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“En el escenario se oía ‘oh, no’. Alguien sabía que el sobre no era el bueno”

Así se vivió el error de los Oscar dentro del teatro Dolby, donde los más veteranos se quedaron estupefactos y los ganadores no se lo acababan de creer

Desconcierto en el escenario de los Oscar 2017 tras el error en el anuncio de la mejor película. En vídeo, discurso del director de 'Moonlight' y de la actriz principal de 'La La Land', Emma Stone.Foto: reuters_live | Vídeo: LUCY NICHOLSON.
Pablo Ximénez de Sandoval

Hay un tipo en esta fila del teatro Dolby que lleva toda la noche jaleando los premios y las nominaciones de Moonlight. Cuando le dieron el premio al mejor guion, sus gritos de alegría seguramente se oían en la platea, dos pisos más abajo. Ahora, al final, cuando se ha anunciado el Oscar a la mejor película para La La Land, aplaude educadamente mientras se levanta y se prepara para ser de los primeros en salir. Pero no se va, se queda de pie en un rellano. Algo pasa en el escenario. "¿What? ¿What?", dice con las manos en la cabeza. Como él, medio teatro está ya de pie recogiendo cuando alguien dice desde el escenario que el ganador es Moonlight. El tipo en cuestión es Jewerl Ross, el representante de Barry Jenkins, que en ese momento sube confundido a recoger el Oscar. Le pregunto si se cree lo que estamos viendo. No contesta, solo me abraza al borde de las lágrimas y sale corriendo hacia el piso de abajo.

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Los espectadores que llenaban el teatro Dolby el domingo por la noche acababan de ser testigos en directo del mayor error de producción en 89 años de historia de los Oscar. Como todo el mundo sabe a estas horas, alguien le dio un sobre equivocado a Warren Beatty, que sin saber qué hacer con él se lo enseñó a Faye Dunaway, que leyó un título equivocado nada menos que en el premio a la mejor película.

“En el momento en que dijeron La La Land, empezamos a oír a gente en el escenario que decía ‘Oh, no, oh, no’. Alguien sabía que el sobre no era el bueno”. Así lo contaban cinco miembros del equipo de producción que esperaban el ascensor del aparcamiento poco después. “El último segmento del show era volver al escenario siguiendo con la cámara a Jimmy Kimmel, que haría la despedida. Pero entonces el regidor lo detuvo”. Les dijeron que se quedaran quietos. Un espectáculo milimetrado, el programa de televisión más popular del mundo, acababa de descarrilar estrepitosamente.

“Esto es lo más raro que he visto en todas las veces que he venido”, decía a EL PAÍS Alan Bergman mientras ayudaba a su esposa, Marilyn Bergman, a bajar unas escaleras del teatro imposibles para personas tan mayores. Él tiene 91 años, ella 88. Algo de experiencia tienen. La primera vez que estuvieron en los Oscar fue en 1969, cuando ganaron por la música de El caso de Thomas Crown. Ellos se presentan como “los compositores de The way we were”, por la que ganaron el segundo, en 1973. El tercero fue por Yentl. Estaban tan impresionados como cualquiera. Otra señora iba por la escalera diciendo: “¡Histórico!”. Había venido 22 veces a los premios de la Academia. Así de importante en la historia de los Oscar es lo que se vio este domingo.

Moonlight es una enorme rareza en Hollywood. Ha ganado el premio de una Academia cuyos miembros típicos podrían ser los Bergman, o Bob O’Neil, un hombre sorprendentemente parecido a Jeff Bridges que fue ejecutivo de Universal Studios durante 40 años hasta que se retiró. Para él, entre Shirley MacLaine y Charlize Theron, la conocida era MacLaine. Él había votado por Figuras ocultas, un drama clásico. “Lo tiene todo. Buena historia, emoción en la actuación, todo”, comentaba en el bar del segundo piso del teatro mientras pedía que subieran el volumen de la televisión.

Eso es lo malo de salir al bar o al baño en los Oscar. Las interrupciones publicitarias son muy cortas y cierran las puertas en cada segmento. Si sales, te pierdes un par de premios y los tienes que ver desde el bar. Y como es un bar, no se oye nada. Dos de los adolescentes de Moonlight, Ashton Sanders y Jharrell Jerome, se pasaron todo el espectáculo entrando y saliendo y haciendo levantarse a toda su fila en el segundo anfiteatro. Al final, se llevaron las bebidas al asiento.

Con el teatro casi vacío, Andrew Garfield parecía no tener prisa por ir a la tradicional fiesta de los gobernadores en el piso de arriba y estaba esperando a alguien. En el baño, un camarero y un guardia de seguridad discutían sobre qué podía haber pasado. Un hombre con un oscar en la mano y calzado con deportivas le iba a buscar un refresco a su hijo. Era Kevin O’Connell, uno de los grandes personajes de la noche. Tiene el récord de nominaciones sin conseguir el Oscar: 20. El domingo, a la 21, consiguió el primero de su carrera por la mezcla de sonido de Hasta el último hombre. “No te puedo ni empezar a describir lo que es esto”, decía a EL PAÍS.

De la peor manera posible, el caso es que Moonlight y La La Land se encontraron en el escenario y fue a su manera un premio a los que sueñan, como canta Mia (Emma Stone). En esto, La La Land no se inventa nada. Allí estaba Chrystal Candelario, de 36 años, una de las camareras que servían las bebidas en el piso donde estaban todas las estrellas. En el momento del Oscar a Viola Davis, aplaudió dando con una mano contra su muslo mientras con la otra sostenía una bandeja. Lleva 15 años intentando ser actriz en Albuquerque, Nuevo México, y se mudó a Los Ángeles el pasado julio. Rodeada de las estrellas de Hollywood, se negaba a sentirse intimidada. “Yo estoy en este negocio y quiero trabajar con ellos, no admirarlos”, decía. “Yo los veo como iguales”. Como dijo Barry Jenkins en el escenario, basta de sueños, esto es realidad.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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