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Palomas torcaces, tórtolas y urracas se mudan del campo a la ciudad: cómo identificarlas

Estas aves llegan a las urbes atraídas por el aumento de zonas verdes, la escasez de depredadores y la abundancia de comida y de agua

Urraca, tórtola turca y paloma torcáz.
Urraca, tórtola turca y paloma torcáz.
Esther Sánchez

No se asustan de la presencia humana ni les molesta el ruido ni los humos de los coches. Especies como la urraca, la tórtola turca, la paloma torcaz y la cotorra argentina se han habituado sin ningún problema a la vida en la ciudad y, dado su crecimiento, se diría que la prefieren al campo. Mientras estas aves proliferan, otras tan tradicionales y conocidas como los gorriones o los vencejos se encuentran en recesión, e inquilinas tan habituales de las urbes como la paloma bravía —el ancestro silvestre de la paloma doméstica, de la que ya es difícil de distinguir debido a la hibridación— tienen que compartir menú con los cada vez más abundantes vecinos.

En los años ochenta era casi imposible observar una paloma torcaz en Madrid, en los noventa comenzó a dejarse ver, y ahora son multitud, hay 20.000 ejemplares criando dentro del municipio, indica Juan Carlos del Moral, coordinador de Ciencia Ciudadana de la ONG de ornitología SEO/BirdLife. La tórtola turca ha seguido un proceso similar y desde 1996 la población se ha multiplicado por 10 en España. Prácticamente está en todos los núcleos urbanos, aunque todavía es más de pueblo que de ciudad. Al crecer unas especies y menguar otras, el balance de aves en la ciudad es positivo, pero ese aparente buen estado general “puede enmascarar el declive de algunas poblaciones”, advierte del Moral.

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Las urbes cada vez más verdes, la escasez de depredadores y la abundancia de comida –favorecida por personas que les echan de comer– y de agua en fuentes ornamentales son factores que contribuyen a atraer a especies oportunistas como la urraca. Del Moral considera que esta colonización tiene “parte de bueno cuando es natural como ocurre con las urracas, las palomas torcaces o las tórtolas turcas y parte de malo, cuando es introducida de forma artificial como las cotorras a las que nos hemos traído de otro continente y luego hemos soltado”.

Los problemas se producen debido a que “en la ciudad faltan niveles tróficos para que exista un control natural de la población, no hay depredadores y, si tienen alimento, algunas especies van creciendo más y más sin ningún factor limitante”, aporta Joan Carles Senar, jefe de Investigación del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona. Así son estos inquilinos con los que se comparte aceras y parques.

La blanquinegra e inteligente urraca

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Urraca posada en un árbol.
Urraca posada en un árbol.SEO/BirdLife

Cada vez son más fáciles de ver merodeando por las casas, saltando de árbol en árbol o de tejado en tejado. En el último informe publicado por SEO/Birdlife este mes, elaborado a partir de observaciones de miles de voluntarios, la urraca (Pica pica) presenta un declive moderado. Un dato global en el que no se advierte que en la ciudad este pájaro ha encontrado un nicho ecológico ideal para establecerse. “Los córvidos [grupo al que pertenece la blanquinegra urraca] son muy inteligentes y la urraca no tiene grandes problemas para adaptarse a la ciudad, en la que escasean los depredadores, dejando atrás los medios rurales a los que siempre ha estado vinculada quizá por el abandono del campo y por el uso de pesticidas”, explica Del Moral.

Senar asegura que, en la ciudad, esta especie constituye un problema porque depreda nidos. “Comen de todo y se dedican a mirar árbol por árbol buscando huevos y los pollos de aves pequeñas como mirlos, verdecillos o jilgueros”, añade el científico. Como ejemplo de lo que está ocurriendo, el científico pone el caso del Jardín Botánico de Barcelona, donde el aumento de la población de urracas se ha traducido en el descenso de otras aves.


La paloma torcaz: de los bosques y cultivos al asfalto

Una pareja de palomas torcaces.
Una pareja de palomas torcaces. SEO/BirdLife

Con su característica mancha a ambos lados del cuello y en el ala, la paloma torcaz (Columba palumbus) era hasta hace pocas décadas una especie típica de bosques y cultivos en España, pero ahora es habitual en las ciudades. “No se sabe muy bien la razón, quizá porque las urbes son cada vez más verdes y necesita árboles para reproducirse”, indica del Moral.

