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El cuerpo no termina en la piel

La exposición 'Corpus' de Helena Almeida en el IVAM celebra la transformación del cuerpo femenino como símbolo de resistencia

Obra sin título (2010), de Helena Almeida.
Obra sin título (2010), de Helena Almeida.

La exposición Corpus de Helena Almeida (Lisboa, 1934) celebra la transformación de un cuerpo que se ha construido durante cinco décadas. Un cuerpo de trabajo que ha sumado con el tiempo, pero también un cuerpo femenino como vehículo para imaginar y resistir: como objeto y sujeto de un estar en el mundo constantemente cuestionado.

Almeida inició su carrera como pintora en los sesenta. Pero una creciente frustración le llevó a recurrir al dibujo, fotografía y vídeo, en un intento por superar los límites de la representación y habitar otros espacios posibles. Quizá por este motivo las pinturas que nos reciben en la sala sean lienzos fragmentados, ventanas o persianas que nos abren las puertas al universo de la artista.

El cuerpo de Almeida dibuja un espacio, lo habita y lo excede. Las imágenes —alineadas con Acconci o Jonas— encarnan una emoción vivida, digerida y recreada. Como sucede en Estudios para un enriquecimiento interior, donde la ingesta de su propia pintura dibuja una coreografía de espacios y tiempos.

Siénteme, Escúchame, Mírame titulan la extraordinaria trilogía realizada con la agitación de la revolución del 25 de abril, “esa época del todo vale”, de los maravillosos setenta. Una invitación a sentir y una resistencia a quedarse quieta. La emoción que desprende Escúchame, donde la artista se encuentra detrás de una gasa como si estuviera atrapada en un lienzo —y que remite a unas fotografías donde la palabra cose sus labios—, constituye un espacio de contingencia política frente a la dominación masculina del mundo. Una obra fundamental en la historia del feminismo, una de esas que permanecen contigo.

“No son autorretratos porque no encuentro en ellos mi subjetividad, sino mi plural al que hago asistir a una especie de escena”

En los ochenta, el rostro de la artista gradualmente desaparece. Seducir recupera el deseo y la empatía. Una planta del pie pintada de rojo nos define dónde termina la piel. “No son autorretratos porque no encuentro en ellos mi subjetividad, sino mi plural al que hago asistir a una especie de escena”. Me pregunto si ese plural es el que representa las obras que incluirán a Artur Rosa, su marido. Sin título introduce las piernas atadas de ambos, caminando con dificultad juntos. Un relato íntimo que parece mostrar la complejidad de las relaciones que continúan donde termina el cuerpo.

Hoy, la propuesta de situar el cuerpo plural y complejo en el centro del discurso no solo celebra la vida como obra de una mujer de curiosidad metódica, sino que abraza la idea del corpus —físico, artístico, emocional— como lugar para la fabulación y la resistencia: una entidad compleja que pone en duda los límites y deambula por los intersticios de la representación y el tacto. Una pregunta de Donna Haraway viene a mi mente: “¿Por qué tiene nuestro cuerpo que acabar en la piel?”. Sin duda, las obras de Almeida llevan medio siglo poniendo de manifiesto que los límites de lo humano, lo femenino y del arte van más allá de ésta.

Corpus. Helena Almeida. IVAM. Valencia. Hasta el 11 de junio. Itinerancia: Museo Serralves, el Jeu de Paume y el Centro de Arte Contemporáneo de Wiels.

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