La historia más triste de la historia
La Guerra Civil, de la que se cumple el 80º aniversario, atraviesa la literatura del siglo XX
“No hubo ningún acontecimiento tan trascendental para mi generación. Para muchos fue nuestro rito de iniciación al siglo XX, probablemente el peor de la historia”. Las palabras son de Arthur Miller y el dramaturgo estadounidense las usó para hablar de la guerra civil española al recoger el Premio Príncipe de Asturias de la Letras en octubre de 2002. Trascendental: así fue la sangría que arrancó en Marruecos la tarde del 17 de julio de 1936 —este domingo hará 80 años— para escritores de todo el mundo como el propio Miller, André Malraux, George Orwell, Ernest Hemingway o Albert Camus. En el rigurosísimo Dictionnaire Albert Camus de Jeanyves Guérin, por ejemplo, las voces España y Guerra de España ocupan cinco páginas a dos columnas de letra minúscula.
Ni que decir tiene que para los novelistas y poetas españoles también es el tema. Para los escritores de la guerra porque la sufrieron —con Lorca como símbolo absoluto incluso para sus maestros (Antonio Machado)—; para los de la posguerra, porque la vivieron de niños —en la generación de los 50 es todo un subgénero—; para los de la democracia —de Javier Cercas a Isaac Rosa pasando por Rafael Chirbes, Ignacio Martínez de Pisón, Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina o Andrés Trapiello—, porque como hijos y nietos empezaron a hacerse preguntas incómodas para sus padres y abuelos.
Cualquiera que vaya a una librería se encontrará con estanterías enteras dedicadas a la “tragedia española” y con mesas de novedades en las que la versión en cómic de José Pablo García para La Guerra Civil española (Debate), de Paul Preston, convive con testimonios del momento como la novela de Elena Fortún Celia en la revolución (Renacimiento) o la antología de escritos de Manuel Azaña A la altura de las circunstancias (Reino de Cordelia), que incluye el famoso discurso del 18 de julio de 1938 en el que el presidente republicano reclama, con mayúsculas, Paz, Piedad y Perdón.
Esas tres pes ocupan, además, un lugar de privilegio en el reciente libro en el que Enrique Moradiellos resume la contienda analizando las tensiones vividas entre tres erres: reforma, reacción y revolución. La lectura de su clara y profunda Historia mínima de la Guerra Civil española (Turner) deja una sensación: de todas las historias de la historia la historia de España es la más triste, pero no porque termine mal, como decía la sextina de Gil de Biedma, sino porque muchos se empeñaron en contradecir, a sangre y fuego, el reclamo triple de Azaña.
La cultura, por supuesto, no se libró de la quema. Como recuerda Moradiellos, cuatro meses después del discurso azañista, el bando franquista había sometido ya “a expediente depurativo (y en su caso apartados del cargo o sancionados) prácticamente todos los maestros (casi 52.000), además de 1.339 profesores de enseñanza secundaria y 1.101 profesores de universidad”. Está visto que los que gritaban “muera la inteligencia” necesitaban, para rematarla, cortarle la cabeza.
Babelia
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