Los legados secretos de la Caja de las Letras
Francisco Ayala inaugura la iniciativa del Instituto Cervantes de dejar bajo llave varios manuscritos que no se conocerán hasta dentro de 50 años
El escritor Francisco Ayala ha guardado hoy un legado secreto que no conoceremos hasta dentro de 50 años. No es un capricho, sino una iniciativa del Instituto Cervantes que ha comenzado hoy con la inauguración de la llamada Caja de las Letras. El escritor ha depositado varios libros y una carta manuscrita en la antigua cámara acorazada de la sede central del instituto en Madrid.
Al depositar su legado, Ayala ha inaugurado la nueva etapa de un espacio que durante décadas funcionó como caja fuerte del Banco Español del Río de la Plata, primero, y del Banco Central, después, y que ahora servirá para acoger, en sus más de 1.800 cajas de seguridad, los textos y documentos que quieran aportar escritores, cineastas, músicos, artistas, científicos y arquitectos.
Cuando el Instituto Cervantes se trasladó el pasado mes de octubre a su nueva sede central, en la céntrica calle de Alcalá de Madrid, el director, César Antonio Molina, ya anunció la finalidad cultural que se le daría a la cámara acorazada del antiguo banco, cuya maciza puerta circular de entrada no deja lugar a dudas de que lo que allí se guarde está a buen recaudo. Como ha dicho hoy Molina, la caja fuerte, "uno de los elementos simbólicos del banco, es a partir de ahora el lugar que irá acumulando en el tiempo el saber de nuestra cultura, de nuestros escritores y artistas. Será una capilla, no del dinero, sino de la cultura".
Y ha sido a Francisco Ayala, un mes antes de cumplir los 101 años, a quien le ha cabido el honor de inaugurar ese espacio. El próximo en utilizar una de las cajas será el poeta Antonio Gamoneda, que el 23 de abril recibirá el Premio Cervantes de manos del Rey. Afable como siempre, y más relajado quizá que cuando estaba en plena vorágine de la celebración de su centenario, Ayala ha depositado en la caja número 1.000 varios libros, ediciones facsímiles y no venales, textos dedicados y una carta manuscrita, todo ello bajo la atenta mirada de su mujer, la hispanista Carolyn Richmond.
La caja estaba llena, pero no hubo forma de que el escritor revelara el contenido. Lo único que pudieron ver los periodistas y cuantos entraron en la cámara acorazada es que, en la parte superior de la caja, había una antología de textos de Ayala traducidos al sueco y titulada Tillvarons ironier (Ironías del mundo), que se ha presentado a continuación.
Hasta el año 2057
Habrá que esperar al año 2057 para conocer qué legado deja Ayala y qué ha puesto en esa carta este escritor, considerado uno de los intelectuales españoles más lúcidos del siglo XX. Su mujer lo sabe sin duda, pero hoy se limitaba a sonreír una y otra vez ante las preguntas de los periodistas; y quizá lo sepan también la hija del escritor, Nina, o el poeta Luis García Montero, comisario del centenario, que figuraban entre los asistentes al acto.
Lo único que los periodistas han logrado sonsacarle a Ayala es que le había "ilusionado" inaugurar la Caja de las Letras, porque había sido un acto "íntimo y de calidad". También ha recordado el autor de El jardín de las delicias que el edificio que hoy acoge la sede del Cervantes le es familiar desde que él era joven. En el antiguo Banco del Río de la Plata trabajó un hermano suyo y Ayala lo visitó con frecuencia. "Ahora es un centro cultural, y espero que sea tan prestigioso para la cultura como fue en su día la entidad financiera para la economía", ha dicho Ayala.
Al finalizar los actos de hoy, Ayala ha sacado a relucir su buen humor al suponer que, finalizado el año de su centenario, "todo el mundo debe estar harto" de él. "Yo mismo también lo estoy", ha dicho.
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