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Nicolás Eyzaguirre, economista: “En Chile ahora los únicos que tienen credibilidad son los Republicanos, pero vamos a ver cuánto les dura”

El exministro de Hacienda chileno, de centroizquierda, piensa que desde que su país dejó de crecer a fines de 2008, la poca capacidad para llegar a acuerdos y resolver problemas estructurales generó un electorado que solo confía en los que no han llegado al poder

Nicolás Eyzaguirre, economista y político chileno
Nicolás Eyzaguirre, economista y político chileno, este martes en Santiago.sofia yanjari
Antonieta de la Fuente

Es un día frío de otoño, pero Nicolás Eyzaguirre (Santiago, 70 años), se mueve en bicicleta por Santiago de Chile. El economista estuvo años en la primera línea de la política como ministro de Hacienda de Ricardo Lagos (2000-2006) y luego, en el segundo período de Michelle Bachelet (2014-2018), como ministro de Educación, de la Secretaría General de la Presidencia y, nuevamente, de Hacienda. Militante del partido de centroizquierda PPD, cuenta que hoy tiene más tiempo para leer, ver televisión y estudiar temas que le interesan. La producción que lo tiene atrapado por estos días es Outlander, más que por la historia de amor en la que se basa la serie, por la manera en que narra la historia de Inglaterra del siglo XVIII. A Eyzaguirre le interesa mucho la historia y a ella recurre para explicar los últimos eventos de la política chilena.

Fue director del Departamento para el Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI) entre 2008 y 2012 y dice que, para entender lo que ocurrió en la última elección de consejeros constitucionales el pasado 7 de mayo, donde el Partido Republicano de extrema derecha logró el 35% de los votos y consiguió 23 de los 51 sillas del consejo, hay que retroceder hasta 2008, el año de la crisis subprime. “El mundo se resquebrajó y las tendencias proteccionistas comenzaron a emerger con mucha fuerza, parecido a lo que pasó en la Gran Depresión de 1929. Y eso solo se ha ido profundizando con los problemas de hegemonía mundial entre EE.UU. y China y, ahora, el eje Rusia-Ucrania, China e incluso la India”, dice.

Ese proteccionismo, explica, ha provocado que el comercio mundial crezca una tercera parte de lo que lo hacía en años anteriores y que los efectos en Chile –un país que se benefició especialmente gracias al libre comercio–, sean evidentes. Desde ahí, plantea, “el piloto automático con que crecía la economía chilena durante los primeros 20 años de la Concertación, entre 1990 y 2010, marcados por una política macroeconómica ordenada y el comercio internacional, se paró”. El problema, dice Eyzaguirre en una cafetería de la zona oriente de Santiago de Chile, donde bebe café y fuma, es que “el crecimiento se pinchó”. “Y nuestras contradicciones internas y nuestra incapacidad de resolverlas han salido a la luz de manera muy evidente”. Muy cercano tanto a Lagos como a Bachelet, sostiene que cuando el país crecía a tasas de 5% o 6%, como sucedió en los primeros años de la Concertación, aunque había desigualdad y las brechas no se acortaban, “sí existía la perspectiva de un mañana mejor”. “Es un pegamento que impide la disrupción social”.

Pregunta. ¿Fue ahí cuando empezaron las tensiones?

Respuesta. Ahí nuestros problemas estructurales salieron a la superficie. Se agota el periodo bueno de la Concertación, llega Sebastián Piñera que tiene un verano de San Juan entre 2010 y 2012, porque el cobre sube mucho, pero ya en 2013 la economía se empieza a ir abajo y la presidenta Bachelet asume su segundo período con una economía bastante baja. Este proteccionismo internacional impide que las exportaciones crezcan y entre 2014 y 2017 hay malas cifras económicas, pero alguna paz social. Llega Piñera nuevamente en 2018, promete que va a reinventar el auto y que vamos a volver a crecer como antes y, sin embargo, le va horrendo. Esta idea de que “el mañana será mejor, entonces me aguanto la desigualdad”, ya viene en franco deterioro. Ya nadie cree eso. El estallido social de 2019 es la muestra más fehaciente de que la gente ya no está creyendo que el sistema funcione bien para ellos.

P. ¿Cómo se relaciona esa tensión con el triunfo del Partido Republicano el 7 de mayo?

R. Necesitas tener consensos para hacer reformas que son evidentes. Y el problema de fondo es que no somos capaces de ponernos de acuerdo en las reformas estructurales. En los últimos tres gobiernos ha sido absolutamente claro que ganan y a los 12 o 18 meses ya están en el suelo en aprobación. Lo que yo creo, e hizo un buen artículo sobre esto en EL PAÍS mi amigo Eduardo Engel, es en la tesis del vitrineo [el votante que mira los escaparates y decide].

P. ¿Ese vitrineo explica entonces el triunfo republicano?

R. Es que primero le creen la promesa a la presidenta Bachelet y no funciona. Después a Piñera y tampoco. Después del estallido social el electorado apuesta por el Frente Amplio y no cambian tanto las cosas. Entonces, ahora el único impoluto que queda es Kast [líder del Partido Republicano]. Pero vamos a seguir como el comprahuevos [el juego infantil que manda una y otra vez a la otra esquina]. Estoy absolutamente convencido de que si Kast es presidente en 2026 y él representa un extremo, él no se va a poner de acuerdo con nadie, o poco. Y va a tener otra crisis social al cabo de 12 a 18 meses y ahí la gente ya no sé a dónde va a mirar, porque ya probó todo. En Chile, ahora los únicos que tienen credibilidad son los Republicanos, pero vamos a ver cuánto les dura.

