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Juegos Panamericanos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La carrera final contra el tiempo

Chile renunció dos veces a la organización de los Juegos Panamericanos: en 1975 y 1987. Fue en la dictadura de Pinochet, por razones económicas y el temor al boicot. Hoy, con mucho retraso, burocracia y rencillas, apuesta a llegar a tiempo al desafío internacional más importante de su historia, sabiendo que no puede volver a fallar

Sebastián Piñera, expresidente de Chile, recibió la bandera panamericana en la clausura de los Juegos de Lima en 2019.
Sebastián Piñera, expresidente de Chile, recibió la bandera panamericana en la clausura de los Juegos de Lima en 2019.CESAR GOMEZ (Getty Images)

El eslogan que le permitió a Chile ganar y organizar la Copa del Mundo de Fútbol de 1962 fue: “Porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo”. El megaterremoto de 1960 y el escepticismo del Gobierno de Jorge Alessandri convirtieron la ejecución de las obras y el financiamiento de la operación en un calvario donde debieron intervenir empresas privadas para sacarlo finalmente adelante, con más voluntad que brillo.

La organización de los Juegos Panamericanos de Santiago 2023 estará marcada por otra consigna: “No podemos fallar otra vez”. Y es que Chile ya resignó en dos oportunidades anteriores la responsabilidad del mayor evento deportivo continental. El 1975, la dictadura de Augusto Pinochet renunció aduciendo problemas económicos, pero fundamentalmente temiendo un boicot masivo tras el Golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende.

Distinto fue en 1987, cuando el régimen otra vez se declinó la responsabilidad debido al nulo interés gubernamental por invertir en infraestructura deportiva. Pinochet seguía al mando y no le tembló la mano para resignar las aspiraciones del Comité Olímpico, sin detallar más razones que las de carácter financiero. La mancha tardó en borrarse y esa vergüenza fue determinante para la derrota aplastante frente a la postulación de Lima cuando se solicitó una nueva oportunidad para el 2019.

Por eso ahora la obligación apremia. No ha sido un terremoto lo que ha complicado la organización del evento, sino un cúmulo de desorganizaciones, de impresionantes trabas burocráticas y, sobre todo, de rencillas internas que se produjeron justo en un cambio de mando presidencial, tras un estallido social en octubre de 2019 y la pandemia. Demasiadas cosas como para ser optimistas.

El avance de Santiago 2023 tiene evidente retraso. Y, desde la organización, repiten una sola consigna: “Llegaremos en tiempo y forma”, sin que el significado esté del todo claro. A 200 días de la inauguración, el 20 de octubre próximo, la Villa Olímpica debió rebajar estándares y redoblar los turnos de construcción. Enclavada en el sector surponiente de la capital chilena, en lo que fuera el aeropuerto internacional de Los Cerrillos, luego de de los juegos el proyecto inmobiliario servirá de casas a familias vulnerables, que serán beneficiadas con subsidios del Estado. La premura de la construcción implicará, entre otras materias, un retraso en los parques y servicios que el diseño contemplaba desde el origen.

El Parque Deportivo del Estadio Nacional, en el municipio capitalino de Ñuñoa, en la zona oriente de Santiago de Chile, presenta recintos que están apenas en un 50% de ejecución. Otros escenarios debieron readecuar las competencias, porque se modificaron los lugares previamente previstos.

A nivel deportivo, los retrasos obligaron a varias federaciones a buscar lugares alternativos de preparación y entrenamiento, y es probable que algunas conozcan las pistas al mismo tiempo que sus rivales. El gran dolor de cabeza de Neven Ilic, un empresario del norte de Chile que reordenó el deporte federado en el país –azotado por muchos escándalos– y que ahora está al frente de la Organización Deportiva Panamericana, sigue siendo el centro acuático. Con el reloj corriendo y fecha de entrega para octubre de este año, la empresa española Fluidra deberá renovar la piscina de competición, construir la de entrenamientos y ampliar la rampla de saltos, una tarea titánica que supondrá una inversión cercana a los cuatro millones de euros.

Ilic, el gran impulsor de los juegos, apuesta a su experticia en el rubro de la construcción, pero sobre todo al énfasis que ha demostrado el Gobierno de Gabriel Boric para sacar adelante la casi imposible tarea. La designación al frente del ministerio del Deporte de Jaime Pizarro, futbolista campeón de la Copa Libertadores de América con Colo Colo en 1991, tuvo como objetivo terminar con las rencillas internas entre los entes encargados de organizar el evento. Resulta clave para zanjar las dudas que pesan sobre sus capacidades gestoras de los actuales partidos gobernantes.

“En tiempo y forma”, repiten. Pero la preocupación es evidente. Chile corre contra el tiempo en una carrera donde no puede fallar. Porque habrá demasiado en juego.

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