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María Victoria Alcaraz: “Los argentinos nos aferramos a la cultura para sobrevivir”

La primera directora mujer del Colón en 110 años de historia dice que el teatro es “el símbolo de lo que Argentina quiere ser”

Carlos E. Cué
La directora del Teatro Colón de Buenos Aires, María Victoria Alcaraz.
La directora del Teatro Colón de Buenos Aires, María Victoria Alcaraz.Silvina Frydlewsky
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El Teatro Colón, uno de los más imponentes del mundo, a punto de cumplir 110 años, vive estos días su momento cumbre del año. El director Daniel Barenboim y la pianista Marta Argerich, los dos nacidos en Buenos Aires, hijos excelsos de la música argentina, que salieron de aquí para triunfar en el mundo, vuelven como cada año para hacer un dúo de pianos único. Esta vez además organizan una representación en la calle, gratuita, para todos, en pleno invierno. “Queremos que el Colón salga a la calle, a los barrios, buscamos nuevos públicos”, explica su directora, María Victoria Alcaraz, que está preparando incluso un concierto en la villa 31, el barrio de viviendas precarias en el centro de la ciudad.

El teatro, que ha sufrido tantas crisis como Argentina, vive un gran momento, tras su reapertura ya restaurado en 2010, y tiene por primera vez en su historia a una mujer al frente: Alcaraz, con larga experiencia en gestión de instituciones culturales, ha llegado a este puesto tras la salida de Darío Lopérfido, muy presionado por unas polémicas declaraciones que dudaban de la cifra oficial de los 30.000 desaparecidos.

"En el mundo de los teatros históricos estamos entre los 10 primeros, incluso los 5".

El Colón, la gran joya argentina, está siempre en el centro de todo, en un país y una ciudad casi obsesionada por la cultura. Los porteños hablan de este teatro como algo propio, se emocionan al hacerlo. Incluso los que no suelen acudir a sus espectáculos. Alcaraz tiene una explicación. “Los argentinos, y los porteños en particular nos aferramos a la cultura para sobrevivir. A nosotros mismos, en muchas ocasiones. En 2001, cuando se rompían todas las vidrieras de la ciudad por el corralito, yo dirigía el Centro Cultural San Martín (parte del principal teatro público de la ciudad), que es todo de vidrio. Había marchas multitudinarias que pasaban por allá y jamás nadie arrojó una piedra. Lo consideramos nuestro. La vinculación con el hecho artístico y cultural es muy fuerte en este país”.

Casi todo es especial en este teatro, financiado por la comunidad italiana en un momento en que Argentina competía con EEUU como gran potencia económica del nuevo mundo y realizado con los mejores materiales traídos de Europa. “En el mundo de los teatros históricos cómodamente está entre los 10 primeros, incluso los 5. Todos nos dicen que tiene la mejor acústica del mundo. Dialogamos con los pares con la única dificultad de la distancia. Somos el que mejor paga a los artistas. Pero es lógico, los que deciden venir tan lejos tardan mucho y no pueden hacer nada más mientras están acá. En Europa están a dos horas de casa, pueden trabajar unos días y volver a descansar. Aquí queda incomunicado por un mes”.

"Pavarotti decía que el Colón es un problema, porque su acústica tan perfecta que no te puedes equivocar".

El Colón brilla por su restauración, pero conserva intacto el aroma de la época de esplendor de Argentina. Y preserva las tradiciones. “Somos de los pocos teatros que seguimos haciendo toda nuestra producción. De los poquitos que quedan en el mundo con oficios artesanales maravillosos, como peluqueros, zapateros, que puede fabricar aún todo lo que necesita para el escenario”, explica Alcaraz.

La sala es única. “Zubin Mehta me dijo que él si le llama el Colón deja cualquier cosa y viene, porque todo suena aquí de otra manera. Y lo cumple. Pavarotti decía que el Colón es un severo problema, porque su acústica tan perfecta que no te puedes equivocar”, remata.

La cantera artística argentina no se agota en los veteranos Barenboim y Argerich. Precisamente una de las primeras decisiones de Alcaraz fue fichar a la bailarina Paloma Herrera, que se acaba de retirar después de años de éxito mundial, como directora del ballet. “Hay una cantera muy fuerte de formación artística, hay muchos jóvenes que salen de la escuela del Colón y son fichados en Europa. Hay personas que han salido de aquí en casi todos los teatros importantes”, insiste Alcaraz.

"Somos de los pocos teatros que seguimos haciendo toda nuestra producción".

El Colón se mantiene así como una joya internacional que recuerda de dónde viene Argentina. Pero tampoco quiere representar un pasado perdido. “Es el símbolo de lo que la Argentina quiere ser, no de lo que quiso ser”, corrige Alcaraz. Y está dispuesto a mantener ese espacio aunque cueste mucho dinero y esfuerzo. Eso sí, con límites. Acaban de rechazar un gran montaje de la Traviata hecho por Sofia Coppola. “Los trajes de Valentino eran carísimos, demasiado, haremos una Traviata estupenda de la ópera de Roma sin esos trajes”, cuenta Alcaraz.

Y cuando se tiene que plantar, lo hace. Angela Gheorghiu, famosa soprano rumana, dio un portazo en marzo, cuando iba a abrir la temporada con Adriana Lecouvreur. Se fue de Buenos Aires indignada, criticando al teatro, sin haber ido a un solo ensayo. “Fue un episodio lamentable. La señora había dado el ok al contrato antes de tomar el avión. Después quería un adelanto, y luego que le diéramos primero el comprobante de pago antes de venir a los ensayos. El portazo no lo dio ella, lo dimos nosotros”, cuenta Alcaraz. Un teatro de primer nivel con anécdotas de primer nivel, habituales en el complicado mundo de la ópera. El Colón, la gran joya argentina, mantiene el tipo 110 años después. Sigue estando tan lejos como siempre, pero eso no impide que cada año se llene otra vez de estrellas.

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