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Miguel Ríos: “Estoy ya por dedicar mis canciones a mis bisnietos rockeros”

El músico viste su rock con orquesta en un disco junto al director Josep Pons y anuncia una gira con 50 músicos

El cantante Miguel Ríos, hoy en Madrid.
El cantante Miguel Ríos, hoy en Madrid. Paco Campos (EFE)
Jesús Ruiz Mantilla

Cuando en 1982, Miguel Ríos dio la vuelta a la industria del rock clamando: “A los hijos del rock and roll… ¡Bienvenidos!”, puede que no llegara a sospechar que lo iba a seguir haciendo dos generaciones después. “Ya se lo he dedicado a los nietos y ahora me toca a los bisnietos”, aseguraba ayer en el Teatro Real. Este verano será fuera de las plazas de toros. Porque el músico ha cambiado los bancos de madera y cemento de los cosos por los sillones aterciopelados de los teatros y otros recintos para presentar Sinfonic Ríos (Universal Music): 11 canciones de siempre arropadas por su banda –los Black Betty Boys- y 50 músicos de la Orquesta Ciudad de Granada, dirigida por el gran Josep Pons.

A sus 72 años carga con la juguetona manía del retiro ficticio. Ese amago perpetuo de los que siempre regresan. “No soy infiel a mi palabra. Vuelvo en un plan más tranquilo”, asegura. A la excepción que supuso la gira junto a Serrat, Ana Belén y Víctor Manuel bajo el título de El gusto es nuestro, Miguel Ríos unió darse el gustazo de cantar junto a una orquesta sinfónica. La de su tierra, además. Y en el palacio de Carlos V de la Alhambra. “Ni harto de vino soñé que iba a actuar algún día en un lugar así”, dijo. 

Pero se animó después de que su amigo, el maestro Josep Pons, decidiera acompañarlo para hacerlo dentro del pasado Festival de Música y Danza de Granada. Ya habían probado una experiencia previa con Ana Belén y canciones de Kurt Weill. “Josep siempre demuestra el músico distinto que desea ser. Si no es con él, no hubiese existido este proyecto”. Contar con una batuta a la espalda le da alas: “Relaja mucho esa tensión que implica cantar con un grupo. Te centras más en esa capacidad emocional que muchas veces, la mecánica de estar atento a otras cosas, te impide”.

Aparte, está el lujo de sentir todo ese cuerpo de sonido detrás: “Nunca lo imaginé así. Una canción como Santa Lucía yo la he interpretado al piano, a capela, acústica… Menos al revés, de todas formas. Aun así, ¿cómo voy a decir que no a esto?”. Junto a dicho clásico suenan otras: Memorias de la carretera, Bienvenidos, El río, No estás sola, Boabdil, el chico, Todo a pulmón, Antinuclear, El sueño espacial, El rock de una noche de verano… “Fueron las que arreglamos para tocar después de una sinfonía de Beethoven. La Séptima, porque Pons cree que es la más rockera”. Lo grabaron en el disco y DVD que sale ahora a la venta. Pero para la gira vendrán más. “La elegí yo”, afirma Ríos. De lomo alto, las han calificado.

La música es reflejo de la época. Obedece a impulsos. Si la sociedad anda adormecida, tendremos un arte con encefalograma plano”

Nada de nostalgia para los títulos: “No creo en eso. Pareciera que las cosas estaban mejor antes pero es mentira, siempre ha andado todo muy mal”. Pero no se queja. Quizás recuerda a menudo a ese adolescente granadino que en medio de la tierra del flamenco quería dedicarse al rock and roll: “A veces me planteaba si no tendría que haber nacido en otro sitio. Pero, mira”.

El hecho es que cambió la industria. “Aunque suene mal, con aquel pelotazo que fue el Rock and Ríos ocurrió. Asomaba la movida y una especie de punk rosado que lo acompañó. Pero sobre todo me alegro por los que vinieron detrás. Porque la industria empezó a creer en ello y eso posibilitó que los apoyaran”. Hoy, si algo sobra es talento. Y cierta inflación. De ahí que no haya hueco para fijarse en todos. Cuando le preguntan si escasean recursos, responde: “Faltan medios pero sobre todo cuartos”.

O quizás, discurso: “El rock y la música urbana surge como reacción a algo. Las neuronas en otras épocas estaban adormecidas, quizás nosotros le pusimos alma y eso supuso un revulsivo. Había que sacar el rock a la calle. Nos interesaba más mover los cerebros que las caderas. Era un rollo más social. De todas formas, la música es reflejo de la época. Obedece a impulsos. Si la sociedad anda adormecida, tendremos un arte con encefalograma plano”.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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