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Corazones partidos en Miami

La actuación de los Van Van, símbolo de la revolución cubana, se recibió en la ciudad estadounidense con calor en el teatro y protestas en la calle

El domingo fue un día nublado en Miami. Y raro, aunque ya sin frío, a diferencia de la larga semana a primeros de año, insólita desde 1940. Amenazaba lluvia y por la tarde empezó a caer una llovizna nada tropical, tal vez simbólica.

Era una fecha especial para los cubanos del exilio. Los Van Van, la orquesta emblemática de toda una generación que ahora ronda los 50, pero también de muchos más, de antes y después, se presentaba en el James L. Knight Center, uno de los escenarios donde actúa la mayoría de estrellas que vienen a la capital del sur de Florida. La diferencia es que ellos residen en La Habana y son un símbolo de la revolución. Por eso se volvieron a partir corazones. No hubo incidentes, algo que ocurrió en 1999, pero sí protestas en la calle, mayores de las esperadas, y mucho más calor en el teatro, aun sin llenarlo.

"Nosotros sólo venimos a hacer música", se cansaron de repetir su fundador y líder, Juan Formell, y los componentes de la banda, desde su llegada, el miércoles, al aeropuerto de Miami. Casi todas sus respuestas fueron pacientes, diplomáticas, salvo cuando se les presionó sobre su evidente compromiso político, en el que no quisieron entrar. También el concierto fue de conciliación. "Con amigos y enemigos, cantando hoy para los cubanos", dijo Formell.

"Es normal. Nadie sobrevive en Cuba con un cierto nivel si no dice amén al Gobierno", comenta Sara, exiliada ya hace 30 años. "¿Qué esperaban que dijeran? ¿Algo contra Castro? Entonces dejan de ser personas ahí mismo. Además, ya se ha visto con gente que luego se ha quedado. Tres días antes de pedir asilo eran más revolucionarios que nadie ante un micrófono en Miami. Todos hemos mentido para sobrevivir en ese régimen". Y Sara añade: "Pero es una realidad que los Van Van forman parte de nuestra vida, de la música de nuestra vida. Nos hayamos ido de Cuba o no".

Formell dio las gracias nada más llegar al actual Gobierno de Barack Obama por concederles los visados, algo que no sucedía desde el segundo periodo presidencial de Bill Clinton. Pero la reacción del exilio más cerrado tras las visitas casi sin problemas de otros grupos no tan significados, como La Charanga Habanera o el Dúo Santa Fe, era aún previsible. En encuestas de las cadenas de televisión locales incluso se preguntaba si se "debería permitir el concierto". Sólo a última hora "daba el permiso" entre el 55% y el 58% de los votantes.

Los gritos e insultos a la entrada del concierto, en un recinto acotado por la policía, sólo fueron amainados por la llovizna. Pancartas elocuentes se abrieron entre los paraguas, como una enorme con un lema de José Martí, el apóstol de la patria cubana: "Cuando de libertad se trata, todo al fuego, incluyendo el arte, para alimentar la hoguera". Otras como: "Los Van Van, cómplices del dictador" resumían las instaladas anteriormente y paseadas por la ciudad con sus fotos y las de Fidel y Raúl Castro bajo la palabra "asesinos". Eran una contestación a las que por primera vez se colocaron en las calles de Miami, en prensa, radio y televisión, para anunciar el concierto de un grupo que tomó su nombre de la consigna de Fidel, luego frustrada, sobre la zafra de 1970: "¡Y de que van, van, los 10 millones van!".

El exilio profundo no cede, pero muchos cubanos ya admiten que es un error: "Es estúpido seguir cayendo en la provocación. Se da una imagen antidemocrática y no se paran a pensar que con otra política, sin darle argumentos a la dictadura, a lo mejor a estas horas no existiría", señala Lina, una asistente dental llegada en balsa muy joven cuando las travesías aún eran artesanales y no de pago en lancha rápida. "Además, la nueva generación ya quiere pasar página y divertirse. Es lógico. Yo respeto el dolor de los mayores y de los que no quieren ceder, pero ya. Ellos también deben entender que en el futuro será obligada la reconciliación".

El debate también está abierto sobre la nueva política estadounidense de apertura en los intercambios culturales. "¿Qué intercambio es ése", dice Abel, que trabaja en mantenimiento. "Por qué no pueden ir Olga Guillot, Gloria Stefan o Willie Chirino?". Pero Lina le contesta: "Bueno, Willie sí lo pidió y ni le contestaron, pero todos irían allí a pedir libertad, algo que me parece muy bien porque no la hay. Por eso me fui yo jugándome la vida. Pero todos saben también que no se lo iban a permitir. Los que llegan aquí pueden ser comunistas, porque ésa es su decisión, pero no vienen a criticar a Estados Unidos y el capitalismo, sino a hacer música. Y, sobre todo, si ésta es una democracia, hay que dar ejemplo, no hacer como ellos".

Formell aceptó ir a programas de radio y de televisión de entretenimiento, no con matiz político. Y cantó con su hija exiliada, a la que estuvo sin ver durante cuatro años. Él mismo repitió en el concierto que es otro ejemplo de familias partidas por la política. Prometió mediar para que cantantes del exilio puedan actuar en la isla, pero reconoció que... no es el Gobierno. De momento, invitó a subir al escenario a dos: Isaac Delgado y Manolín, "el médico de la Salsa", que cantó "Vamos a hacer un puente pa'que la gente de La Habana venga".

Desde el año 1970, también han huido al extranjero hasta cuatro integrantes de la banda de los Van Van. Uno de ellos, en cambio, el cantante Mayito, incluso ha grabado recientemente un vídeo en el que canta a su hijo lo orgulloso que está de ser comunista. En Florida sólo quiso referirse a la música y acabó el concierto envuelto en una bandera cubana.

La banda cubana los Van Van, durante su actuación del domingo 31 de enero en Miami, en el teatro James L. Knight Center.
La banda cubana los Van Van, durante su actuación del domingo 31 de enero en Miami, en el teatro James L. Knight Center.EFE
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