Naomi, así no

Qué rabia da cuando empiezas una serie y tus expectativas son, no digo ya altas, pero sí esperanzadoras, y cuando llevas cuatro o cinco capítulos te das cuenta de que lo que estás viendo no lleva a ninguna parte y que has perdido varias horas que podrías haber aprovechado para avanzar con otra serie. Y eso es lo que pasa con la tediosa Gypsy (Netflix), que de primeras tiene un planteamiento interesante, una terapeuta que se salta sus límites y se inmiscuye en las vidas de los familiares y amigos de sus pacientes sin que estos lo sepan, y de segundas una actriz protagonista por la que uno pensaría que merecería la pena ver la serie, Naomi Watts. Pero no.

Gypsy tiene aburrimiento por partido doble, tanto dentro como fuera. El aburrimiento de ser una madre de familia y esposa perfecta con un marido y una hija encantadores y con un trabajo del que parece que te cansas es el que desata la trama. Pero es el espectador el que abraza también al aburrimiento al ver cómo el personaje de Naomi Watts da tumbos en una especie de trama a lo 50 sombras de Grey elegante con mujer madura sin que el espectador sepa muy bien qué necesidad tiene de hacerlo. Y mira que los títulos de crédito, con una nueva versión de la canción Gypsy grabada por la mismísima Stevie Nicks, ya avisan de lo que está por venir. Eso sí, señoras del mundo que disfrutaron con la película basada en la novela de E. L. James, esta serie es para ustedes (no se me ocurre para quién más).

La actuación de Naomi Watts no está mal, al contrario, es de lo mejor de la serie, siempre elegante y sutil, pero es la historia y el personaje los que hacen aguas y acaba aburriendo. Resultan más interesantes los familiares de sus pacientes. Naomi Watts no solo actúa, también produce la serie, pero no, así no Naomi. Para verla en la tele estos días, mucho mejor quedarse con su aparición en Twin Peaks. Actúa igual de bien y la serie al menos trata de contar algo interesante. O no. Es Twin Peaks. Pero eso lo dejamos para otro momento...