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‘El día de mañana’: Instrucciones para ver una novela

El autor del libro y el director de la serie comentan el proceso de adaptación

El cineasta Mariano Barroso y el escritor Ignacio Martínez de Pisón.
El cineasta Mariano Barroso y el escritor Ignacio Martínez de Pisón.Jaime Villanueva
Juan Cruz

Los autores de la serie El día de mañana, Ignacio Martínez de Pisón, que escribió el libro, y Mariano Barroso, que ha dirigido la versión televisiva de la historia, nacieron en torno a 1960, con tres meses de diferencia. Entonces se estaba fraguando en Barcelona la historia de un sinvergüenza que iba de bueno, Justo Gil, que seducía a empresarios y descuidados, a los que arruinó o denunció a la policía, de la que se hizo animado confidente. Al tiempo, este bandolero que se vendía a cualquiera seducía a jóvenes muchachas de la clase media que pugnaba por ser burguesía en lo más oscuro del franquismo.

Ellos no vivieron ese tiempo, naturalmente; Barroso nació en Barcelona, donde vivió un año; y Martínez de Pisón vive en Barcelona desde 1982, pero se crió en Zaragoza. Los dos se empaparon de aquellos tiempos que se narran en la novela (de Seix Barral) gracias a las hemerotecas y a los libros, entre otros a Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé, cuyo Pijoaparte tiene parentescos con el tal Justo.

Tráiler de la serie 'El día de mañana'.

Barroso recibió del productor Fernando Bovaira la idea de llevar al cine una versión de la novela de su contemporáneo. Y el resultado está en Movistar, “para toda la vida”, como dicen en la cadena, pues bajo demanda la puedes ver cuando quieras. Su aparición, que ha tenido, dice Barroso, un gran éxito de crítica, no ha sido acompañada por grandes cifras de audiencia; la competición del Mundial ha sido “mundial”, dicen los dos, “pero la serie está ahí para siempre”. Y ellos están encantados de que ambos estén felices del encuentro que los hermana en la edad y en las pantallas. Con los dos charlamos antes de un encuentro que mantuvieron en la Fundación Telefónica el pasado viernes.

Barroso ya conocía la novela, “la había devorado”, cuando recibió el encargo de Bovaira. “Yo había vivido en Barcelona el año 1960, cuando empieza la acción del libro. Era como un regalo que me permitía regresar a mi ciudad en el momento en el que la dejé. Mis hermanos mayores sí habían vivido las circunstancias políticas que son centrales en el libro: la Brigada Social, los comunistas, los de Bandera Roja… De modo que el mundo me lo conocía”.

Y había algo que le vino bien como cineasta. “La novela de Ignacio tiene un extraordinario dibujo de personajes, es una historia muy bien trazada. Y además él tiene algo que escasea: es generoso. De modo que llevar al cine esta novela contó con una complicidad, la del escritor, que no resulta común en las adaptaciones. El riesgo siempre es destrozar una novela, pero, mira, aquí está Ignacio, señal de que está mínimamente conseguida”.

Martínez de Pisón se fue a vivir a Barcelona en 1982. “Lo que hacemos, yo con la novela, Mariano con la adaptación, es rellenar el hueco de lo que pasó en la ciudad sin que nosotros nos diéramos cuenta”. La reconstruyó “a través de amigos, preguntando, y preguntando también a quienes protagonizaran de alguna manera aquella época. Y la adaptación retrata bien lo que se cuenta, ahí está el espíritu de aquella Barcelona. Mariano y su equipo han deshecho la novela, como si hubieran cogido las piezas de un mueble de Ikea, las hubieran separado y luego lo hayan vuelto a hacer. Han construido un mueble diferente. Y creo que han adoptado dos decisiones muy buenas: tomar un eje, el de las relaciones de Justo y de Carme, los dos protagonistas, con el policía, que en la novela es algo que está narrado fragmentariamente”. Y Pisón le dice a Barroso. “Aquí habéis sabido darle una consistencia que es la que hace que la serie avance. El ritmo es fundamental, nunca te cansas de verla”.

A Ignacio Martínez de Pisón le ayudaron, con sus referencias, amigos como el cineasta Pedro Costa o el periodista Xavier Vinader, gente que tuvo que ver con la clandestinidad y la policía de aquellos tiempos, “los más convulsos que hemos vivido en España”. Un mundo oscuro que Mariano Barroso ha querido narrar sin renunciar a la luz del Mediterráneo, que es eterna en Barcelona, y que entonces, a pesar de todo, también estaba en su esplendor a pesar de la pesadez de los tiempos.

Brigada Político-Social

Xavier Vinader, periodista condenado por haber publicado en Interviú un reportaje sobre la ultraderecha vasca, sabía mucho de la policía franquista y puso en contacto a Pisón con un policía de Murcia que estuvo en la Brigada Político-Social, a la que Justo Gil ayuda en la novela. Esa brigada (a la que pertenecía el conocido Billy el Niño) organizaba redadas y controles marcados por la arbitrariedad, la delación y la tortura. El hecho más escalofriante que el policía contó al novelista es la tortura a un joven manifestante en comisaría, en la época de las manifestaciones contra la guerra de Vietnam. En un receso, el joven muere y la policía se deshace de su cadáver en un vagón de escombros.

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