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Crónica
Texto informativo con interpretación

Elecciones, presupuestos y división

El mito de la unidad secesionista se ha hundido al quedar Torra sin escaño

El vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, interviene en el congreso de la federación de Barcelona de ERC. En vídeo, el independentismo se distancia en precampaña.Foto: atlas | Vídeo: DAVID ZORRAKINO (EUROPA PRESS) / atlas
Francesc Valls

El bloque independentista está fracturado. Patronales y sindicatos, divididos sobre la conveniencia de que los presupuestos de la Generalitat de Cataluña se aprueben antes de las elecciones autonómicas. Las divergencias también afectan a la parte catalana de la que en Madrid se presenta como una virtuosa familia unida: socialistas y comunes. El presente no es fácil y el futuro no será un camino de rosas. Y es que esta semana políticamente vertiginosa empezó con un desayuno fuerte de seques amb butifarra: la inhabilitación como diputado de Quim Torra. Aunque al president le gustan los platos pesados, su formación digirió muy mal la decisión que tomaron los republicanos a favor de que Torra no pudiera votar. En el hemiciclo del Parlament eran ostensibles los aspavientos de los diputados de Junts per Catalunya y algunos comentarios insultantes —entre dientes, eso sí— contra el presidente de Cámara, Roger Torrent. A Ciudadanos le salía competencia escenográfica en la sala. El ambiente se cortaba. El mito de la unidad independentista se hundía. El camino decidido por ERC, materializado en su decisión de inhabilitar a Torra, abría una vía de agua. A ese mar de confusión del procesismo le había llegado otra hora leninista de clarificación: la de un paso adelante, dos pasos atrás, como sucedió con bolcheviques y mencheviques.

Puigdemont frenó el adelanto electoral a la espera de hallar candidato

Ese lunes Carles Puigdemont guardaba un silencio sepulcral en las redes sociales. Esperaba a que los Verdes europeos le aceptaran a él y a Toni Comín en su grupo, aseguran fuentes posconvergentes. Y no era pues el momento idóneo de criticar a una ERC valedora del ingreso de los dos de Waterloo en su grupo. Sin embargo, tanta discreción no le impedía participar en operaciones encubiertas. Ese mismo día Puigdemont llevó la batuta por videoconferencia de la declaración institucional que al día siguiente debía hacer pública Torra: aprobar los presupuestos de la Generalitat para 2020 y convocar elecciones. El martes, hasta 15 minutos antes de hacer la declaración, el president no notificó la hoja de ruta a su vicepresidente, el republicano Pere Aragonès. El ambiente no era precisamente bueno. Torra, por voluntad propia, hubiera querido dimitir esa misma semana pero Junts per Catalunya necesita tiempo para decidir quién será cabeza de lista electoral y ello le obligaba a un generoso retraso de la convocatoria.

Si todo sale como parece estar previsto, los presupuestos se aprobarán en marzo. Y en abril o mayo —a la espera de la velocidad del Tribunal Supremo en ratificar la inhabilitación de Torra para cargo público— se celebrarán los comicios. Cataluña arrastra unas cuentas reiteradamente prorrogadas desde 2017, en plena era de la virtud del recorte. Han sido años de “momentos históricos” que han llevado a algunos dirigentes independentistas a la cárcel y en los que las necesidades materiales de la población han pasado a segundo plano. Por eso Javier Pacheco, secretario general de CC OO de Cataluña, asegura que “este país no puede seguir viviendo sin presupuestos; ¿cómo vamos a pagar a los funcionarios si no incrementamos el capítulo 1, o a hacer más inversión en enseñanza, salud y temas sociales?”. “Que aprueben los presupuestos y luego convoquen elecciones, habrá tiempo para todo”, subraya Pacheco.

Esa visión, compartida por UGT, es diametralmente opuesta a la que mantiene la patronal catalana Foment del Treball. Su presidente, Josep Sánchez Llibre, sostiene: “No entendemos que después de tanto tiempo se aprueben presupuestos para convocar inmediatamente después elecciones; eso hipotecará al próximo Gobierno”. Sánchez Llibre, que hace votos para que el diálogo entre el Gobierno central y el catalán facilite “el regreso de las grandes sedes empresariales que se fueron en 2017 de Cataluña”, critica que “el actual Govern plantee un incremento de la presión fiscal”.

Sindicatos y patronal discrepan sobre los presupuestos catalanes
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Por el contrario, David Cid, portavoz de Economía en el Parlament por Catalunya en Comú Podem, afirma: “Con datos del Instituto Nacional de Estadística de 2018, somos la octava comunidad en presión fiscal del Estado; lo que sucede es que a algunos no les gusta el aumento de Sucesiones, IRPF, tasa turística o del impuesto sobre las grandes compañías eléctricas como el que tiene Extremadura”. En este sentido, Cid es taxativo: “Si primero hubieran convocado elecciones nos habríamos quedado nuevamente sin presupuestos para 2020”. Los socialistas de Miquel Iceta, por su parte, aseguran que presentarán una enmienda a la totalidad a las cuentas si no incrementan el gasto. “No se pueden hacer unos presupuestos que luego van a tener que aplicar otros”, afirma.

En medio del impenetrable galimatías, el jueves estalló la bomba de que La Moncloa había decidido la suspensión de la mesa de diálogo entre los Gobiernos catalán y central hasta después de los comicios autonómicos. A las seis horas y tras intensas negociaciones entre PSOE y ERC, incluida la visita del republicano Gabriel Rufián a La Moncloa, se restauró la iniciativa. El exdiputado republicano Joan Tardà considera que “lo de no reunir la mesa era una insensatez; si yo lo veía así, que soy firme defensor de la negociación, cómo lo debían ver los independentistas críticos respecto a esa vía”. Tardà se pasó horas del fatídico jueves sin mirar las redes sociales. Desde Junts per Catalunya hablaban de la traición de ERC y se burlaban de cómo les había vuelto a engañar el poder central. Los republicanos estaban sorprendidos de la torpeza de Pedro Sánchez: “No le hacía falta poner una fecha para la reunión, simplemente habilidad para no desconvocarla”, aseguraban fuentes de Esquerra. La gran paradoja es que gracias al pacto PSOE-ERC, el próximo jueves Quim Torra se reunirá a mediodía con Pedro Sánchez en el palau de la Generalitat. Los republicanos están convencidos de que el programa de máximos —autodeterminación y amnistía para los presos— que llevará el president no es un inicio suave. “Hemos dejado en manos de un pirómano la extinción de un incendio”, afirman desde el sector negociador del independentismo.

Lo cierto es que Esquerra se halla entre dos fuegos: por un lado, el pacto con el PSOE que será de muy magros avances, y por otro, la presión de los soberanistas hiperventilados que les desgastarán todo lo posible con unas elecciones a la vista. El marco que ERC había imaginado era otro: ganar las elecciones y formar Gobierno en Cataluña con un Junts per Catalunya en situación de inferioridad política. Ahora parece que la ruptura del independentismo hace difícil imaginar ese marco. Por eso es importante que Madrid no falle. En ERC el pasado jueves recordaron la noche del 21 de enero de 2006. Ese día el Real Madrid jugaba contra el Cádiz en el Santiago Bernabéu y un indiscreto comentario en el mítico el palco del estadio permitió que este diario conociera que José Luis Rodríguez Zapatero estaba reunido en La Moncloa con el líder de la oposición catalana, el convergente Artur Mas. Ambos pactaban las líneas rojas del nuevo Estatuto catalán sin Pasqual Maragall y sus socios de ERC. Esquerra se enteró después del partido de la reunión. Ahora no quiere revivir esas noches de misterio.

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