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El teatro latinoamericano se expande en España

Nuevos creadores se suman a figuras consolidadas como Veronese o Tolcachir en festivales como el FIT de Cádiz o Temporada Alta

Raquel Vidales
Imagen de 'L'omissió de la família Coleman', de Claudio Tolcachir.
Imagen de 'L'omissió de la família Coleman', de Claudio Tolcachir.FELIPE MENA

Este viernes se inaugura la 33ª edición del Festival de Teatro Iberoamericano (FIT) de Cádiz. Hasta el 27 de octubre actuarán en esta ciudad una decena de compañías latinoamericanas y otras tantas españolas. En Girona, también el viernes, el argentino Claudio Tolcachir, conocido por su exitazo La omisión de la familia Coleman, estrenará esta obra en catalán en una producción del festival Temporada Alta, al tiempo que el espectáculo original en castellano —estrenado en Buenos Aires en 2005— emprende en Granada una nueva gira por España que continuará en Zaragoza, Madrid, Palma y Valencia. Temporada Alta presentará además dos piezas del uruguayo Sergio Blanco y otra del argentino Lautaro Perotti.

Cuando el FIT celebró su primera edición, en 1985, el teatro latinoamericano tenía muy poca visibilidad en España. “Éramos casi su única puerta de entrada a Europa”, recordaba la semana pasada su director, Pepe Bablé, en conversación telefónica con EL PAÍS. Pero en la última década, gracias en buena parte a la labor constante del festival gaditano, se han hecho frecuentes en las carteleras del país nombres como Daniel Veronese, Rafael Spregelburd, los citados Tolcachir, Perotti y Blanco, a los que hay que sumar algunos que han acabado afincándose en Madrid (Pablo Messiez, Denise Despeyroux), así como una nueva oleada que está irrumpiendo con fuerza: Los Colochos, Marianella Morena, Lola Arias, Marco Layera. Y no como invitados de piedra: cada vez más estos creadores son reclamados no solo para exhibir sus trabajos sino también para producirlos con actores españoles.

Escena de 'El bramido de Düsseldorf', de Sergio Blanco.
Escena de 'El bramido de Düsseldorf', de Sergio Blanco.Nari Aharonian

Esta presencia continua en España de creadores latinoamericanos ha propiciado un roce muy productivo. ¿Está cerca de materizalizarse el sueño de un teatro iberoamericano interconectado más allá de la lengua? “Sin duda hay más puentes que cuando yo vine por primera vez a España, hace 10 años, y eso nos enriquece mutuamente. Tengo la sensación de que estamos en una búsqueda más parecida, veo más irreverencia y más riesgo que antes en los creadores españoles. Quizá tenga que ver en ello la crisis porque les ha obligado a trabajar desde la necesidad, pero creo que los argentinos también hemos aportado algo a esa actitud porque somos expertos en hacer teatro sin dinero”, opina Tolcachir al teléfono desde un hotel de Girona, en vísperas del estreno de La omisión de la familia Coleman en catalán.

Pero las consecuencias de esta interconexión se perciben también, según el director argentino, en la otra orilla. “En mi sala de Buenos Aires, Timbre 4, esperamos con interés a las compañías españolas que cada año nos trae Temporada Alta”, afirma, en referencia a la extensiones que ha creado el festival catalán en Buenos Aires, Montevideo y Lima.

Imagen de 'Campo minado', de Lola Arias.
Imagen de 'Campo minado', de Lola Arias.Tristram Kenton

Lautaro Perotti, actor y director en Timbre 4, es un buen ejemplo de los resultados que produce esta interconexión constante: dirigió para el Teatro Español de Madrid su obra Cronología de las bestias, que en las próximas semanas se verá también en Barcelona y Temporada Alta, pero ahora acaba de estrenar en Buenos Aires su puesta en escena de La respiración, del madrileño Alfredo Sanzol. “Todo esto va surgiendo de manera natural. Yo vengo aquí y veo cosas que quiero llevar allá, pero también quiero trabajar aquí con actores españoles que voy conociendo y por eso me envuelvo en proyectos en España”, explica Perotti en conversación desde Buenos Aires.

