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Blogs / Cultura
El toro, por los cuernos
Por Antonio Lorca
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Fortes, torero heroico, joven, maduro, mil veces caído y más vivo que nunca

El diestro malagueño inicia la temporada 2018 con los toros de Victorino en Las Ventas

Fortes, en su Málaga natal.
Fortes, en su Málaga natal.Lorenzo Carnero
Antonio Lorca

Tiene mérito Saúl Jiménez Fortes (Málaga, 1990), torero de cuna, hijo de una torera y un banderillero. Mérito por ser torero valiente, por haber flirteado más de una vez con la muerte y hacerle un guiño a la vida, por haber superado adversidades solo reservadas para los héroes de película, por tener agallas para levantarse de nuevo y seguir intentándolo.

Este Fortes –así se anuncia en los carteles– tiene solo 28 años, pero parece un hombre hecho y derecho, maduro y veterano, curtido en mil batallas y con la experiencia de una corta existencia, vivida a miles de revoluciones. Serio, reflexivo, tímido, tez morena, mirada penetrante, semblante duro y cara de cowboy del oeste, con un espacio corto para la sonrisa, pero marcado el rostro por lo que parecen cicatrices del alma. Su voz es grave, se detiene para pensar lo que dice y analiza su trayectoria con un responsable y sorprendente sentido de la autocrítica. Y habla con naturalidad de una enfermedad compañera, la epilepsia, que le obliga a una continua medicación y a un estricto orden de vida. Las crisis, que a veces le toman por sorpresa, le afectan, y mucho, a su concentración torera.

Surgió de su tierra natal con fundamento para liderar una próxima generación de figuras. Tras una prometedora carrera como novillero, tomó la alternativa en agosto de 2011 en Bilbao junto a El Juli y Talavante, y dos años más tarde, la confirmó en Madrid con Morante y Manzanares. Aliados y cómplices todos para la consagración, pero el libreto de su currículum le tenía preparadas sorpresas inesperadas. Se sucedieron volteretas que no figuraban en el guion, heridas y parones siempre inoportunos, dos gravísimas cornadas en el cuello el 14 de mayo de 2015 en la plaza de Las Ventas que, según sus palabras, lo emparentaron con San Pedro. Tres meses después, el 16 de agosto, en la localidad salmantina de Vitigudino otro toro lo empitonó en la misma zona con claras intenciones de firmar el acta de defunción.

Pero ahí sigue Fortes, contra todo pronóstico, con la firme decisión de ser un buen torero. Volvió a enfundarse el traje de luces, reapareció en Vistalegre en febrero de 2016, y en ello continua con encomiable decisión.

“Estoy en el lugar que merezco; podría decir lo contrario, pero no”

Quiere ser un buen torero y no olvida lo que él llama “enriquecimiento personal e intelectual”. Tiene aparcados los estudios de ingeniería industrial, quiere perfeccionar su inglés, le gusta la novela y estudia por afición física, química y matemáticas.

Ha cambiado de apoderado –ahora dirige su carrera Nacho de La Serna, un joven y buen periodista, de familia taurina–, ha cambiado su residencia a Madrid y ahí, junto a Las Ventas, aguarda Fortes el inicio de un año especial –otro más–, henchido de ilusión, no exento de incertidumbre.

Esta tarde, Domingo de Ramos, inaugura su temporada en Madrid ante una corrida de Victorino Martín. Volverá el 11 de mayo en plena Feria de San Isidro y el 17 de junio pisará de nuevo la arena madrileña para cerrar un ciclo cargado de responsabilidad.

Fortes, al natural, el pasado mes de abril en la plaza de Málaga.
Fortes, al natural, el pasado mes de abril en la plaza de Málaga.Daniel Pérez (Efe)

Tiene Fortes las espadas en todo lo alto. Ser o no ser. “Iniciar el año con victorinos es un reto que me apetece mucho”, confiesa. “Sé que voy a pasar mucho miedo, que es un compromiso muy difícil, pero también una suerte”. “No tengo en la agenda más que Madrid, y a partir de ahí se deben abrir todas las puertas”, insiste.

Guarda silencio antes de analizar su carrera como torero, pero parece tenerlo claro.

“Miro hacia atrás y me siento en parte orgulloso de lo conseguido, aunque no pleno ni satisfecho; he superado cornadas fuertes y muchos desengaños, me he visto perdido sicológica y económicamente; y sigo adelante a pesar de las cogidas y de la epilepsia, que forma parte de mí y me condiciona. Por todo ello estoy orgulloso”.

