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Operación Triunfo
Crónica
Texto informativo con interpretación

Y a Bisbal se le apagó la música

Dos redactores de EL PAÍS narran cómo vivieron la final desde dentro

Amaia, tras ganar Operación Triunfo.

Nos quedamos sin Bisbal. Cuando solo faltaban 30 minutos para que acabara la gala, Operación Triunfo se quedó sin voz. “¡Tranquilos, en casa se escucha! Y tú… ¡bájate de la pasarela, que esto no es Pachá!”, gritaba el animador. Llevábamos cuatro horas y veinte minutos en el plató y solo queríamos dos cosas: saber quién había ganado –no vamos a revelar nuestro favorito, y no, no era Miriam— y movernos con algo latino después de habernos quedado sin concierto de Shakira. Pero no se oía nada. A la 1.20 la mesa de sonido petó y en lugar de pop latino tuvimos que conformarnos con una balada (¡otra!) a capella de David Bisbal. El público, que echaba mano del móvil para saber si desde el sofá de casa se oía lo que allí ocurría, le demandaba un tema a gritos. Tan desconcertado estaba el cantante que, tras saludar efusivamente a los concursantes, se olvidó de Rosa. Y eso que con su vestido azul eléctrico la primera ganadora de OT no pasaba inadvertida. No tenemos una explicación razonable de lo que sucedió. Los de Cuarto Milenio tal vez tendrían una –no garantizamos que razonable–, puesto que ellos estuvieron en ese edificio antes que OT. Allí, en pleno parque natural, en su día hubo el Hospital del Tórax de Terrassa, un antiguo sanatorio del que circulan varias leyendas urbanas. Anoche albergó la gran final de OT y se convirtió en uno de los pocos lugares de Cataluña (y esto sí es un fenómeno paranormal) en el que no se hablaba del procés.

Ganó Amaia. No había que ser un gran experto en OT para conocer el desenlace. Desató la euforia del público durante toda la noche. Amaia era en sí misma un momentazo. Las canciones de Amaia, los vídeos de Amaia, las entrevistas a Amaia… OT fue anoche un revival de la final de 2001. Ambos la vimos. Una no se acuerda dónde estaba, pero dice que de esa edición tiene grabado el Escondidos de Chenoa y Bisbal. Y el otro sí lo recuerda: montó un fiestón en casa con sus compañeros de piso de la facultad. Parecía que revivíamos ese día, pero la media de edad del público que había en la fosa nos devolvió a la realidad. Pellicer vio a un chaval hacer un “momento” de Instagram y decidió imitarlo. “No lo entiendo, no me sale como a él”. Tras dos intentos, renunció y en lugar de un vídeo colgó una imagen. Por aquello del postureo. Después, cuando una chica se dirigió a él y le llamó “señor”, lo remataron.

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En el plató había tres clases de público: los entusiastas, los familiares de los concursantes y los que habían ido arrastrando los pies para acompañar a alguien. Los entusiastas aplaudían de forma espontánea incluso la lectura de los conciertos programados. Los que los acompañaban iban se entregaron con Raphael y luego fueron ya a tiro fijo con su favorito sin hacer demasiado ruido. Nosotros –sin gritar— queríamos ser de los primeros. En algún momento lo conseguimos, pero lo confesamos: sufrimos nuestros altibajos. Seguramente, dice una, por la edad. Pero lo expresó de maravilla Mikel López Iturriaga, de El Comidista, en Twitter: “Qué suerte los que tenéis 20 años, que viviréis para ver terminar la final de OT”. Cuando Roberto Leal –que se comió de principio a fin el escenario— dijo que había una segunda fase, Pantaleoni pidió oxígeno. Pero entonces se produjo otro momentazo: Alfred, glups, quedaba fuera de la última fase, a la que se colaba Miriam. En la sala se oyó un enorme murmullo. “¿Quéeeeeee?”. “¿Cómooooooo?”. Entre el público, un chico se ponía la mano en la boca y bajaba los brazos de rabia.

La gala fue, y se hizo, muy larga. Pero llegó Aitana y su Bang, bang despertó de nuevo a los que estaban en la fosa. Aitana es un nervio. Antes de la primera actuación, ya en el escenario, no podía evitar distraerse y reírse con los vídeos de su paso por la academia. Todo lo contrario que Alfred, que se preparaba serio, concentrado y sin apenas mediar palabra. Cuando en los televisores se emitían resúmenes de la academia, un ejército de maquilladores entraba a retocar a los finalistas. Miriam se quejaba de los pantalones, mientras que Amaia y Aitana no paraban de charlar. Otro de esos instantes OT, que no sabemos si enfocaron las cámaras, se produjo mientras Amaia cantaba. Ana Guerra, Miriam y Aitana cogían de la mano a un Alfred que no podía esconder la emoción. Esos detalles nos embobaron e hicieron de nosotros unos entusiastas. Sí, lo comentamos todo. E incluso nos hicimos algún selfi que nos consta que circula en algún grupo de whatsapp. Hasta que se apagó la voz.

El público que teníamos alrededor oía lo mismo que nosotros: apenas nada. Y aun así, dio el callo. Aplaudió, se emocionó y gritó. “¡Ole, di que sí, Miriam!”, gritó un chico de la grada después del discurso de la concursante, que parecía explayarse en su experiencia en la academia. “¿Qué ha dicho?”, le preguntó intrigada una mujer que se sentaba justo detrás. “¡Y yo qué sé, si no se oye nada!”, le contestó. Era un entusiasta. Nosotros nos dimos cuenta que ya no. Sí, vimos en directo la victoria de Amaia, aunque los dos ya estamos curtidos en eso de vivir “días históricos". Pero sin música ni sonido, el confeti nos supo a poco. Seguro que para los incondicionales de Amaia que lo vieron desde casa fue un momento emotivo. Allí se palpaba nerviosismo. Y pese a todo, el espectáculo siguió con el desparpajo de Roberto Leal, que antes de la gala ya mostró sus intenciones de darlo todo cuando presentó a su madre y la hizo cruzar la pasarela.

El sonido volvió justo cuando Leal despedía ya la gala para que los concursantes pudieran cantar Camina, el himno de OT, que solo tuvo el 1% de los votos para ir a Eurovisión. En eso, los dos estuvimos de acuerdo: la generación de OT1 vamos a tener el mejor himno de todas las ediciones del concurso. Ninguno, ninguno, va a superar jamás A tu lado. Ya en el coche, empezamos a discrepar. No teníamos el mismo favorito. A una le gustaba más Carlos Lozano y el otro prefiere a Roberto Leal. Ella va a preferir siempre a Nina como directora de la academia y él se queda con el buen rollo que le da Noemí Galera. Y ella tiene mitificados a Chenoa y Bisbal y a él, puestos a elegir, le caen mejor Amaia y Alfred. Dejamos atrás Terrassa pensando en hoy. Una entra pronto a trabajar y tiene que esconder el ganador a su hija de 11 años hasta que puedan ver toda la gala. El otro tiene un almuerzo con empresarios y podrá dormir algo más. Ya entrando en Barcelona, coincidimos: todos moriremos, pero OT seguirá.

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