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Columna
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Tecnologías

David Lynch y Charlie Brooker tienen algo en común: los dos pusieron la ficción televisiva patas arriba

Ángel S. Harguindey

David Lynch y Charlie Brooker tienen algo en común: los dos pusieron la ficción televisiva patas arriba. El primero con su Twin Peaks y el segundo con su Black Mirror, ese "espejo negro" que encontramos en las pantallas de un televisor, de un ordenador o de un teléfono móvil. Es el presente y el futuro. El paraíso y el infierno: la tecnología.

La tercera temporada de Black Mirror fue retomada por Netflix cuando ya parecía que no daría más de sí. Brooker y Annabel Jones, sus productores ejecutivos, demostraron el error de darla por acabada. Los seis capítulos de la nueva temporada siguen la línea que irrumpió espectacularmente en el panorama audiovisual con aquel capítulo en el que el primer ministro británico tenía que penetrar sexualmente a un cerdo para salvar a la princesa y hacerlo, naturalmente, con la televisión en directo. Fue una conmoción.

En los seis capítulos de la tercera temporada que Netflix estrenó en 2016 —en unos días llegarán otros seis episodios— nos sorprenden con nuevas reflexiones sobre lo que su creador definió como "una indagación en las secuelas de esa droga que es la tecnología. Episodios que exploran la paranoia del panorama tecnológico actual". Una definición impecable de la serie y de la realidad. Los móviles se han convertido en adictivos y la habilidad con los dedos, en el lenguaje actual.

Estos capítulos describen situaciones límites pero posibles, desde la obsesión en un mundo futuro por conseguir las mejores calificaciones de quienes nos observan al descubrimiento del amor lésbico en un entorno que recuerda al mundo feliz de Huxley, la crueldad con quienes aceptan ser cobayas de un nuevo videojuego o quienes se ven sometidos a un chantaje online. Situaciones disparatadas en teoría y previsibles en la práctica. Brooker nos señala los peligros de las nuevas tecnologías en un mundo que comparte con ellas, también, ventajas extraordinarias.

Lynch y su agente Dale Cooper deslumbraron en la investigación del asesinato de Laura Palmer. Brooker da un salto en el vacío para denunciar la cara oculta de la tecnología.

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