_
_
_
_
_
OPINIÓN
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cloacas

Las series se llenan de antihéroes, como el magnético criminal de 'The blacklist'. La ficción nos convence de que es mejor que ignoremos lo que se hace en la sombra por nuestra seguridad

Ricardo de Querol
James Spader interpreta a Raymond Reddington en 'The blacklist'.
James Spader interpreta a Raymond Reddington en 'The blacklist'.

El filósofo Slavoj Zizec sostiene que hay mensajes reaccionarios ocultos en películas y series. Que desde el agente 007 con licencia para matar hasta el último Batman nos han convencido de que es correcto que en las cloacas del Estado se hagan cosas que es mejor que no conozcamos. De que necesitamos a alguien saltándose las leyes por nuestro bien. Todo esto forma parte, dice el pensador esloveno, de la manipulación de nuestros miedos.

 Zizec destripa con sarcasmo, en el documental Guía ideológica para pervertidos (en Canal+ Xtra), los valores que transmite Hollywood. Quizás exagera sugiriendo manos negras: en la ficción, de siempre lo oscuro fue más atractivo. Pero es cierto que tras el 11-S cundió la tolerancia de los abusos en nombre de la seguridad.

En la línea de Homeland, una de las nuevas producciones que retratan esas cloacas es The blacklist (en C+ Series). En ella el FBI pacta con un antiguo agente, ahora un reputado y buscadísimo criminal, que se entrega para ayudar a atrapar in fraganti a sus colegas, los malos más peligrosos del planeta. A cambio, esa prodigiosa mente vive como un pachá en hoteles de lujo, viaja a sus anchas y mantiene el control de sus negocios sucios.

El actor James Spader destaca en el magnético papel de Raymond Reddington, quien establece una relación con una investigadora novata (Megan Boone) al estilo de El silencio de los corderos. La policía no solo cumple las exigencias de su soplón, sino que mira hacia otro lado si deja algún cadáver por el camino. Queda claro que los de la CIA son los más duros, que se atreven a hacer lo que el FBI no puede. Hay cloacas peores.

Reddington funciona —queda la duda de si resistirá varias temporadas— gracias a la ambigüedad de quien se mueve en el filo entre el bien y el mal. Un poco como esos confidentes de las cloacas de hoy, como Assange y Manning, ni héroes ni villanos, o como Snowden, un día fugitivo y otro invitado al Parlamento Europeo. Gente que vale por lo que dice y por lo que calla.

En estos tiempos cínicos, las series se nos han llenado de antihéroes, desde el narco de Breaking bad hasta los mafiosos de Boardwalk Empire, de los políticos corruptos de House of cards a los espías despiadados de The Americans. Será que es difícil creer en nada. Será que ya no sabemos quiénes son los buenos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_