P. ¿Qué está fallando en el Gobierno de Boric hoy?

R. Es que la gente le ha dejado de creer a todos, a cualquiera que esté arriba, en el poder, porque como no tenemos capacidad de ponernos de acuerdo, el que esté arriba nunca va a poder solucionar los problemas. Pero hay otro problema: se nos vino encima el narco y la inmigración [irregular]. Le habría pasado más o menos a cualquier Gobierno que estuviera ahora, que le explotaron en la cara estos problemas, así como a otros les explotaron otras cosas. Esto hizo bajar 20 puntos de adhesión de inmediato. Así como nos pasó en 2015 con el caso Caval con Bachelet, [escándalo político vinculado con el hijo de la expresidenta], que nos mató.

P. ¿Reaccionó tarde el actual Gobierno en materia de seguridad?

R. El Gobierno ha tratado de reaccionar. Carolina Tohá [ministra del Interior], que es mi amiga, es la verdadera campeona del tema de seguridad ciudadana, pero el problema es que ya no le creen al Gobierno, porque partió mal. ¿Le habría pasado igual a cualquier Administración? Creo que un poco menos a otros gobiernos, porque este comenzó muy ingenuo en el tema de la seguridad ciudadana. La visita de la exministra del Interior Izkia Siches a Temucuicui [comunidad mapuche que la recibió con balazos los primeros días de Gobierno] es la prueba. Y luego los indultos [el presidente indultó a 13 presos del estallido social a fines de diciembre pasado] es la quintaesencia de cómo no habían terminado de entender realmente el problema. A Boric le tocó que su propio estallido: la seguridad ciudadana. Era el flanco más débil que tenía.

P. ¿Cree que esa desafección con el Gobierno tiene que ver también con lo que decía el fin de semana Natalia Piergentili, presidenta del PPD, su partido, de que el Gobierno le habla a los “monos peludos” y a “les compañeres” [en referencia a las agendas identitarias de la nueva izquierda]?

R. Natalia lo que trataba era llamar la atención sobre la necesidad de construir agendas de mayoría. Y que jugar tu agenda –estoy tratando de interpretarla–, en temas más de nicho, en los temas sexogenéricos, y de minorías, no construye un proyecto nacional. Pero lo dijo pésimo.

P. ¿Fue un problema de forma solamente?

R. Pero también de fondo, porque no creo que el problema sea que el Gobierno no intente tener un programa de mayorías, sino que una parte fundamental de eso es la seguridad ciudadana y el Gobierno perdió la credibilidad en este asunto.

P. ¿Hacia dónde debería mirar el PPD ahora, que no logró ningún consejero en la última elección?

R. Uno de los grandes problemas de Chile es nuestra incapacidad de oponernos de acuerdo, por lo tanto apoyo el 5% de umbral [el anteproyecto de Nueva Constitución propone que los partidos políticos deban tener un umbral de representación del 5% de los votantes]. Y el PPD no tiene 5%.

P. ¿Deben fusionarse con el Partido Socialista?

R. Por supuesto. Hay que constituir una federación lo más amplia posible. No tiene ningún sentido que tengamos radicales, liberales, socialistas, PPD. Ninguno. Deberíamos ser una gran coalición. Incluso yo pensaría que, como hay un riesgo grande de restauración conservadora, que nos haría mucho daño, es fundamental la capacidad de ponernos de acuerdo. Aspiro a que ojalá haya una coalición que una a todo el oficialismo pero si no, al menos, a las fuerzas que nombré.

P. ¿Y está el horno para bollos?

R. La contumacia humana nunca hay que minimizarla.

P. ¿Qué opina de lo que plantea la Estrategia Nacional del Litio de que el Estado tenga que ser el controlador de los grandes proyectos?

R. Una cosa que hemos aprendido en la historia de Chile es que, cuando entregas completamente al control privado un mineral que produce rentas y que podrían ser un tremendo beneficio para el Estado porque tiene la suerte de ser el único que lo tiene, te sacan la pepa del alma. El Estado hoy no tiene el conocimiento tecnológico, lo tiene Albemarle y SQM [las empresas que tienen contratos de arriendo en el Salar de Atacama]. Pero no creo que la única forma de asegurar una retribución justa para el Estado por la propiedad del Salar de Atacama sea tener el 51%.

P. ¿Hay otras formas?

R. Hay otras formas: pactos de accionistas, acción de oro, es decir, que aunque seas minoritario, tengas derecho a vetar ciertas decisiones. Hay quienes piensan que tener el 51% es fundamental. Yo no creo en eso. Lo que creo es que necesitas una estructura en este joint venture (riesgo compartido) que asegure un beneficio y la garantía de que no estén depredando el medio ambiente .

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Sobre la firma

Antonieta de la Fuente
Es periodista de EL PAÍS en Chile, especializada en negocios y economía. Ha trabajado en los principales medios escritos del país, como 'Qué Pasa', 'La Tercera', 'Diario Financiero', 'La Segunda' y 'Revista Capital' de la que fue editora general entre 2013 y 2019.

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