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Fiona, la primera ictiosauria ‘embarazada’ y recuperada de la Patagonia chilena

Los fósiles, de entre 129 y 139 millones de años, se conservan completos. Ahora quieren recuperar una segunda de su tipo: “Sus embriones tienen dientes y todo”, dice la paleontóloga Judith Pardo

Antonia Laborde
Ictiosauria embarazada
La paleontóloga Judith Pardo y Fiona en el Glaciar Tyndall, en el Parque Nacional Torres del Paine.Cristina Gascó

A principios de este milenio, Judith Pardo (40 años, Tierra del Fuego) se volcó en una tarea que nadie había realizado en Chile: buscar ictiosaurios en la Patagonia. Un compañero de la carrera de biología le enseñó una foto de un esqueleto de estos enormes reptiles marinos incrustado en el campo de hielo del Glaciar Tyndall, en el Parque Nacional Torres del Paine, y Pardo quiso ver el hallazgo por sí misma. Acudió a la recóndita localidad austral y desde entonces ha dedicado su vida a estudiar los fósiles que encuentra. La paleontóloga del sur del mundo descubrió en 2009 la primera hembra ictiosaurio preñada, de cuatro metros de largo, nacida durante el cretácico temprano (entre 129 y 139 millones de años). Casi 13 años después del hallazgo, este mes de mayo, Pardo y su equipo extrajeron a Fiona, cuyo cuerpo y embriones se han conservado completos.

La actual investigadora del Centro de Investigación GAIA Antártica de la Universidad de Magallanes se convirtió en paleontóloga cuando había apenas un par en todo el país. Sin laboratorios de preparación ni depósitos, Pardo se vio obligada a irse a estudiar a Alemania. En el museo de Stuttgart trabajaba con la colección de más de medio millar de ictiosaurios, varias de ellas preñadas, pero de un periodo anterior a los especímenes descubiertos en territorio chileno.

Pardo dejó a Fiona en el Glaciar Tyndall y, en su ausencia, nadie continuó su labor de investigación. “Me fui con la angustia de que ese material tan valioso y tan importante para la ciencia mundial se quedaba ahí, sin poder trabajarlo. Por eso también decidí regresar a Chile. Sentía la responsabilidad de continuar con este tema, de investigarlo y sacarlo a la luz”, explica por teléfono desde Punta Arenas.

La imagen de Fiona ha dado la vuelta al mundo. No así Pardo. “Mi participación en congresos internacionales ya no fue. Ahora voy a participar de manera remota para poder destinar los fondos a pagar el helicóptero que trajo a la icitosauria a Magallanes”, explica por teléfono. “Todas las campañas son un tremendo gasto. Para la expedición de este año — en la que recuperaron a la ictosauria — gasté prácticamente todos los recursos del año destinados al proyecto”, lamenta. Esta es la primera excavación financiada por fondos chilenos de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo del Ministerio de Ciencia. El equipo de Pardo invirtió en maquinaria de excavación, demoledoras, sierras, un hangar, caballos de transporte, entre muchos otros apartados.

En 2017, un estudiante le mostró a Pardo un fósil redescubierto: era otra hembra preñada. Apenas la vio, comenzó una tormenta de viento y granizo que le hizo imposible recabar información. En medio del clima hostil, con rocas de hasta 10 centímetros de diámetro volando por los aires, la paleontóloga solo pudo tomar las coordenadas y un par de imágenes. “No era capaz de tomar fotos enfocadas porque el viento me empujaba y me botaba la cámara de las manos”, recuerda. “Cuando la vi la me di cuenta que tenía embriones. Son mucho más grandes que los de Fiona. Tienen dientes y todo. Está muy lindo ese material”, sostiene la doctora. Para 2023 su equipo quiere excavar esa ictiosauria, cuyo esqueleto está completo, y permitiría comparar los estados de gestación de las dos hembras. Sin embargo, está en un sitio muy complicado: “No es seguro que lo logremos a menos que llevemos un ejército completo de personas” a trabajar.

Fiona se encuentra en el Museo de Historia Natural de Río Seco, en Punta Arenas, 2.000 kilómetros al sur de Santiago. La paleontóloga espera que en el mes de julio comience la fase de preparación, que consiste en remover las rocas pegadas a los huesos con máquinas eléctricas. Estima que tomará cerca de tres años. “Las características más importantes del ictiosaurio están en el cráneo y en las aletas anteriores y posteriores. Parte de ese esqueleto está todavía contenido en la roca. Vamos a comenzar la preparación por esas partes para sacar resultados luego. Después será la columna vertebral y los embriones”, adelanta Pardo, que quiere que la gente de la zona pueda ver cómo trabajan quitando la roca. “Tienen que poder ir a conocerla y apropiarse de ella, porque es material de la comunidad, y eso incentiva a las nuevas generaciones a continuar con esas investigaciones”.

Cuando Pardo se marchó a estudiar su doctorado en Ciencias en la Universidad de Heidelberg había detectado con sus compañeros 24 ictiosaurios en el glaciar. Solo en la expedición que realizaron a principios de este año sumaron otros 23, alcanzando los 76 especímenes. La mayoría siguen enterrados, expuestos a la erosión, que los está destruyendo lentamente. Los vientos de 90 kilómetros por hora barren todo el sedimento suave y queda la roca consolidada, donde están los ictiosaurios. Eso permite que sea más fácil encontrarlos, pero también quedan expuestos al deterioro. “Literalmente el ictiosaurio va siendo barrido por el viento con el paso de los años. Por eso también hay que rescatarlos y construir depósitos para llevarlos ahí y albergarlos”, apunta la investigadora magallánica.

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Sobre la firma

Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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