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CASO CONVENIOS
Tribuna
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¿Un preso político en el Gobierno de Boric?

Para quienes vivimos la prisión política bajo de la dictadura de Pinochet, que un partidario del Gobierno se autocalifique de preso político no solo es chocante, sino inmoral

Daniel Andrade
Daniel Andrade, detenido por el 'caso Convenios', en una imagen de sus redes sociales.

El abuso del lenguaje daña la democracia. Un miembro del Frente Amplio (FA), coalición política originaria del presidente Gabriel Boric, ha declarado ser “preso político”. Él es una de varias personas del partido Revolución Democrática, integrante de la coalición de Gobierno Apruebo Dignidad (FA y PC) involucradas en un fraude al fisco, y a quienes la justicia sancionó con prisión preventiva. Para quienes vivimos la prisión política bajo de la dictadura de Augusto Pinochet, que un partidario del Gobierno se autocalifique de preso político no solo es chocante, sino inmoral. Usar ese mismo término es denigrar a los que sufrieron la dictadura, ignorar el estado de derecho vigente en Chile y dañar al Gobierno actual.

Este problema es uno más de una seguidilla de tropezones y errores que ha caracterizado la gestión de Gobierno. La causa de estas deficiencias obedece a razones más profundas, y dice relación con la distorsionada interpretación de la realidad y deficientes prácticas de Gobierno de algunos sectores del Frente Amplio. Dos declaraciones lo ilustran. Primero, el propio “preso político”, entonces dirigente estudiantil, expresó sobre Michelle Bachelet: “Hasta cuándo…vamos a seguir esperando que nos siga mintiendo que nos dará derecho a la educación y que siga matando compañeros”. Ello ocurría en un Gobierno que estaba instalando la gratuidad de la educación superior, y cuya presidenta era implacable defensora de los derechos humanos.

La segunda es de Giorgio Jackson, fundador del partido Revolución Democrática en la que militaba el “preso político” y otros detenidos, quien expresó “nuestra escala de valores y principios dista de la generación que nos antecedió”. Ambas declaraciones ejemplifican una actitud que denota menosprecio de la historia, de los partidos que realizaron una de las transiciones a la democracia más exitosas y del estado de derecho que funciona en el país.

Al comienzo, la gestión del Frente Amplio se reveló inviable, era visible su incapacidad de hacer buen Gobierno. Sin mayoría parlamentaria, se enfrentó a una derecha enardecida, acusándolos de haber intentado obstruir al Gobierno anterior y acusar constitucionalmente al presidente Sebastián Piñera. En ese contexto, y ante la magnitud de los problemas de inseguridad, crimen, inflación, promesas pendientes en pensiones, reforma tributaria, salud y educación el presidente Boric giró el timón y, con visión y coraje, inicio la ampliación de su base política hacia la centroizquierda, ajustó programa y prioridades, y encargó las principales carteras ministeriales a personas experimentadas del Socialismo Democrático. Boric se sustenta ahora en dos coaliciones , Socialismo Democrático y Apruebo Dignidad.

La expectativa de constituir una sola gran coalición durante su Gobierno ya no ocurrirá. Subsistirán dos maneras de ser de izquierda, y la interrogante es cuál predominará. La conformación de una fuerza mayoritaria para encarar los desafíos futuros no surgirá desde el Frente Amplio. Su fragmentación, un estilo más rebelde que transformador, más declarativo que ejecutivo, no da el ancho. La responsabilidad mayor recae en el Socialismo Democrático, que tampoco está a la altura, necesita un proyecto nuevo y ampliarse al centro. Entretanto, deberán complementarse lealmente para hacer un mejor Gobierno.

El presidente Boric se alzará como la principal figura de la centroizquierda e izquierda si logra coordinar ambas coaliciones, ordenar al Frente Amplio, y estimular un diálogo intergeneracional. La brecha entre generaciones explica parte de las divergencias.

Ahora entramos en una nueva etapa. Tras fracasar en dos ocasiones la aprobación de una nueva Constitución, en sendos referéndums, urge promover nuevos acuerdos nacionales para dejar un legado relevante, hoy poco perceptible. La ciudadanía ha reiterado su repudio a una política polarizada y estéril. ¿Es posible? Los acuerdos requieren disposición de la derecha moderada y voluntad de imponerse al extremismo del Partido Republicano, un Socialismo Democrático con visión de futuro y un Frente Amplio realista, que respalde sin titubeos al presidente.

Hoy, las condiciones son mejores que en 2022, la inflación se ha controlado, la capacidad de enfrentar el crimen se ha fortalecido, hay nuevas oportunidades de invertir y crecer en cobre, litio e hidrógeno verde. Los partidos pueden alcanzar nuevos acuerdos en seguridad y en financiamiento de políticas sociales. Para tener éxito en los dos años que restan, el Gobierno debe afiatar equipos, actualizar sus objetivos y gobernar mejor. Así, se alejarán los riesgos de errores, se alejará el populismo y se fortalecerá la democracia.

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