Sergio Blanco, dramaturgo y y director uruguayo omnipresente en los últimos años en España por su dominio de la autoficción teatral en obras como Tebas Land y Ostia, celebra la labor de los festivales como puerta de entrada, aunque también destaca el papel de las nuevas tecnologías. “Han supuesto una verdadera revolución, podemos trabajar en paralelo en una misma producción estando en distintos países”, responde desde México, donde está impartiendo varios talleres. En pocos días viajará a Girona para presentar su obra El bramido de Düsseldorf, dirigida por él mismo, programada también en Madrid dentro del Festival de Otoño.

Más libertad, compromiso y precariedad

El roce cada vez mayor entre los creadores iberoamericanos está propiciando dinámicas comunes, aunque hay un elemento claramente diferenciador entre las dos orillas. “El teatro de allá es mucho más comprometido socialmente, mientras que en España los creadores, como los europeos, se preocupan más por los conceptos estéticos”, asegura el director del FIT, Pepe Bablé. Lo corrobora Juan Carrillo, director del colectivo mexicano Los Colochos, conocidos en España por su particular versión de Macbeth: “En México los temas van más de la mano del contexto. Y en ese sentido, hay más crudeza y visceralidad”.

Sergio Blanco advierte, por otra parte, una mayor libertad frente al pasado: “A veces las herencias culturales pueden aplastarte. En Uruguay, al no tener la carga de un repertorio, hemos tenido que inventarnos permanentemente”. También uruguaya, Marianella Morena coincide en que esa tradición “supone un alivio y facilita la irreverencia y el juego, aunque también puede llegar a restar legitimidad”. Marco Layera, desde Chile, abunda en la precariedad: “En ambos existe una diversidad de lenguajes, formas y contenidos. Pero a nivel de producción, los artistas españoles cuentan con recursos inimaginables en Chile”.

Ciertamente los festivales siguen siendo el principal puente de conexión entre el teatro latinoamericano y el español. Además del FIT, hace ya unos años que Temporada Alta, el de Otoño y el de Almagro están apostando fuerte por los creadores del otro lado del océano, aunque sin dejar de lado su tradicional apego al teatro europeo.

No hay que olvidar tampoco la aportación del programa internacional de subvenciones Iberescena. Este sistema de ayudas promueve proyectos de base entre creadores de los distintos países del ámbito iberoamericano. Un ejemplo: la compañía extremeña El Desván acaba de estrenar El otro, obra del español Alberto Conejero dirigida por el mexicano Mauricio García Lozano, que girará tanto por España como por México.

El colectivo La Re-sentida, dirigido por Marco Layera, debutará en noviembre en Madrid de la mano del Festival de Otoño, aunque su primera aparición en España la hicieron en el FIT gaditano. Definida como la compañía punk del teatro chileno, es una de esas nuevas voces latinoamericanas que están irrumpiendo no solo en el mundo de habla hispana sino también en Europa, con un estilo radical que provoca tanto ovaciones como huidas de las salas.

Esta nueva oleada incluye, por primera vez de forma destacada, varios nombres de mujer. La uruguaya Marianella Morena, creadora también de un lenguaje rompedor, acaba de estrenar en Valladolid una coproducción del Teatro Calderón con Iberescena y ahora está en Barcelona preparando un espectáculo por encargo de la sala Beckett y el Pavón Kamikaze de Madrid. Y a finales de noviembre debutará por fin en España, en los Teatros del Canal de Madrid, la argentina Lola Arias, que ha triunfado en Europa con su espectáculo de teatro documental Campo minado, en el que reúne a veteranos británicos y de su país que se enfrentaron en la Guerra de las Malvinas. Es uno de los montajes más esperados de la temporada en la capital.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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