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Causas principales de la muerte de 60 millones de aves al año en España: líneas eléctricas, capturas ilegales y atropellos

SEO/Birdlife realiza la primera gran radiografía de la mortalidad de estos animales por causas humanas a partir de un análisis de los datos de todas las comunidades durante una década

Un buitre leonado electrocutado en un tendido eléctrico.
Un buitre leonado electrocutado en un tendido eléctrico.Iñigo Fajardo (EFE)
Miguel Ángel Medina

En España, cada año mueren alrededor de 60 millones de aves por causas humanas, principalmente debido a choques con líneas eléctricas, capturas ilegales, electrocución y atropellos. Esa es la estimación a la que ha llegado la ONG SEO/Birdlife tras recopilar los datos de los Centros de Recuperación de Fauna de todas las comunidades en una década, y realizar después una proyección que tiene en cuenta más factores —dado que la mayoría de los cuerpos no se suelen encontrar—. La cifra no incluye ni los animales alados muertos por causa natural (de difícil conteo) ni aquellos cazados de forma legal, que rondan los 15 millones de ejemplares al año. “Las cifras son brutales y empeoran cada año. Si esto sigue así, se extinguirán varias especies en los próximos años”, se lamenta Nicolás López-Jiménez, uno de los autores del informe.

El trabajo de la entidad analiza por primera vez los 272.655 registros de ingresos de aves en los Centros de Recuperación de Fauna (CRF) de todo el país entre 2008 y 2018 —una cifra que el Estado no centraliza—, causados por las actividades humanas legales e ilegales. La colisión contra líneas eléctricas aparece como la principal causa de ingreso en estos centros, con un 31% del total, a lo que habría que sumar el 8% de electrocuciones, también vinculadas a estas líneas. Mientras, la captura ilegal de ejemplares (que incluye el expolio de nidos y el mantenimiento ilegal de ejemplares silvestres en cautividad), supone más del 17% de los ingresos. Los atropellos son la causa del 8% de la mortalidad, mientras que la colisión con aerogeneradores no llega al 4%, una cantidad similar a los que perecen por causa del veneno y los disparos ilegales (3%).

¿Por qué los pájaros se topan tantas veces con estos cables eléctricos? “Cualquier obstáculo en el aire que no sea muy visible puede provocar que las aves choquen con él. Los cables no se ven bien en muchas circunstancias, en días de niebla, en un vuelo rápido... Es algo que afecta a pájaros grandes y pequeños”, dice López-Jiménez, que además es responsable de especies de la entidad conservacionista. “Se puede reducir el problema colocando dispositivos en los cables como balizas, espirales de colores o bandas reflectantes. Habría que evitar siempre colocar nuevas líneas de cableado en grandes rutas de paso de aves, sobre todo cerca de humedales. Y se pueden soterrar las líneas eléctricas en muchos lugares”, añade.

Respecto a la incidencia de los aerogeneradores, el experto señala que es cierto que no son una gran causa de mortalidad, pero que sí que llevan aparejados cada vez más cables eléctricos. Contra estos molinos de viento suelen tropezar aves planeadoras, que pasan por las cumbres de las montañas y tienen poca maniobrabilidad, y también especies migratorias. “Si un buitre leonado choca con un aerogenerador, suele partir su cuerpo por la mitad, pero las aves más pequeñas quedan desintegradas y es imposible encontrar el cadáver”, apunta.

En cuanto a datos por especies con algún tipo de protección, las electrocuciones afectan especialmente al búho real, culebrera europea y águila real. Para la gaviota reidora, la principal causa es el envenenamiento o la intoxicación. Los aerogeneradores, por su parte, son el principal peligro no natural para los buitres leonados y los atropellos, principalmente con maquinaria agrícola, representan la principal causa para el aguilucho cenizo, considerada el Ave del Año para SEO/Birdlife. Hay un factor añadido: la contaminación lumínica, que es la principal causa de muerte no natural de otra especie amenazada: pardela cenicienta mediterránea.

Dos especies en peligro de extinción aparecen en el informe: el águila imperial ibérica, para la que la mayor amenaza están siendo las electrocuciones y los disparos de los cazadores furtivos, y el milano real, muy afectado por los envenenamientos —por cebos con veneno que se suelen colocar ilegalmente para eliminar zorros o lobos—, así como por las electrocuciones y los choques con aerogeneradores.

Esos casi 300.000 ingresos son los pájaros muertos o heridos que encuentran tanto particulares como agentes del Seprona de la Guardia Civil o de los agentes forestales y de medio ambiente autonómicos. Se trata de una pequeña parte de la mortalidad total, dado que no se suelen encontrar más del 10% de los cadáveres, y en los pájaros pequeños la cifra es aún menor.

Modelización matemática

A partir de estos datos, la entidad conservacionista realiza una modelización matemática en la que tiene en cuenta el tamaño poblacional de las diferentes especies, sus áreas de distribución, las tasas de desaparición de cadáveres en el medio natural y las tasas de detección de los individuos. De ahí sale la cifra de alrededor de 60 millones de aves muertas por causas no naturales al año.

Un búho real encontrado muerto.
Un búho real encontrado muerto. Juan Manuel Jiménez

“La cifra de aves muertas va a ir en aumento, porque cada año hay más líneas eléctricas, con lo que aumentarán los choques y las electrocuciones, cada vez hay más carreteras y autovías, con lo que crecerán los atropellos”, señala López-Jiménez. Por eso, pide a las administraciones que pongan interés en este tema, fundamental para el ecosistema, con medidas como exigir a las empresas que desarrollen metodologías para no poner en riesgo a estas especies y perseguir más los envenenamientos y disparos furtivos a las aves.

También es importante la colaboración ciudadana. “Quien encuentre un ave herida o muerta en el suelo debe llamar al 112, que se pondrá en contacto con el Seprona o agentes del medio natural autonómicos. Es importante notificarlo incluso si no se trata de una especie protegida, porque puede ser indicadora de que está ocurriendo algo en el ecosistema. Si no recoges una corneja electrocutada no vas a saber que ahí se puede electrocutar luego un ave protegida”, resume.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Medina
Escribe sobre medio ambiente, movilidad —es un apasionado de la bicicleta—, consumo y urbanismo, entre otros temas. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense, ha publicado el libro ‘Madrid, preguntas y respuestas. 75 historias para descubrir la capital’. 

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