Homer Simpson, el inmortal
No es tan raro que podamos ver el mismo capítulo una treintena de veces
Empecé a ver Los Simpson en 1991, cuando se estrenó en TVE. Por aquel entonces iba a cumplir 14 años, pero la serie está aguantando tanto que ahora soy más viejo que Homer. A este paso, alcanzaré al abuelo Abe: Fox ha renovado la serie por dos temporadas más, hasta la 30.
Por mucho que se hable del descenso de calidad de la serie, seguimos tragándonos los episodios, tanto los nuevos como los clásicos. Según datos de Atresmedia, los 552 capítulos de las primeras 25 temporadas se han emitido 11.500 veces en Antena 3 y 8.100 en Neox. Eso supone que cada episodio, de media, se ha podido ver 35,5 veces, sin contar que entre 1991 y 1994 la serie se emitió en TVE. Además, los datos de audiencia siguen siendo buenos y no hay diferencias significativas entre temporadas.
No es tan raro que podamos ver el mismo capítulo una treintena de veces. Las reposiciones no solo suponen una forma de seguir una historia sin tener que esforzarnos. Mantenemos una relación con los personajes de ficción que para nuestro cerebro es similar a una experiencia social, como explica el psicólogo David Comer Kidd. Ver Los Simpson supone reencontrarnos con viejos amigos. Amiguillos, en el caso de Flanders.
Después de casi tres décadas, se han convertido en parte de nuestra vida. De hecho, cuando decimos que todo está en los Simpson no nos referimos solo a que ha pasado de todo en sus centenares de episodios. También usamos estas tramas para analizar lo que ocurre en el mundo. Y en nosotros: según Scientific American, las reposiciones nos ayudan a reflexionar. Es decir, usamos los viejos episodios para analizar cómo ha cambiado nuestras vidas desde que los vimos por primera vez y, también, para hacer nuevos planes.
Por ejemplo, yo soy más viejo que Homer, pero no tengo ni sus tres hijos ni sus dos coches. Tampoco he viajado al espacio. De hecho, entiendo que Frank Grimes le odiara.
Pero al menos tengo pelo. Pelazo, incluso.