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Columna
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Manías

Una serie que no pretende entrar en los anales de las grandes creaciones, que no ansía, probablemente, más que entretener y que lo consigue: eso es 'Profesor T'

Ángel S. Harguindey

Una serie que no pretende entrar en los anales de las grandes creaciones, que no ansía, probablemente, más allá de entretener y que lo consigue: eso es Profesor T, la producción belga de la que ha emitido COSMO recientemente sus dos temporadas y que se pueden ver en Movistar+. La estructura es simple: un reducido grupo de inspectores de la policía de Amberes tendrá que resolver los crímenes correspondientes. La inspectora Annelies Donckers recurre a su antiguo profesor de criminalística Jasper Teerlinck, el profesor T. Un tipo singular: mezclen a partes iguales al maniático interpretado por Jack Nicholson en Mejor... imposible, al borde de Hugh Laurie de House, al obsesivo-compulsivo al que da vida Tony Shalhoub en Monk e incluso al joven autista Shaun Murphy que interpreta Freddie Highmore en The Good Doctor, se sirve frío y el resultado es el profesor T, un cóctel curioso que no necesariamente es inolvidable aunque sí entretenido.

La serie, además de su peculiar protagonista, contiene un sentido del humor infrecuente en este tipo de dramas en los que, al parecer, está terminantemente prohibido reírse y mucho menos su protagonista. Y para ello su guionista, Paul Piedfort, se basa en varios personajes secundarios que resisten con ironía las andanadas verbales del profesor y soportan con serenidad y fortaleza su compañía. Tampoco rehúye, por pedante que parezca, lo que se vino a llamar "el distanciamiento" brechtiano, un contrapunto que permite alejarse emocionalmente del desarrollo de la historia con cortes inesperados de números musicales que desvinculan al espectador de una hipotética identificación con lo que se le muestra.

Se entremezclan también relaciones sentimentales, pero con mucha menos ñoñería, por ejemplo, que en Castle, y, coherentemente con el personaje, mucho más complejas. Al fin y al cabo, Jasper Teerlinck añade a todas sus manías la bacilofobia, un miedo enfermizo a todo tipo de bacterias, gérmenes y virus. Solo queda reseñar algunos detalles surrealistas en las ensoñaciones del profesor. No en balde hablamos de una producción del país de Magritte y Delvaux.

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