“Me acuesto y me levanto con los victorinos; parece como si el toreo fuera de color cárdeno”

- ¿Tanto le ha hecho sufrir la profesión?

- La profesión, no; la he elegido yo y, además, no quiero analizarla desde una perspectiva victimista. He apostado por personas que me han ayudado mucho, pero que también me han desengañado. Pero es mi responsabilidad y la asumo. Y digo más: no cambiaría prácticamente nada de mi carrera, me pongo en el lugar de cualquier figura del toreo y no me cambio por nadie”.

“También me he mantenido fiel a mi pensamiento, a mi toreo”, insiste. “A pesar de algunos momentos en los que solo busqué resultados y perdí calidad, mantengo la inocencia delante del toro”.

Sorprende por inusual la sinceridad del torero cuando analiza el lugar que ocupa en el toreo, lejos de sus previsiones, cuando inicia su octava temporada como matador de toros.

“Sí, estoy en el lugar que merezco”, suelta sin remilgos. “Podría decir lo contrario, pero no. Distinto es lo que creo que conseguiré o lo que pudiera haber conseguido si hubiera dado los pasos necesarios. Al final, creo que el toro pone a cada uno en su sitio. No sería justo, por ejemplo, que me quejara de que no tenga 30 corridas firmadas para 2018, porque he apostado por enriquecer mi toreo, que es lo que necesito. En otras palabras, ocupo el puesto que merezco, el que yo he elegido, aunque es cierto que en algunos momentos me he visto perjudicado por las circunstancias”.

-¿Ha tenido alguna vez la tentación de abandonar?

-Sí, en varias ocasiones. Cuando uno se ve fracasado en la plaza, no se siente realizado y concluye que no sirve el esfuerzo de toda una vida, te asalta el desánimo. Hubo una época en que la que casi caí en una depresión porque personalmente estaba mal, sufrí un palo económico brutal y veía que aquello se me iba…

-Sí, ocurrió después de la cornada de Vitigudino, antes de tomar la decisión de reaparecer. Recuerdo que me preguntaba muchísimas cosas. Pero era algo evidente, claro…

-Ciertamente, fueron dos cornadas en el cuello muy graves y seguidas…

-Cuesta mucho sobreponerse, la verdad. Todos sabemos que ir a la plaza es un riesgo vital, pero lo asumes desde otro plano. Pero cuando has visto el sufrimiento de los que te quieren, ponerte de nuevo delante del toro es una emoción muy intensa, cuando haces el paseíllo se te agolpan demasiadas sensaciones.

Fortes recuerda como uno de los días más emotivos de su vida aquel en que decidió probarse en el campo tras la segunda cornada.

-Sí, el único reto era quedarme quieto porque el instinto de conservación es muy fuerte.

Después, en febrero de 2016, reapareció con bien en la plaza de Vistalegre, y en San Isidro volvió a Las Ventas. Y, llegado este punto, el torero se pone aún más serio y musita…

-La última vez que había salido andando de la plaza de Madrid fue en 2013. El Domingo de Resurrección de 2014 sufrí una cogida y otra en la feria, la tarde de la gravísima cornada a David Mora, en 2015, la del cuello… Vamos que vestirte de luces y plantarte en la puerta de cuadrillas a sabiendas de que has ido a la enfermería en las dos últimas ocasiones es un trago.

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Fortes afirma que la vida le ha enseñado a pasar página con rapidez y transformar la adversidad en algo positivo.

-He aprendido muy joven que la vida se te puede ir en cualquier momento, y eso es una suerte. Cuando ves tan cerca a San Pedro, y de pronto te dan la oportunidad de seguir, la existencia se ve de otra manera, y eso es una suerte, realmente.

-¿Hay un torero nuevo después de tantos contratiempos?

-Sin duda, porque soy una persona nueva. Comprendí que no me sentía orgulloso de lo realizado, y si tan alto era el precio que debía pagar para seguir toreando, decidí ser el torero que quiero ser. Sí, hubo un cambio de mentalidad, un salto cualitativo importante. Mi meta es torear mejor, sin dejar de ser un torero valiente; quiero que se me reconozca como un buen torero.

-Y, encima, la enfermedad…

-Mi cuerpo es como es. La epilepsia me ha obligado a potenciar la velocidad de reacción, los reflejos y la coordinación; y a ser muy disciplinado con los horarios, la comida, el sueño…

-Pero el tratamiento no impedirá que sueñe estos días con los victorinos…

-Los tengo muy interiorizados. Me acuesto y me levanto con ellos, parece como si el toreo fuera de color cárdeno…

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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