Aunque cría en la ciudad, se suelen alimentar en el campo. En Madrid se empezaron a ver en los años noventa y ahora anidan 20.000 ejemplares dentro del municipio, de donde salen en bandadas en busca de cebada, trigo o bellotas por rutas que pasan por el aeropuerto, la Casa de Campo o Moncloa. En Barcelona, la primera cita de cría data de 1996, y en la actualidad nidifica en la mayoría de los distritos.

La tórtola turca, originaria de Asia

Tórtola_turca ©Marcin Perkowski-shutterstock_
Tórtola_turca ©Marcin Perkowski-shutterstock_

La tórtola turca (Streptopelia decaocto) es esbelta y fácil de distinguir por sus tonos claros y la mancha negra que cubre la mitad posterior del cuello. Originaria de Asia meridional, ha ido colonizando territorios y ahora se la puede encontrar por toda Europa. Ha pasado de un hábitat original de sabanas y espacios cultivados a los parques de núcleos urbanos densos. Desde que alcanzara la Península a comienzos de los años setenta, ha ocupado en apenas tres décadas todo el territorio peninsular, Baleares y Canarias, donde se ha convertido en una especie habitual en ambientes rurales.

La población en España se ha multiplicado por 10 desde 1996. En Cataluña la especie se detectó por primera vez en 1968, pero hasta las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado no se establecieron las primeras poblaciones reproductoras estables. La primera cita de cría en Barcelona es de 1989 y desde entonces su ascenso ha continuado y ya se encuentra en todos los distritos de la ciudad.



Paloma bravía o doméstica, la de siempre

Palomas bravías en un tejado.
Palomas bravías en un tejado.

Es la paloma más común y urbana de las que viven en España y debido a la hibridación con las domésticas son difíciles de distinguir. El color de su plumaje suele ser gris azulado y se las puede diferenciar por las bandas negras que se aprecian en sus alas cuando están posadas. La paloma bravía (Columba livia) es originaria de Europa y está asociada a cortados rocosos, que cambia en las ciudades por edificios antiguos. En grandes urbes se puede encontrar por cualquier lugar y su densidad depende del número de habitantes (sobre todo de gente mayor que vive sola que les proporciona alimento) y de los edificios antiguos en los que encuentran lugares de cría, explica el Atlas de Biodiversidad de Barcelona.

Su densidad puede aumentar rápidamente porque son fértiles desde los seis meses de edad y capaces de efectuar numerosas puestas al año de marzo a octubre. Anidan en oquedades, cámaras de aire bajo cubiertas, terrazas de pisos no utilizados, edificios abandonados... convirtiéndose en ocasiones en una pesadilla para vecinos y Ayuntamientos.

La cotorra argentina, la que llegó de Sudamérica

Cotorra argentina en un árbol. SEO/BirdLife
Cotorra argentina en un árbol. SEO/BirdLifeJuan Bécares

La cotorra argentina es otro cantar, no llegó de forma natural sino como mascota desde Sudamérica. Desde 1986 a 2005, en que se prohibió la importación de aves silvestres en la Unión Europea, entraron de manera legal en España al menos 190.000 individuos de cotorra argentina y cerca de 63.000 ejemplares de cotorra de Kramer, según un estudio publicado por científicos de la Universidad de Málaga. De ese germen y de los ejemplares que se soltaron de forma intencionada o accidental nacieron los 20.000 ejemplares silvestres de cotorra argentina y 3.000 de Kramer, que contabilizó SEO/BirdLife en un censo de 2015. Así, se ha hecho habitual en las ciudades, convirtiéndose en una amenaza para la biodiversidad (expulsan a especies autóctonas como los gorriones), y en un quebradero de cabeza para las autoridades locales. Con su tono verde intenso y sus gritos estridentes, la especie no pasa desapercibida tampoco a la población, que les da de comer, a pesar de estar prohibido.

El Ayuntamiento de Madrid ha puesto en marcha la semana pasada el plan anunciado en octubre de 2019 para cazar y sacrificar a la mayoría de los 13.000 ejemplares que vuelan por la ciudad. También se esterilizarán los huevos para reducir su tasa de reproducción. El Atlas de las Aves de Europa estima que en Europa viven 24.000 ejemplares y que la población se duplica en España cada tres años, en Italia cada tres y medio en Grecia cada 1,7. El índice de supervivencia es el mismo que en sus áreas nativas de Sudamérica, pero la reproducción en Europa es mucho mayor, crían el doble que allí y el 55% de las aves con un año también lo hacen, algo que tampoco ocurre en sus países de origen.


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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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