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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mafia

Carlos Boyero

Un Nicholson en estado de shock, tan paralizado por el sufrimiento y la desolación que ni siquiera puede gritar, se repite a sí mismo: “Ha vuelto a ocurrir”. Un amigo rodea los hombros de ese hombre roto y le aleja del escenario en el que se ha repetido otra tragedia mientras le susurra: “Vámonos de aquí, Jake. Esto es Chinatown”. En Manhattan Sur, el volcánico policía que interpretaba Mickey Rourke se proponía la titánica misión de desmantelar la mafia china de Nueva York, un mundo regido por códigos ancestrales y leyes de silencio que resulta acorazado para los occidentales que intentan descubrir sus claves.

No conozco China, pero he constatado la transparente antipatía o el temor reverencial que les profesan sus vecinos vietnamitas, hindúes y nepalíes. Por su carácter, y sobre todo por su privilegiada capacidad para hacer dinero. Mi experiencia con este pueblo que tiene nulo interés en que el resto del universo ande metiendo sus curiosas narices en su psicología, comportamiento, costumbres y rituales, se reduce a las visitas que he hecho al Chinatown de San Francisco y al de Nueva York. Con cuidado al subirme a los autobuses o guardar colas por el peligro de que te arrollen con su impune sentido de la prisa y esa costumbre tan fea de bombardear el suelo con escupitajos

Y, por supuesto, sus tiendas te solucionan ciertos problemas y a cualquier hora. Atienden con parsimonia y sin quejas. Y me parece un imperdonable disparate la demonización absoluta que hacen de los comercios chinos algunos competidores nativos que han visto cómo mermaba su negocio por la proliferación en los barrios de tiendas chinas que no cierran jamás. La paranoia de alguno me aseguraba con el tono y el sentido deductivo de Sherlock Holmes cosas tan dadaístas y enloquecidas como que orinaba en las verdura y en las frutas para que estas duraran más tiempo.

Pero está claro que un fraude tan prolongado y salvaje como el que se ha descubierto ha tenido que estar protegido por una desmesurada cadena de corrupción. Da un poco de risa constatar que por parte española solo están imputados un concejal y un actor porno. Por muchos esfuerzos que haga tu imaginación nunca calculará el número exacto de maletines con pasta sucia que volarán por el legalizado y monstruoso bisnes de Eurovegas.

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