largo de su vida, ya que contienen los tres elementos con la arena, el cielo y el mar- y las patatas, un descubrimiento más del siglo XXI. "Desde luego, por mi estilo documental, agradezco la llegada de las cámaras digitales. Por su tamaño y manejabilidad, por su facilidad para poderlas esconder, a mí me han ayudado muchísimo". También habla en la película de amigos (como Jane Birkin, con la que hizo en 1988 Jane B. par Agnès V), de compañeros de viaje (como su amado y añorado Demy), y de todos los profesionales que han estado a sus órdenes (por eso se detiene en Las cien y una noches, la última película que rodó en celuloide y que contiene un profuso reparto). Como claro homenaje a sus trabajadores, al inicio de la rueda de prensa ha leído los nombres de casi todos los integrantes del equipo técnico de Varda by Agnès. Habrá más Varda, promete, pero será en otro arte. Allí nos espera.
Babelia
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