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Elecciones Constitución Chile
Tribuna
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Chile: lo que la izquierda pone en juego

Más allá de los resultados desfavorables que se esperan, es mucho lo que se juega el mundo de la izquierda y la centroizquierda en esta contienda. En primer lugar, la posibilidad de demostrar que mantiene una parte significativa sus bases de apoyo

El presidente de Chile, Gabriel Boric, en plena campaña como candidato de Apruebo Dignidad.Foto: MARTIN BERNETTI (AFP) | Vídeo: Europa Press

La elección de este domingo es una nueva prueba para el campo de las izquierdas en Chile, sobre todo para aquellos sectores que forman parte del oficialismo. Si bien las características de estos comicios obligan mirar los sondeos con cautela, todo indica que las fuerzas de oposición obtendrán una victoria que podría ser lo suficientemente holgada como para permitirles escribir la nueva Constitución sin que la izquierda y el progresismo tengan siquiera poder de veto. Todo indica también que el Partido Republicano experimentará un avance significativo, que podría incluso superar a la derecha tradicional. Si estos pronósticos se cumplen, paradojas de la historia, quienes se negaron por décadas a la posibilidad de un cambio constitucional y quienes representan hoy la principal amenaza para la democracia, tendrán la cancha abierta para escribir el nuevo texto sin mayores dificultades.

Ciertamente, no es el mejor escenario para el oficialismo, que ha conquistado logros tan significativos como la aprobación de las 40 horas y el aumento del salario mínimo. Llega a esta elección todavía golpeado por la derrota en el plebiscito de septiembre pasado y por las dificultades adicionales que han impuesto el agudo cuadro inflacionario y la crisis de seguridad pública, con bajos niveles de aprobación en las encuestas y dividido en dos listas. Sin embargo, y más allá de los resultados desfavorables que se esperan, es mucho lo que se juega el mundo de la izquierda y la centroizquierda en esta contienda.

En primer lugar, la posibilidad de demostrar que mantiene una parte significativa sus bases de apoyo. Si bien la elección de hoy no es un plebiscito al Gobierno como mañosamente han instalado sectores de la derecha, no se puede negar que toda medición electoral es, para las fuerzas que están en el poder, un índice de su aprobación. Esta elección mostrará si los sectores sociales que le dieron el contundente triunfo a Gabriel Boric en la segunda vuelta presidencial y que coinciden casi exactamente con el 38% que votó por aprobar el texto propuesto en el plebiscito del 4 de septiembre, siguen manteniendo su apoyo. Medirán su fuerza, a pesar de las decepciones que han provocado en este mundo cuestiones como la aprobación del TPP11, la autorización a la continuidad del proyecto Los Bronces Integrado y del serio retroceso en materia de derechos humanos que significó la reciente aprobación de la ley Naín-Retamal, por señalar puntos particularmente sensibles para el campo de las izquierdas y que podrían afectar esta elección.

Por otra parte, los resultados de este domingo en Chile también ofrecerán a las formaciones que componen la alianza de Gobierno una posibilidad para medir su respaldo en términos de adhesión ciudadana. Esto es particularmente importante para Apruebo Dignidad, la coalición que compone el Frente Amplio y el Partido Comunista, que en las contiendas electorales recientes ha obtenido resultados considerablemente superiores a los de sus socios agrupados en Socialismo Democrático. Si la elección de hoy arroja un resultado favorable para Apruebo Dignidad, este conglomerado tendrá la posibilidad de retomar liderazgo y desbaratar la operación que la prensa tradicional y la derecha vienen desarrollando desde que Boric llegó a La Moneda: instalar la tesis de las dos almas, que extrema las legítimas diferencias entre las coaliciones que componen la alianza de Gobierno, para presentar a Apruebo Dignidad como un lastre del que el presidente debiera desprenderse, como si pudiera pensarse una alianza política de futuro con la exclusión del Frente Amplio y el Partido Comunista.

Lo que en el fondo se está jugando la nueva izquierda chilena en esta elección es mantener y reforzar su papel articulador. Apruebo Dignidad promovió la más amplia unidad de las izquierdas y el progresismo en conciencia de que era lo más eficiente desde el punto electoral. Pero, también, porque se piensa que para enfrentar los problemas del país, entre los que el avance de la extrema derecha es uno de los principales, se requiere de la articulación de una alianza amplia. La respuesta favorable del Partido Socialista a este llamado a la unidad dibujó lo que podría ser el nuevo eje de una confluencia de fuerzas políticas que, si bien tienen diferencias que se han expresado abiertamente, se proyecta como la alternativa capaz de ofrecer al país un camino de futuro que combine las necesarias transformaciones que se requieren para responder a las demandas sociales -que no se anulan por los resultados electorales, aunque triunfe la derecha- con la estabilidad y certezas que también exige el pueblo de Chile.

La elección de hoy debe situarse al interior de la crisis social y política que estalló en octubre de 2019, una crisis que es expresión del agotamiento del modelo de desarrollo y de la agudización de las contradicciones y malestares que engendra, y que todavía no encuentra su camino de resolución en la política. Lo que está en juego entonces es la formación de una fuerza democrática que reúna a las izquierdas y al progresismo y que tenga la capacidad de sacar al país adelante, de liderar un nuevo ciclo de crecimiento, de sentar las bases de un Estado social y de dar un sentido coherente al Chile de los próximos 30 años. Si eso no ocurre, la conducción del país la tomará la derecha, probablemente hegemonizada por los republicanos. Puestas así las cosas, se aprecia lo mucho que está en juego en la elección de este domingo.


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